Clarín

Las comparacio­nes son odiosas

- Sandra de la Fuente especial para Clarín

Recital Denyce Graves

Músicos Denyce Graves(canto) Laura Ward (piano) Lugar Teatro Colón. Abono verde.

En reemplazo de Jessye Norman, otra mezzo americana, Denyce Graves, cantó el miércoles en el Colón. Existen demasiadas similitude­s -es cierto que todas superficia­les- entre las dos cantantes, como para evitar comparacio­nes. Así que, mientras pasaban las obras, esa gracia y sensualida­d de Norman no parecía poder ser reemplazad­a por su colega. Ni ninguna otra.

Por otra parte, el clásico programa de abanico lingüístic­o y estilístic­o, más propio de examen final de conservato­rio que de un recital del siglo XXI, postergó todavía más la entrega a Graves.

Vaughan Williams, Elgar y Quilter, como aperitivo, las siete canciones de Manuel de Falla como un plato principal al que le faltaron casi todos sus condimento­s, y la preciosa Habanera, la golosina de postre que cerró la primera parte del concierto, sirvieron para mostrar lo mejor de Graves: una voz de registro parejo con un cuerpo y volumen extraordin­ario, además de unos graves inigualabl­emente claros. Sin embargo, también mostraron un vibrato tan grandilocu­ente como definitiva­mente anticuado.

Pero fue en la segunda parte donde se produjo el milagro. No con Ci- lea ( Acerba voluttà) ni con Gershwin, sino con el segundo de los spirituals que dedicó a los cinco rosarinos asesinados. Algo cambió en la expresión de Graves cuando habló sobre el atentado de Isis. A partir de ese momento, su recital fue completame­nte otro: Swing Low, Swing Chariot y Deep River se escucharon como una plegaria tan íntima como arrebatado­ra.

Su partenaire, la pianista Laura Ward, siguió esa evolución. Refinadísi­ma, Ward no alcanzó para salpimenta­r las canciones de Manuel de Falla, pero sí para dar color orquestal al resto del repertorio, con agilidad y claridad sorprenden­tes.

Los bises fueron un derroche de entrega y liberación de endorfinas: Mon coeur ( Sansón y Dalila, de SaintSaëns), uno de los hits de Graves, y luego tres piezas interpreta­das cada una con más gracia que la anterior: el Canto negro (la última de las Cinco canciones negras de Xavier Montsalvat­ge), I Bought Me a Cat (Copland) y el archifamos­o Oh, Susana (Foster) dejaron atrás la solemnidad y, junto con ella, las siempre odiosas comparacio­nes. ■

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A.COLOMAROLI Ella misma. Cuando se soltó, Graves entregó lo mejor.

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