Clarín

Y un día la Justicia llegó hasta Freiler

- Ricardo Roa

Nunca es bueno ni es justo hacer leña del árbol caído, dice un refrán popular. Pero a veces el árbol caído merece ser hecho leña aunque no lo diga ningún refrán popular. Es el caso del juez Eduardo Freiler, echado ayer por corrupción. Al hombre le quedaba una bala o la esperanza puesta en una bala. Su suerte pendía de un voto para evitar ser destituido. Especulaba con la ayuda de Piaggio, representa­nte de los abogados o con la del senador catamarque­ño Barrionuev­o, del Frente para la Victoria. La bala se quedó sin pólvora y él sin el voto cuando los dos decidieron ver la mansión de Olivos en la que vive Freiler. La que el juez dijo no recordar cuánto pagó y que compró con un préstamo de una financiera trucha que no devolvió. “Esto es escandalos­o”, dijeron.

Sólo uno de los siete jurados votó por Freiler. Precisaba dos. Fue la diputada ultracrist­inista Diana Conti que más que votar a favor del juez votó en contra del procedimie­nto por el cual fue separado. No desmintió ninguna historia de la historia de corrupción de Freiler. Parecido a quienes defienden a De Vido o a Boudou o a Báez y se limitan a cuestionar a Macri.

Conti es la misma Conti que apenas llegó a Diputados en el 97 por el Frepaso de Vicente López le metió denuncias penales al intendente radical Enrique “Japonés” García. Por cobrar cursos de capacitaci­ón al personal

Impensable hasta no hace mucho, al final lo alcanzó la destitució­n. Sólo lo sostuvo Diana Conti. Eso lo dice todo.

municipal que nunca realizó y por usar facturas truchas por servicios tecnológic­os. Es la misma Conti que cuando García decidió enrolarse en el kirchneris­mo frenó las causas. Una militante de principios. De principios hasta que la política se los lleve puestos.

Freiler pelearía el ranking de los Guinness de jueces cuya última norma es la honestidad, si hubiera un premio para el rubro. La lista de lo que tiene y no puede probar cómo los tiene incluye campos, un yate y departamen­to en Pinamar y un balneario en Necochea y un haras con una veintena de caballos de carrera. Una colección de autos y uno donde más ardió la llama de la codicia: lo compró con cheques de un fulano con una causa en su juzgado. Hasta una moto de agua que intentó justificar como regalo de otro empresario a sus hijos. Un insulto al sentido común.

Antes de fin de mes, la Magistratu­ra abrirá otro expediente ruidoso: el del juez Rafecas. Está cerrada la investigac­ión y están los votos para convocarlo. Rafecas es el que dos veces rechazó investigar la denuncia de Nisman dejándola tan inexplicad­a como el pacto de Cristina con Irán. Un vergonzoso rechazo exprés y sin realizar una sola prueba.

Funcional al kirchneris­mo, es el que debía investigar a Boudou por la apropiació­n de Ciccone y aconsejaba por mensajitos a un abogado del socio de Boudou como si fuese parte de la defensa del vicepresid­ente. Y es el que hizo dormir enriquecim­ientos ilícitos varios: de José López al general Milani, ambos hoy detenidos.

Freiler no es ningún árbol caído. Había sido trasplanta­do a un lugar clave para tapar los casos de corrupción que quedaran a su alcance. Hubo que podarlo.

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