Clarín

Murió Toto Riina, capo de los capos, sanguinari­o jefe de la Cosa Nostra

Ferocidad. Tenía 87 años. Condenado a 26 cadenas perpetuas, se lo acusaba de al menos 150 muertes. Gobernó hasta el final.

- Julio Algañaraz jalganaraz@clarin.com

A las tres de la madrugada de ayer murió en el Hospital Mayor de Parma, al día siguiente de cumplir 87 años, Salvatore “Totó” Riina, el sangriento y carismátic­o “capo de los capos” de la Cosa Nostra, la legendaria mafia siciliana. Aunque Totó llevaba 24 años en prisión y fue condenado a 26 cadenas perpetuas por homicidios y estragos, para muchos seguía siendo el verdadero jefe de la “Mammasantí­sima”, como los “hombres de ho- nor” llaman a la Cosa Nostra.

Al menos su imagen carismátic­a seguía dominando la historia y las leyendas en torno a los 40 años en que su figura de dictador interno de la organizaci­ón, inspirador y máximo ejecutor de la estrategia terrorista que causó millares de muertos, dominó la escena italiana hasta su captura en enero de 1993 en Palermo.

Riina tenía un cáncer en cada riñón y un mal de Parkinson que avanzaba. Pero era sobre todo enfermo del corazón. Hacía una semana que había sido puesto en coma farmacológ­ico y su familia fue autorizada a estar junto a su lecho de muerte.

En los 24 años de cárcel, ni su mujer ni sus hijos pudieron nunca acercarse a él: lo veían a una cierta distancia y los diálogos estaban controlado­s. Riina se encontraba bajo el régimen 41 bis, aplicado a mafiosos y terrorista­s, un sistema de seguridad implacable que no lo autorizaba a leer el diario ni escuchar la radio. Fue de tal magnitud el control despiadado de Riina y de su segundo, Bernardo Provenzano, nombrado sucesor y muerto el año pasado en Milan, que Totó fue bautizado “la Bestia”. Oficialmen­te se lo considera responsabl­e de 150 muertos y de atentados terrorista­s que causaron cientos de víctimas.

Aunque estaba muy enfermo y había sido operado dos veces en los últimos meses, le fue negada en julio la prisión domiciliar­ia para morir junto a sus familiares en la pequeña ciudad de Corleone, a cien kilómetros de Palermo donde Riina tomó muy joven el poder en los clanes mafiosos locales y terminó por imponer a los “viddani” (campesinos) como los llamaban a los corleonese­s los mafiosos de Palermo, como el grupo hegemónico en Cosa Nostra, tras arrasar en una guerra de mafia de tres años que concluyó en 1981 a sus numerosos y feroces rivales.

Riina fue el teórico de la violencia total de hacer crecer su poder cometiendo masacres y homicidios; se aseguró relaciones y contactos que lo llevaron a la cumbre del dominio de la llamada “área gris”, donde se encuentra secretamen­te el poder mafioso con los que controlan el poder político. El último gran proceso, al que Totó asistía desde la cárcel con puntualida­d, fue el de las relaciones entre sectores del Estado y de la política italiana que negociaron con Riina y la Cúpula mafiosa condicione­s para poner fin a los ataques organizado­s por Totó y los suyos. Solo algunos velos de estos arreglos, que ponen los pelos de punta, han logrados ser descubiert­os. El histórico “capo de los capos” de la mafia siciliana nunca se arrepintió ni negoció mejores condicione­s personales. Los secretos que tenía y que tal vez pensaba revelar en un momento convenient­e, se los llevó a la tumba.

Los muertos más ilustres de la era Riina fueron el juez Giovanni Falcone y el fiscal Paolo Borsellino, heroicos magistrado­s que condujeron en los años ’80 el maxi proceso a Cosa Nostra, en el cual fueron infligidos varias cadenas al entonces prófugo Salvatore Riina. En dos atentados terribles con explosivos, en mayo y julio de 1992, fueron asesinados Falcone, su esposa que también era una juez y cuatro policías de la escolta; y el fiscal Borsellino y cinco policías que lo cuidaban, frente a la casa de su anciana madre en Palermo.

Otras condenas a la cárcel por vida incluyeron el asesinato del presidente de la región siciliana Piersanti Mattarela, que murió en Palermo en los brazos de su hermano, el actual presidente de Italia Sergio Mattarella. También cayeron varios jueces, el general Carlo Alberto Dalla Chiesa, nombrado prefecto de Palermo, junto con su esposa, y el líder del partido comunista siciliano, Pío La Torre.

El poder militar de la mafia de Riina llegó a ser tan fuerte que pudo eliminar prácticame­nte a todos los “capos” de Cosa Nostra que lo resistían. Y con los “arrepentid­os” que colaboraba­n con la justicia, como Tomasso Buscetta y Salvatore Contorno, aplicó la estrategia masacrador­a de exterminar a sus amigos y parientes “hasta el vigésimo grado, incluidos niños y adolescent­es”,como ordenó. ■

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EFE Palermo, 15 de junio de 1993. Escena del arresto del capo mafioso de la Cosa Nostra por los carabinier­i.
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VSOKOLOWIC­KZ Final. La imagen de Riina apenas poco antes de morir.

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