Fanáticos de Ferrari viajaron al parque temático de la marca
La silueta del legendario Cavallino Rampante se luce en la pierna derecha de Pablo Skrzypek, junto con las iniciales S y F: es tan fanático de la Scudería Ferrari que desde hace diez años lleva tatuado el símbolo. “Sigo todas las carreras por televisión y colecciono todo lo que sale con la marca”, admite este treintañero especialista en sistemas, que atesora cerca de medio centenar de réplicas de autos en miniatura. Este año, cuando supo que podía tener su propia Laferrari (aunque a escala 1:43) no lo dudó y reservó en el kiosco el número lanzamiento de Ferrari GT Collection. “Venía con un cupón para un sorteo. Participé, pero nunca creí que podía ganar”. Sin embargo, el azar lo convirtió en uno de los dos ganadores del sorteo organizado por Clarín, que incluyó un viaje para conocer Ferrari Land, en España.
Entre los más de 10.000 participantes, el otro afortunado fue Adrián Fernández, que a los 40 sigue siendo un apasionado por los autos a escala. “Cuando vi el aviso en la tele le comenté a Ivon, mi novia, que estaban lindos los autitos y fue ella la que me trajo el primero”, aclara con gratitud. Siguió coleccionando los 16 modelos de la serie, que incluye réplicas de otras Ferrari legendarias, como la 250 Testa Rossa y la California, sin imaginar que él mismo terminaría conduciendo una en los simuladores de Ferrari Land. “Me llamaron para avisarme que había ganado y no lo podía creer. Nunca en mi vida había participado de ningún concurso o sorteo. Cuando me convencí de que era cierto tuve que salir corriendo a sacar el pasaporte”.
Inaugurado en abril, a una hora de Barcelona, el parque Ferrari Land es único en su tipo. En sus 70.000 metros cuadrados incluye atracciones en las que todo apunta a sentirse en la piel de un piloto de Fórmula 1. Un circuito, dos torres de rebote y caída libre y ocho simuladores de son algunas de las opciones, que contemplan alternativas para los más chicos.
Pablo y Adrián compartieron cuatro días a puro vértigo y relatan la experiencia con un entusiasmo contagioso. “El viaje fue espectacular, desde el hotel hasta el parque temático, que es el sueño del fanático –dice Pablo–. Todas las atracciones son impresionantes, pero lo más intenso fue Red Force, una especie de montaña rusa de una sola vuelta que llega a más de cien metros de altura, con una aceleración similar a la de un Fórmula 1. La subida es vertical y la caída libre, también. La velocidad es tal que en un momento sentís que te despegás del asiento. La vuelta completa debe durar unos 30 segundos, pero parece mucho más”.
También fueron interminables las charlas sobre motores. “La experiencia fue fabulosa”, cuenta Adrián y agrega: “Cada tanto, nos caía la ficha y decíamos: qué loco que un autito nos haya traído hasta acá”. ■