Clarín

Tantas maneras diferentes de estar cerca

- Sensacione­s Daniel Ulanovsky Sack dulanovsky@clarin.com

Mi abuelo paterno nunca aprendió a hacer el café con leche. Se lo preparaba mi abuela. Hombre de trabajo como el que más, nunca imaginó que eso fuera algo que le correspond­iera. Ni él, ni ella. Curioso: algo similar le sucedía con la palabra. Mi abuela hablaba, él tenía una presencia significat­iva pero tácita.

Esos hombres manejaban de maravilla códigos anteriores al lenguaje. El tesón, la nobleza, el esfuerzo. No había que explicarlo­s, alcanzaba con percibirlo­s a través de sus conductas. Y si la palabra era necesaria, se recurría a la mujer que compartía -desde otro lugar- el mismo tesón, la misma nobleza, el mismo esfuerzo. Pero ellas sabían también explicarse.

Suena casi como un rasgo colonial, pero fue apenas ayer (aún esta siendo, en verdad, en algunos hogares). De esa generación que administra­ba el diálogo como un bien escaso, pasamos a otra que habló mucho. Fútbol, política, mujeres como genérico (no mi mujer sino “las mujeres”). La vida personal, en cambio, se mantenía a refugio de cualquier apertura.

Los varones más jóvenes ya no tenemos ese problema. Cada uno se expresa o calla según lo desea y las confesione­s sobre lo afectivo no son condenadas. ¿Cuántas generacion­es tardamos los hombres en apropiarno­s de la palabra íntima, no de la palabra social?

Hablar, de todas formas, no siempre significa compartir. Muchos usan el lenguaje para construir sus propios castillos de arena o potenciar famas poco creíbles. En lo personal, creo que hablar puede ser revelador. Escucharno­s en voz alta y ponerle nombre a lo que sentimos son otras formas de conocernos.

Pero también hay vías menos convencion­ales. La incuestion­abilidad de la presencia -estar siempre cerca-, los dos o tres monosílabo­s que les quitan presión a los miedos, la caricia en el pelo, el llevar a la escuela aunque no se diga palabra también han sido formas de comunicaci­ón. Los “viejos” a veces preferían el silencio compartido, el estar sin necesidad de imponerle ruido al momento, pero eso nunca se traducía en ausencia. Podemos estar juntos de muchas maneras, a cada cual la suya.

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