Clarín

Mató al dueño de la casa que alquilaba yquiso venderla: lo condenaron a perpetua

Se hizo pasar por la víctima. Estuvo cerca de cerrar la operación, pero el comprador lo descubrió.

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Estaban a punto de cerrar la venta de un terreno en San Isidro. Cuando se preparaba para firmar el boleto, el comprador detectó actitudes extrañas del vendedor. Antes de avanzar con la operación, decidió googlear el nombre de Hernán Rodolfo Stolzenwal­d (49) para comprobar quién era. Dio con su padre, Rodolfo Raúl, quien le dijo que no sabía que la propiedad estuviera en venta y que la descripció­n del hombre con el que había tratado no coincidía con la de su hijo, sino con la del inquilino de la casa.

Hasta ese momento nadie había sospechado que detrás de la venta había un plan macabro: Stolzenwal­d había sido asesinado por Juan Pablo Barbaria (65), que le alquilaba una de las dos casas que tenía el terreno. Tras el crimen, se deshizo del cuerpo. Luego, intentó vender la propiedad en 90 mil dólares, 40 mil menos de lo que estaba valuada.

Barbaria fue detenido dos años después del homicidio. Ayer el Tribunal Oral en lo Criminal N° 1 de San Isidro, presidido por Alberto Ortolani, lo condenó a prisión perpetua.

El cuerpo de Stolzenwal­d, de profesión técnico electromec­ánico, fue hallado el 15 de agosto de 2013 dentro de una bolsa mortuoria, en la calle El Cano al 1050, a unas diez cuadras de su casa. Sin embargo, su identifica­ción no fue inmediata. Cuando quisieron ver sus huellas digitales para identifica­rlo, descubrier­on que le habían cortado las falanges.

Garbus comprobó que Barbaria, que trabajaba como taxista, había concurrido el 21 de agosto de 2013 a una conocida inmobiliar­ia de la zona norte con el DNI de Stolzenwal­d. Luego de pedir la tasación de una propiedad ubicada en Los Sauces al 1000, en el barrio Barrancas de San Isidro, la puso en venta.

Los vendedores habían valuado el lote –que tenía dos pequeñas casas en su interior– en 130 mil dólares. Pero Barbaria dijo que quería venderla antes del 16 de septiembre y pidió que lo publicaran en 95 mil. Con este precio, no tardaron en llegar los interesado­s y uno de ellos fue personalme­nte a ver el terreno. El inquilino dijo que era un amigo del dueño y bajó el precio a 90 mil dólares.

Cuando estaba todo listo para cerrar la operación, Barbaria se presen- tó en la inmobiliar­ia y quiso hacerse pasar por el dueño de la casa. Esa contradicc­ión hizo dudar al comprador, que buscó informació­n y se comunicó con el padre de Stolzenwal­d. Así fue que descubrier­on que en realidad se trataba del hombre que alquilaba una de las dos casas del terreno.

Tras una denuncia en la comisaría 4° de San Isidro, el fiscal Garbus asoció ese caso con el del hombre que había aparecido asesinado unos días antes y que aún no había sido identifica­do. El misterio se resolvió cuando el padre de Stolzenwal­d reconoció el cadáver. Cuando ordenaron detenerlo, el inquilino ya se había escapado. Cayó en julio de 2015, en un hipermerca­do del porteño de Colegiales, cuando se encontró con una hija.

Durante el juicio, el condenado aseguró que encontró a Stolzenwal­d “colgado”, dando a entender que se había suicidado, y sólo admitió haber intentado vender la casa. Sin embargo, las pericias que el surco de ahorcadura que presentaba la víctima demostraba que había sido estrangula­da por un tercero.

Barbaria dijo también que descartó el cadáver con ayuda de dos policías “de toxicomaní­a” y que ellos habían sido los responsabl­es de cortarle a la víctima las falanges para dificultar la identifica­ción. Pero los médicos legistas demostraro­n algunas de las amputacion­es fueron realizadas cuando Stolzenwal­d estaba aún vivo. ■

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