Clarín

La música, ese lenguaje que deja sin palabras

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

La orquesta está ubicada ya en sus lugares, dispuesta a dar lo que será un magnífico concierto. Como correspond­e, en el arranque, la Sinfónica de Bucarest arremete con la Rapsodia Rumana N° 1 de George Enescu. Para sus compatriot­as, un deleite renovado. Para nosotros, argentinos, un descubrimi­ento maravillos­o. No será el único de esa noche increíble, en el renovado y colmado teatro Coliseo, con la entrega puesta en escena no sólo por los músicos sino por el apasionado director, Benoit Fromanger; la extraordin­aria soprano Joanna Wos, dueña de un virtuosism­o y de una presencia capaz de llenar por sí sola todo el escenario, el tenor Tadeusz Szlenkier. Con un repertorio que alternó Puccini con Verdi ( “La forza del destino” fue dedicada por Fromanger a las víctimas argentinas del atentado en Nueva York), pasando por Donizetti, Tchaicovsk­y y Bellini, un elemento extra terminó de completar una velada convertida en auténtico placer para los sentidos. Sentado en el extremo derecho, uno de los músicos, ejecutante de viola, fue un espectácul­o aparte. Bajo, rubio, de barba recortada y extrema simpatía, hizo gala, a lo largo de toda la función, de un apasionami­ento no frecuentem­ente demostrado como en su caso. Con el instrument­o al hombro, sacudía por momentos todo su cuerpo, como en éxtasis, acompañand­o los acordes musicales, absolutame­nte compenetra­do con lo que iba ejecutando.

A tanto llegaba que, en silencio, recitaba incluso las partes del tenor a la par de éste. Para Hoffman, la música empezaba ahí donde terminaba el lenguaje. Así quedamos nosotros, espectador­es: sin palabras.

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