Clarín

El juego de arriesgar y lograr una buena recompensa

En su tercer álbum, la banda amplía sus horizontes y transita diferentes géneros con un estilo propio.

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

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“Cría”, de Duratierra

Micaela Vita Voz Juan Saraco Guitarras y voces Nicolás Arroyo Batería, percusión y voces Matías Zapata Teclados , acordeón y voces Tomás Pagano Bajo Desde su mismísimo nacimiento, a mediados de la década pasada, Duratierra cocina sus discos a fuego lento. A tal punto que su primer álbum, el bellísimo Floralia, cuyo plan giraba en torno a la música latinoamer­icana, recién vio la luz en 2010.

Tres años después, en Enobra, el combo encabezado por Micaela Vita y Juan Saraco mantenía su impornta esencialme­nte folclórica, aunque abría algunas ventanas a los aires de otros géneros que se colaban como pidiendo permiso.

Ahora, en el flamante Cría, esos aires ya están instalados en el interior más profundo de la banda y forman parte de su acervo. Es que, aún cuando la letra de Saravá, el tema que abre el nuevo trabajo de Duratierra, evoca, convoca o rescata un discurso con raíces en un cancionero más afincado en los ‘60 o ‘70, lo hace desde una estética 2017.

En todo caso, en sus versos “Vienen las canciones nuevas/Llenas de canciones viejas”, legitiman eso de “A los cantores que ponen el pecho/Para cambiar un mundo que está hecho/A la medida de los capitales/Que sólo dejan en la tierra males”.

Y en el fraseo procesado de Vita, los sonidos disparados desde los teclados de Matías Zapata y el ritmo marcado por el bajo de Tomás Pagano y la batería de Nicolás Arroyo se manifiesta la actualidad de la propuesta.

Que se mantiene en ese aire de tango, más por concepto e imágenes que por intención rítimica o melódica, que es Marzo. “Blanco delantal, del primer amor/Ropa en el tendal/Ro- jos colectivos que no volverán a andar”, cantan entre otras cosas Vita, más Nadia Larcher y Noelia Recalde, invitadas de ocasión.

Y también en el Joropo del toro, aún cuando junto con la cueca La primavera, con los chilenos de Merken como invitados, es la que más conserva aquellos colores que Duratierra exhibía en otros tiempos. Y podría decirse lo mismo de Cuécala, otra pieza de ritmos andinos, pero intervenid­a por un comienzo digno del Steve Wonder de Superstiti­on y un intermedio con un Zapata bien jazzero.

El riff inicial de La de un quizás deriva en una suerte de chacarock -o rockarera-, sobre la que la cantante y Raly Barrionuev­o se complement­an a la perfección. Y hacen de prólogo para En el fresco de la noche, una de las canciones que sin duda ocuparían alguno de los escalones del podio de Cría, si es que las canciones compitiera­n entre ellas. Pero no.

Cansinos, con el aporte del chelo de Karen Rencar y el violín de Irene Cadario, los versos de En el fresco... hablan de “Caminos de copas rotas” y de “Vivir esquivando vidrios”. En contraste con el desafiante “Largá la mamadera/lo que te quieren enchufar”, que los Duratierra groovean en Perro negro.

En tanto, Pascual plantea un interrogan­te acerca de eso llamado identidad, sobre un mapa sonoro itálico y de la Europa Central; mientras Tres fronteras se apoya en la cumbia para pintar el siempre conflictiv­o paisaje fronterizo. ■

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Mirada global. Duratierra va más allá de sus raíces latinoamer­icanas.

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