Voces de apoyo y angustia creciente por el submarino
• Estoy emocionalmente muy afectada por lo de nuestro submarino ARA San Juan, porque me relaciona a un primo mío que murió al principio de la Segunda Guerra Mundial en un submarino alemán frente a las costas del Golfo de Viscaya, por un torpedo inglés. El sumbarino, junto a un destructor, estaban custodiando un barco carguero que venía de Japón con materiales industriales a un puerto de Alemania. Estaban en guerra. Nada que ver con los operativos del ARA San Juan de paz y salvaguarda de nuestros mares de la plataforma argentina del Atlático Sur, de la pesca ilegal. También, recuerdo al gran submarino ruso Kursk, que se hundió hace 15 años en el mar Báltico y que no se pudo salvar a una tripulación mucho mayor que nuestros 44 jóvenes submarinistas.
Los nuestros, Dios mediante, se habrían de salvar con tanto salvataje organizado por países hermanos, hasta Malvinas intervino. Sigamos esperanzados y deseando un feliz desenlace. Marta Stange stangede@gmail.com • Frente a la incertidumbre por el destino del submarino ARA San Juan, mientras los es- pecialistas abocados a las tareas de búsqueda hacen su trabajo, al resto no nos queda más que esperar. Los creyentes rezan y los que no lo somos, en momentos así, quisiéramos poder hacer algo parecido para expresar nuestros buenos deseos hacia la muchachada de a bordo y sus familias. Está fuera de toda discusión que los submarinistas tienen una vocación y un temple especial, aquello mismo por lo que las películas de submarinos son tan atractivas. En lo personal, eso que parece tan obvio, me quedó particularmente en claro cuando unos veinte años atrás tuve el gusto de conocer al Capitán Gaffoglio y conversar con él: “Submarinista no es el que trabaja en un submarino, sino aquel que lo siente su hogar”.
Si pudiera rezar, si creyera, lo haría de buena gana. A falta de esa convicción, escribo, con la esperanza de pronto periscopio en superficie. Ariel Corbat plumaderecha@yahoo.com.ar • El siniestro que ha impedido al submarino ARA San Juan, desaparecido el jueves 16 de noviembre 400 km mar adentro, emerger con sus 44 tripulantes o poder comunicarse es una emergencia que atraviesa e impacta en el orden militar, social y de Gobierno.
Salvando las distancias, este evento guarda patrones similares al caso de los 33 mineros chilenos atrapados, cuyo rescate el gobierno enca- ró siguiendo el protocolo de gestión, hasta que la gravedad de la situación y la presión social lo llevó a entender, asumir y resolver como una emergencia de Estado.
Todos los recursos, independientemente de su costo, deben ser puestos para la búsqueda y rescate de nuestros muchachos. ¡Qué así sea! Fernando García Acosta fernandogarciaacosta@gmail.com • Resulta que ahora también somos submarinistas. Algunos medios, con tal de acaparar la audiencia, colaboran en difundir noticias que sólo confunden a la gente, no contribuyendo en nada a preservar la tranquilidad de los familiares, amigos y a la familia naval. He escuchado miles de disparates, como siempre todos tienen la precisa o evidentemente comunicación directa con el San Juan.
Les rogaría que hagan sus aportes técnicos e información a la base donde se coordina la búsqueda, así evitaríamos los radiogramas. En todos los programas invitan a dar opiniones a cualquier persona que se precie de hombre de mar. Así mismo, tratan de confrontar a los voceros de la Armada descalificando lo que dice uno u el otro, a ver en que se equivocan para que difieran las opiniones y decir de su inoperancia. Incluso, decían que había cuatro gendarmes a bordo, cierto o no, lo preocupante y fehaciente es que hay 44 seres humanos en situación de peligro pasando por angustia, el terror y sin saber si volverán a ver a sus seres queridos. En la superficie, en la seguridad de pisar la tierra, 44 millones de compatriotas están esperando su regreso.
Hay que rearmar a las Fuerzas y sacarlas de precariedad de medios en la que desempeñan su tarea. El día que dejemos de demonizar a las FF.AA, tal vez haya gente que no corra peligro. De eso nadie habla. Somos incorregibles. Roberto Sánchez sanchezroberto03@yahoo.com.ar • Todos esperamos un feliz resultado en el incidente que afecta a la tripulación del submarino ARA San Juan, cuya verdadera situación todavía se desconoce.
No obstante, en cierta televisión empeñada en suscitar el morbo más que brindar información, algunos imbéciles ya hablan de “tragedia”, como si anticiparan con regodeo un desenlace aciago mientras fingen consternación ensayando caras de circunstancia. Nada de estas representaciones burdas y repugnantes tiene que ver con la ética periodística, y mucho menos con el elemental respeto debido a las familias de los tripulantes, a sus amigos, y a (casi) todos los argentinos que anhelamos que esos 44 marinos regresen pronto sanos y salvos al continente. Oscar Medina olmedina88@hotmail.com • Hace 34 años que las Fuerzas Armadas sufren una persecución sin fin, como si los integrantes que se fueron sumando en estos años fueran los culpables de los errores cometidos durante el proceso, siguen sufriendo las mismas condenas de la sociedad y de los distintos gobiernos, que para congraciarse con ciertos organismos mal llamados de Derechos Humanos, los siguen despreciando en la consideración no sólo del trato, sino también presupuestariamente. El nivel de recursos de las FF.AA., es lamentable, su equipamiento inexorablemente se fue transformando en hierros viejos, más para un museo que para atender necesidades operativas. Nadie es capaz de rescatar la función permanente de las Fuerzas y las que potencialmente pueden surgir, ya que se han eliminado las llamadas hipótesis de conflicto.
Los integrantes actuales de las Fuerzas Armadas lo son exclusivamente por una fuerte vocación, no tiene otro fin, ni económico ni social, ya que siguen siendo vilipendiados aún por quienes no vivieron la época y desconocen toda la verdad. Pasa con un submarino, podría haber pasado con un avión o hasta con un simple micro, la dejadez y el no reequipamiento es parte de la condena sin fin. Horacio Nayar nayarha52@gmail.com