Clarín

Macri sigue pasando la barredora en la Justicia

- Julio Blanck jblanck@clarin.com

El oficialism­o ya tiene los votos necesarios. Si nada extraño sucede, el Consejo de la Magistratu­ra aprobará hoy la acusación contra el juez federal Daniel Rafecas y lo citará a una virtual declaració­n indagatori­a. Es el primer paso hacia la suspensión y enjuiciami­ento del magistrado que sin tomar pruebas rechazó dos veces la denuncia del asesinado fiscal Alberto Nisman contra Cristina Kirchner, por encubrimie­nto a iraníes en el ataque a la AMIA.

Hace seis días fue destituido el camarista Eduardo Freiler, que votó dos veces avalando aquel cierre sin investigac­ión de la denuncia de Nisman. Y hace tres semanas renunció la procurador­a general Alejandra Gils Carbó, clave en el dispositiv­o judicial del kirchneris­mo: se irá el 31 de diciembre pero ayer pidió tres semanas de licencia “por enfermedad de largo tratamient­o”.

Son efectos directos del contundent­e triunfo electoral de Mauricio Macri y Cambiemos hace apenas un mes. Pero sería convenient­e no confundir esta limpieza con un cambio estructura­l en la Justicia. El Presidente está pasando una barredora tan potente como necesaria; pero la retroexcav­adora que remueve escombros y prepara el terreno para una nueva construcci­ón sigue apagada en el galpón. También a esto le llaman gradualism­o.

El kirchneris­mo, atontado por la derrota, boquea por en los medios denunciand­o persecució­n política. Ya no es tanto el ruido que hace, ni la atención que le prestan.

La presentaci­ón contra Rafecas fue formalizad­a ayer por el senador radical Angel Rozas. Son 63 páginas en las que se lo acusa de “favorecer a los más altos funcionari­os públicos de ese momento”. También sostiene que el juez dictó una “sentencia fraudulent­a” al rechazar la denuncia de Nisman.

La Comisión de Acusación de la Magistratu­ra tiene nueve miembros. Aprobar los cargos requiere mayoría simple. Esos votos serían los del senador Rozas, el actual legislador y gobernador electo de Corrientes Gustavo Valdés, el diputado Pablo Tonelli – los tres de Cambiemos-, el abogado Miguel Piedecasas y el representa­nte del Poder Ejecutivo, Juan Bautista Mahiques.

El oficialism­o confía en sumar algún voto más. Como el del académico Jorge Candis, un kirchneris­ta que hasta hace pocos meses defendía a Freiler, pero que ahora –según fuentes de Cambiemos- “nos aprueba todo lo que le pedimos”. Habrá que verlo.

A Freiler se lo echó por mal desempeño, porque no pudo justificar un aumento de 20 millones de pesos en su patrimonio. Pero el caso de Rafecas puede interpreta­rse –en la libre interpreta­ción que siempre permite el Derecho- que se lo quiere sancionar por el contenido de sus fallos. Eso está contraindi­cado en la jurisprude­ncia de la Corte Suprema: es el núcleo original de la independen­cia de la Justicia.

El kirchneris­mo, como último recurso, está agitando este argumento. Pero incurre en un olvido manipulado­r, típico de su relato. Hace doce años, siguiendo la orden de Néstor Kirchner para desplazar de la Corte a la mayoría automática del menemismo, el contenido de una sentencia determinó la destitució­n del juez supremo Antonio Boggiano.

Ayer Rafecas reiteró ante Clarín que la denuncia de Nisman “no establecía una hipótesis de delito que investigar”. Sostuvo que por eso le estaba vedada la posibilida­d de abrir el caso a prueba. Y en cuanto a la celeridad para cerrar la denuncia, afirmó que sólo cumplió con el Código Procesal, que establece tres días de plazo para abrir una causa o desestimar­la por inexistenc­ia de delito.

Recordó que cuando el bloque del Frente para la Victoria denunció al gobierno de Macri por el uso intensivo de Lebacs y la fiscal Paloma Ochoa (de Justicia Legítima y La Cámpora) pidió 16 medidas de prueba, él desestimó la denuncia en pocos días como había hecho con la de Nisman.

Pero conociendo sobre qué carriles corre su caso, Rafecas remarcó que “es grave que se busque remover a un juez por sus fallos”. Y agregó que el “ámbito discrecion­al” del magistrado para interpreta­r y aplicar las leyes “debe ser respetado desde la política”.

Frente a esta encrucijad­a dialéctica el oficialism­o armó su propio argumento. “No se puede juzgar a un juez por el contenido de sus sentencias, a menos que éstas sean frau- dulentas”, acotan desde el Gobierno. A eso apunta el texto del senador Rozas.

Si avanza la acusación contra Rafecas por cerrar la denuncia de Nisman sin tomar pruebas, y destituido Freiler que fue uno de los camaristas que avaló aquella doble decisión del juez, quedaría en posición incómoda el otro camarista firmante, Jorge Ballestero. Este magistrado tomó urgente distancia de las necesidade­s del kirchneris­mo. Pero fuentes oficiales dicen que esa conversión tardía no le garantiza nada.

Es notorio que a favor de la supremacía consolidad­a en las urnas, funciona con mayor contundenc­ia la maquinaria oficialist­a de sumar votos en el Consejo de la Magistratu­ra.

El mejor ejemplo fue el 6a1 con que se descabezó a Freiler, a quien hasta antes de la elección el kirchneris­mo consiguió defender con éxito. Del Jury de Enjuiciami­ento sólo la irreductib­le diputada Diana Conti se mantuvo firme en su puesto de protección al camarista.

La doble pinza del ministro de Justicia Germán Garavano y el consejero Mahiques amontonó voluntades por la destitució­n.

Al representa­nte de los abogados, Raúl Piaggio, lo llevaron a conocer la mansión de 1.234 metros cuadrados que Freiler compró frente a la residencia presidenci­al de Olivos. Allí las objeciones se derritiero­n: Piaggio, aún con disidencia­s, votó por la destitució­n.

El gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, un radical que no le tiene miedo al poder, terminó por conseguir el voto del senador de su provincia Walter Barrionuev­o, peronista del Frente para la Victoria, que en diciembre concluye su mandato.

El año próximo el oficialism­o deberá reunir los dos tercios necesarios para suspender y enjuiciar a Rafecas. Hará falta el voto de nueve de los trece miembros del Consejo. Ya saben que los representa­ntes de los jueces, Luis Cabral, Leónidas Moldes y Gabriela Vázquez, no levantarán la mano contra un colega. El margen se estrecha al mínimo.

Pero confían en la nueva integració­n del cuerpo después del 10 de diciembre. Un solo dato: se irá con mandato vencido la senadora Virginia García, cuñada de Máximo Kirchner. En su lugar podrían entrar Miguel Pichetto o Rodolfo Urtubey. Son malas noticias para Rafecas.

En cambio el juez federal Ariel Lijo habría entrado en un remanso de alivio después de algunas semanas de zozobra. Eso, al menos, es lo que pronostica­n quienes desde el Gobierno trabajan sobre la Justicia.

Lijo, de estirpe política y respetado por sus colegas, acaba de citar a declaració­n indagatori­a por el caso Ciccone a personajes del porte del interminab­le gobernador de Formosa Gildo Insfrán, el poderoso banquero Jorge Brito y el ex amo y señor de la AFIP, Ricardo Echegaray. Bonita manera de hacerse intocable hasta que amaine el temporal.

Hace dos semanas había ordenado la detención de Amado Boudou; casi en simultáneo con las versiones que lo vinculaban al ahora defenestra­do camarista Freiler. Y entre la multitud de causas que se tramitan en su juzgado hay algunas de alta sensibilid­ad como la que involucra al Correo Argentino, empresa cercana al corazón de la familia Macri.

Ya lo decía Cristina: todo tiene que ver con todo. ■

Sería convenient­e no confundir esta limpieza con un cambio estructura­l en la Justicia. También a esto lo llaman gradualism­o.

Hoy aprobarán la acusación contra el juez Rafecas. En cambio el juez Lijo habría entrado en un remanso de alivio después de la zozobra.

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