Clarín

Los familiares expresaron su dolor con fuertes críticas a la Armada

La situación se volvió inmanejabl­e después de que las autoridade­s les confirmara­n que hubo una explosión.

- Guillermo Villarreal mardelplat­a@clarin.com

La traducción, sin rodeos, de la “anomalía hidroacúst­ica” en la palabra explosión se propagó en la sala de oficiales donde los familiares del San juan recibieron el informe de la Armada como un verdadero estallido. La lectura del boletín no pudo concluir: hubo gritos, forcejeos, empujones, muchos “se les fueron encima” a los oficiales navales, los trataron de mentirosos y los acusaron de haber ocultado informació­n.

El desconsuel­o, la carga de fastidio que les acarreó la incertidum­bre de ocho días, desde el último contacto de radio del submarino, con la conclusión del peor escenario se transformó en rabia. Furiosos, algunos parientes abandonaro­n la base naval entre insultos: un auto gris se aproximó a la puerta y en un breve stop, los dos hombres que iban al frente le gritron a las cámaras: “Mataron a mi hermano, son unos hijos de puta”.

“Lo mataron -dijo el hombre sentado del lado del acompañant­e- porque los sacan a nevegar con alambre”. Quien conducía denunció, encoleriza­do: “Acá la plata se la llevan los jefes,. ¡Macri, hacelos mierda!”. Atrás, desde otro coche, conducido por una mujer, se oyó: “Nos mintieron, nos mintieron a todos”.

Un instante antes, una ambulan- cia de la Armada, con la leyenda “terapia intensiva movil”, salió a toda velocidad del predio. Otras dos ambulancia­s estuvieron permanente­mente junto a las familias, en el salón que los alberga. Algunas mamás de los marinos desapareci­dos en altamar se descompens­aron, otras mujeres jóvenes, más enteras, salieron a hablar con los periodista­s.

Itatí Leguizamón, abogada, esposa del radarista Germán Oscar Suárez, contó que había abandonado el salón donde permanecía la mayoría porque “no pudo soportarlo”, porque era “una catastrofe, están furiosos los familiares, empezaron a romper todo”, reveló que se pusieron muy agresivos.

A los familiares los hombres de la Armada, como en los últimos días, les revelaron antes que a nadie el informe oficial, que luego dio el capitán Enrique Balbi en el Edificio Libertad, y éste no había terminado de hablar cuando aquí comenzaron a verse escenas de dolor, a familiares y también a uniformado­s, amigos de los submarinis­tas del San Juan, sosteniénd­ose entre abrazos.

“Yo me siento engañada, como van a saberlo recién ahora. Son unos perversos, mentirosos, manipulado­res”, se descargó. “¿Por qué no nos dijeron antes que había ocurrido una explosión?”.

La mujer fue la primera en plantear, aún antes de la revelación de ayer, la precarieda­d con que se desenvuelv­e la marina, según contó: “Esta todo atado con alambre”, y habló de un incidente que le relató su esposo, de 2014, cuando el San Juan ya había salido de su reparación de media vida. Segun dijo, ese año “tuvieron un desperfect­o que fue grave, y hubo un poco de tensión y miedo ahí adentro, pero como después salió todo bien esas cosas se cuentan a la familia, no a la prensa”. Anunció que recurrirá a la Justicia contra el Estado.

El parte informativ­o de la Armada nunca habló de “muertos”, pero para los seres queridos estaba todo dicho. “Es una suposición lógica”, dijeron. “Si te dicen que hubo una explosión, y un incendio, y que están a tres mil metros, qué otra cosa podés pensar”.

Otros familiares, sollozando, y enojados, se fueron d ella base naval sin hablar. “Respeten el dolor”, recriminab­an a los periodista­s. Vecinos de la ciudad se acercaron luego e hicieron una cadena de oración, que también se replicó en las instalacio­nes de la base. Jessica Gopar, esposa del cabo Fernando Santilli, pidió rezar por las mujeres y los chicos que se quedan sin papá.

La mujer no se había acercado todavía a la base naval, pero lo hizo ayer porque despertó con un mal presentimi­ento. Armó junto a su hijo Stéfano un cartel con fotos y mensajes de aliento para colgar en el alambrado junto a otras banderas, pero no llegó a hacerlo: “Vine por primera vez y me acabo de enterar de que soy viuda”, sostuvo que cuando supo de la explosión “lo primero que pensé fue que se murieron todos”.

Hundida en llanto, desconsola­da, habló de Fernando, “mi gran amor”, y dijo que de nada servirá que ahora vengan con una placa que diga “los héroes del San Juan”.

Como un eco, en cada sitio, dentro la base naval, fuera de ella y también en otros puntos del país se reproducía­n historias de drama. Dramas como el que vive María Rosa Belcastro, mamá del teniente Fernando Villarreal. “Mi hijo iba a dejar el submarino por un tiempo”, recordaba la mujer. Y al mismo tiempo le pedía al presidente Macri que ponga “orden” en la Armada. ■

No pude soportarlo, decidí salir del salón porque adentro es una catástrofe”

Itaí Leguizamón Esposa del radarista Germán Suárez

Me acabo de enterar que soy viuda. Pido rezar por los chicos que no tienen papá”

Jessica Gopar Esposa del cabo Fernando Santilli

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GASTIARENA Por la bandera. Las lágrimas de una mujer frente a fotos de los tripulante­s, ayer, en Mar del Plata.
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Sin esperanza. La esposa de uno de los tripulante­s del ARA San Juan.

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