Clarín

La chica de remera gris que nos dijo todo sin hablar

Las palabras y los gestos. La explicació­n oficial y el enorme desamparo de los parientes reunidos en Mar del Plata.

- Héctor Gambini hgambini@clarin.com

Habla Balbi, el vocero de la Armada. Está serio. Elige el tono pero, sobre todo, elige las palabras. El miércoles había armado una fórmula de dos términos que remitía a la verdad sin decirla: anomalía hidroacúst­ica. Ayer amanecimos tratando de explicar el verdadero alcance del eufemismo.

A la mañana las palabras buscan nuevas volteretas para acercarse, aún, un poco más. ¿Cómo decirlo? Esta vez se habla de un evento corto violento no nuclear. La fórmula no resiste a la primera pregunta. Sí, fue una explosión. Eso dice, al final, la Armada.

Mientras nos concentram­os en un instante en un largo suspiro del vocero Balbi, que traga saliva, las pantallas partidas de los canales de noticias nos muestran a una chica de remera gris derrumbada, arrodillad­a, haciéndose un ovillo con alguien de buzo azul al que no le alcanzan los brazos para abrazarle el dolor.

La chica hunde su cabeza entre los hombros de su compañía. Cada tanto contrae y expande la espalda, como quien toma aire para volver a deshacerse en llanto.

Esa imagen en Mar del Plata y en simultáneo no necesita palabras. No hay nada que el vocero Balbi pueda decir ni que los periodista­s puedan preguntarl­e para aclarar lo que está pasando más que la chica de la remera gris. Ella llora y lo aclara todo sin decir una palabra.

Balbi habla, pero la que dice es la chica de la remera gris.

A ella le siguen los abrazos de hombres grandes, gordos, rudos, que lloran como nenes. Un ancla inclinada sobre el césped de la base naval de Mar del Plata deja ver sólo su parte superior. Una cruz inmensa. Una cruz oxidada sobre los abrazos interminab­les.

Termina Balbi, agradece, se retira y Mar del Plata se vuelve furia.

“Son unos perversos que nos manipularo­n. No nos dijeron la palabra muertos pero, ¿qué se puede entender?”, grita Itatí Leguizamón, la esposa del oficial que manejaba los radares en el ARA San Juan.

Le preguntan si alguien les había prohibido hablar. “A mí nadie me va a prohibir nada. Yo soy abogada y voy a hablar todo lo que quiera. Si él ya no está, qué me importa. Que se sepa todo. Son unos desgraciad­os perversos. Nos tuvieron acá una semana, ¿para esto?”. Itatí pone su dolor en palabras. En las suyas, tan distintas, tan viscerales.

Entre la ansiedad y la confusión por entender lo que quieren decirles, los familiares oyen palabras como Embajador, Austria, Organizaci­ón, Pruebas, Nucleares, Unidades, Mapeos o Incidentes.

Pero no pueden huirle al triángulo que los encierra en el estallido de sus emociones contenidas: miércoles 15. 10.31 horas. Explosión. Ya está. Digan lo que digan, sienten que ellos están como la chica de la remera gris. Ya no pueden decir más nada. Sólo empezar a preguntar.

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AFP Una imagen elocuente. Ayer, tras confirmars­e la explosión, el dolor de la chica de remera gris.

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