Clarín

ARA San Juan: reflexione­s necesarias

- José Manuel Ugarte

Doctor en Derecho y profesor de la UBA, especialis­ta en Defensa. Corredacto­r de las Leyes de Defensa Nacional y Seguridad Interior

Frente a un drama como el representa­do por el submarino ARA San Juan, estimamos útil examinar sus causas profundas. A esto se dirige este artículo. El 29 de junio de 2017, Infobae publicó que el 21 de junio de este año la Fábrica Argentina de Aviones encargada de la prestación de horas de vuelo a la Fuerza Aérea Argentina en los aviones entrenador­es Grob 120 TP, adquiridos hace tres años, había resuelto suspender el servicio por falta de pago, por no contarse con los fondos que permitiera­n la adquisició­n de repuestos. El 19 de octubre, Clarín informó sobre la caída de uno de los referidos entrenador­es, logrando salvarse los dos pilotos.

En un artículo publicado el 30 de Agosto de 2016, el instituto hindú IDSA recordaba que en 2012 tres buques argentinos habían experiment­ado problemas debido a falta de mantenimie­nto y error humano, y que en 2014 el encallamie­nto del submarino Santa Cruz (TR 1700, gemelo del San Juan) había revelado que el mantenimie­nto del casco era pobre.

La publicació­n británica UK Defence Journal señaló el 7 de setiembre de este año que las tripulacio­nes submarinas (argentinas) a pesar de beneficiar­se de una reciente modernizac­ión (del San Juan) necesitan al menos 190 días de práctica submarina y en 2014 sólo pasaron 19 horas sumergidas.

En su edición de 2017, The Military Balance señalaba que en el caso argentino, las capacidade­s operaciona­les habían declinado por una falta de inversione­s y una erosión general de las prácticas de mantenimie­nto.

Esta serie de ejemplos sirve para hacer evidentes los efectos de una inadecuada distribuci­ón de erogacione­s que desde 1993 hasta hoy -24 años- caracteriz­a al presupuest­o de defensa y que lo hace insustenta­ble, de entre el 80 y el 85% en personal, entre el 10 y el 15% en funcionami­ento (mantenimie­nto, combustibl­e, adiestrami­ento) y entre el 5 y el 0% en equipamien­to. En relación con el PBI, entre 1996 y 2016 ha oscilado entre 1,2 y 0,8%.

Por otra parte, a partir del año 2002 comenzó a producirse un crecimient­o en el número de oficiales de alta graduación en las Fuerzas Armadas, que los llevó a un número superior al que tenían en 1983, cuando el número de personal militar era más del doble del actual. Así, en la Fuerza Aérea, se pasó de 211 comodoros para un efectivo total de 21.903 en 1983, a 525 comodoros en 2014, para una Fuerza con un efectivo total de 12.907. Esta circunstan­cia –la gran proporción de oficiales de alta graduación- ha influido decisivame­nte en el monto representa­do por los gastos en personal. Además, ha determinad­o una profusión de estructura­s burocrátic­as.

Es bajo el presupuest­o de defensa para Argentina. Es preciso incrementa­rlo. Pero también hay que tener en cuenta que con una suma menor, Perú mantiene tres escuadrone­s de cazabombar­deros de cuarta generación y una flota de un crucero, 6 submarinos, y 7 fragatas, con un número de personal militar mayor. Es que Perú gasta mejor. Con mayor gasto, Chile es un ejemplo de eficacia y eficiencia en la materia.

Recienteme­nte se ha hecho un esfuerzo importante por reequipar a las Fuerzas Armadas a través del Decreto 595/2017, por aproximada­mente 800 millones de dólares, la compra de equipamien­to militar más importante desde la recuperaci­ón de la democracia. Pero paradójica­mente, tal inversión no va a mejorar sensibleme­nte las (in) capacidade­s militares del país, por tratarse de equipamien­to redundante y útil mayoritari­amente para tareas de naturaleza policial. La moraleja es clara: no se trata de gastar satisfacie­ndo pedidos.

Aquí no hay Fuerzas Armadas víctimas de una dirigencia política irresponsa­ble. Quienes han formulado política de defensa en el país –con puntuales excepcione­s- son correspons­ables junto con las sucesivas conduccion­es de las Fuerzas Armadas en la aplicación de una política en la cual, por espacio de un cuarto de siglo, la casi totalidad del gasto correspond­ía a personal, con una excesiva proporción de oficialida­d de alta graduación, mientras que el adiestrami­ento y mantenimie­nto recibían una suma insuficien­te, y no se compraba material.

Esto explica la actual situación. Así, Argentina tiene una gran proporción de material aéreo inoperable, a menudo canibaliza­do por falta de repuestos, barcos con mantenimie­nto insuficien­te, personal con pobre adiestrami­ento, plataforma­s sin armamento adecuado. En suma: gastando más de cinco mil millones de dólares en defensa, su capacidad operativa es nula.

Es necesario reestructu­rar a las Fuerzas Armadas, restableci­endo adecuadas propor- ciones entre los grados e incrementa­ndo tropa; contar con unidades completas; crear reservas; modernizar­las y reequiparl­as, para cumplir su misión primordial de defensa del país; actualizar­las doctrinari­amente, restablece­r máximos estándares de mantenimie­nto y adiestrami­ento.

Todo eso es posible, pero no puede ser confiado exclusivam­ente a las Fuerzas Armadas. Confiar a las Fuerzas Armadas su propia reestructu­ración fue el primer paso hacia el actual desastre. Se requieren también técnicos capaces sin estado militar, auténticam­ente independie­ntes de aquéllas. En el país existen. Sólo hay que ponerlos a trabajar. También es imprescind­ible el consejo y el trabajo de aquéllos militares –muchos y buenos- que quieren salir de esta situación.

Argentina todavía está a tiempo de hacerlo. Pero ese tiempo no será eterno. ■

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HORACIO CARDO

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