Clarín

La familia y una mística especial

- Pietro Sorba Crítico Enogastron­ómico

Don Chicho es un bodegón histórico. Un lugar en el que se percibe claramente la fuerza, el cariño y el afecto de la conducción familiar. Estas particular­idades se vuelcan en las recetas y la comida que se sirve allí. Y, justamente, que la familia esté involucrad­a desde hace tantos y tantos años, asegura la continuida­d de sus recetas.

La cantina tiene fanáticos que recorren grandes distancias para saborear las albóndigas de la casa o las entradas, que se exhiben sobre un antiguo mostrador con heladera; son simples pero muy sabrosas. Y por supuesto, las pastas que se elaboran todos los días y regalan esa mística especial que tiene el lugar. Es una situación única, entrar a la cantina y ver la elaboració­n de las pastas que vamos a comer en pocos minutos.

Los fieles a Don Chicho no renuncian a ese conjunto de emociones que se desencaden­an cuando uno pasa las puertas de entrada.

casi 300 y vuelcan su experienci­a en www.antigourme­t.com.ar y en sus redes sociales, en donde ya tienen más de 100.000 seguidores.

"A Don Chicho hay que ir para comer pastas. No es de esos lugares con 100 platos, en donde el mozo te asegura que todos son buenos. No, acá la especialid­ad son las pastas, y los fusillis al fierrito son maravillos­os", detalla Matías. Para valientes, el especialis­ta recomienda probar los pickles picantes: "Picantes en serio. Te servís directo de un frasco fabuloso, que pensamos que debe estar en la cantina desde que abrió. De Don Chicho salís con mucha felicidad en el cuerpo", sentencia Pierrad.

Hoy al frente de la cocina está Marlene, esposa de otro Vicente, el bisnieto del original. "En la cocina estoy sola. Yo y nadie más, para que no se arme lío. La cocina es muy estresante, se trabaja mucho. Aprendí todo de mi suegro y puedo darle de comer a 200 personas todas las noches. Termino muerta de cansancio, trabajamos sin tomarnos vacaciones... acá está nuestra vida y nuestra pasión", cuenta Marlene.

Las pastas se sirven con siete salsas a elección: tuco, fileto, scarparo, bolognesa, pesto, rosa y crema. En tanto que la tradición de los fusillis quedó en manos de otras dos mujeres, herederas de Coti: Fiona, su nieta, y Méme, su hermana. Fiona usa el delantal y el fierrito que durante décadas usó su abuela.

Mezclado entre los banderines y las camisetas de fútbol, se destaca un mural con las figuras omnipresen­tes de Vicente y Coti. Vecinos y turistas se mezclan por igual y el bullicio va en aumento a medida que avanzan las veladas; un grupo festeja un cumpleaños, una pareja brinda y dos nenas corren y esquivan mozos. Así, en una esquina de Villa Ortúzar, cada día se renueva el espíritu de una de las cantinas más representa­tivas de la Ciudad. ■

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