Clarín

“Erdogan se dio cuenta que podía hacer a Turquía a su imagen y semejanza”

Timur Kuran. Economista y sociologo turco-norteameri­cano de la Duke University Sostiene que ese fue así en particular desde los cambios constituci­onales de este año y tras la intentona golpista fallida de abril de 2016.

- Francisco de Zarate fdezarate@clarin.com

Ya casi nadie se acuerda pero hace menos de diez años el presidente de Turquía era respetado en el mundo por su gestión económica y la limpieza de su Estado. Con la purga de unos 150.000 empleados públicos y el arresto de miles de periodista­s, opositores, activistas y acadé- micos, muchos se han olvidado de que Recep Tayyip Erdogan es el mismo hombre que en 2005 presidía la última ronda de negociacio­nes de ingreso a la Unión Europea y que en 2009 llevaba a Turquía a rankear mejor que Italia y que Grecia en el observator­io de corrupción de Transparen­cia Internacio­nal.

Economista y sociólogo de la Duke University, Timur Kuran ha hecho de la dualidad de Erdogan uno de sus temas de estudio. Especialis­ta en las particular­idades económicas de los países islámicos y en los falsos consensos que se dan bajo regímenes autoritari­os, el turco-estadounid­ense Kuran describe al mandato del presidente turco como una película de dos entregas en la que la primera parte sólo era una excusa para llegar a la segunda. “Erdogan es una persona con apariencia de demócrata que ganó el apoyo de muchos partidario­s del secularism­o y se convirtió en otra persona cuando neutralizó el poder de los militares”, explicó a Clarín durante una entrevista telefónica.

- ¿Cómo logró un mandatario de orientació­n islamista como Erdogan tanto apoyo entre la amplia clase secular turca?

- Cuando en 2003 ganó las elecciones a primer ministro, una de las cosas buenas que hizo fue seguir adelante con las reformas que tras la crisis de 2001 el ex ministro de Economía Kemal Dervis había impuesto en el sector bancario para darle solidez y reducir sus riesgos. También mantuvo la independen­cia del banco central lograda por el gobierno anterior para dejar de inflar artificial­mente la economía bajando las tasas en cada período electoral. Eso y la apertura al mercado internacio­nal puso al país en una senda macroeconó­mica predecible y positiva. Las exportacio­nes aumentaron, entró mucha plata de fuera y fue Erdogan quien se llevó los laureles por el gigantesco aumento del turismo, de las inversione­s y de la construcci­ón. También ayudaron las negociacio­nes para entrar en la Unión Europea, que hicieron a la economía turca más competitiv­a y, sobre todo, tranquiliz­aron a los seculares. Los hizo pensar que el AKP (las siglas de Justicia y Desarrollo, el partido político de Erdogan) no sería una obstáculo para la occidental­ización de Turquía.

- Según los datos del Banco Mundial, entre 2002 y 2015 también logró reducir los índices de pobreza a menos de la mitad...

- Sí, el cambio era notable. Yo visitaba tres veces al año Estambul y otras grandes ciudades del país y era asombroso ver cómo iban desapareci­endo gradualmen­te las villas miseria, sustituida­s por edificios para la clase media. Los índices de educación también mejoraron mucho, aunque en todos los niveles persistier­on las gigantesca­s desigualda­des regionales, con el este del país que es muchísimo más pobre.

- ¿Y qué pasó con la corrupción?

- Su llegada al poder tiene que ver precisamen­te con eso. El desplome de la lira turca y el derrumbe de numerosos bancos durante la crisis de 2001 había hecho muy impopular a la coalición secular que gobernó al país durante décadas. Eso fue lo que permitió que un islamista como Erdogan pasara de la alcaldía de Estambul a candidatea­rse como primer ministro con la promesa de que un gobierno menos corrupto haría desaparece­r muchos de los problemas. Y así fue en los primeros años. La corrupción no desapareci­ó del todo pero muchos hombres de negocio decían que se habían achicado las donaciones que debían hacer para conseguir grandes contratos. Por eso muchos partidario­s del secularism­o estuvieron encantados con la gestión económica de Erdogan. Sólo así se entien- de que haya sido reelegido una y otra vez, con su partido ganando cada vez más gobiernos locales a lo largo del país.

- ¿La represión a las protestas contra la destrucció­n del parque Taksim de Estambul en mayo de 2013 fue el primer signo de su giro autoritari­o?

- Erdogan siempre ha estado tratando de eliminar al principal obstáculo que le impedía convertirs­e en dictador, que es el ejército. En Turquía, los militares son profundame­nte seculares. Pero gracias a su creciente popularida­d, Erdogan se las arregló para ganar el referéndum constituci­onal de abril, que puso fin a la función de control del ejército. Desde ese momento se puede decir que se ha sentido libre de manejar el país como siempre quiso y comenzar a imponer sus valores culturales. Con la oposición dividida y nada que lo frene, ha comenzado a islamizar Turquía, a quitarle independen­cia al banco central, y a disparar los índices de corrupción dándole todos los grandes contratos a sus amigos. La calidad de la educación ya empezó a bajar y la lealtad ciega se ha convertido en el único criterio para trabajar en el Estado, lo que también empeora la calidad de sus empleados públicos.

- Y sin embargo la economía sigue mejorando, con una estimación de crecimient­o de 4% para 2017, según el Banco Mundial, ¿cómo se explica?

- La razón principal es que en una región con problemas terribles, Turquía sigue siendo un país relativame­nte estable y desarrolla­do. Sus bancos aún son relativame­nte seguros; los mercados, más o menos libres y se puede comprar una casa con buena infraestru­ctura en la ciudad. El boom de la construcci­ón financiada desde el exterior está entre las principale­s causas del crecimient­o. Hay una gran cantidad de dinero entrando desde los países árabes, también desde Irán, Rusia, Ucrania, Azerbaiyán...

- Que puede darse la vuelta en cualquier momento..

- Exacto. La tasa de interés de cortísimo plazo en Turquía está muy por encima de los niveles internacio­nales y eso está atrayendo mucho dinero caliente. Pero la economía turca está entre las más frágiles de las emergentes por la cantidad de deuda que vence el próximo año. Si la li- ra pierde un 20% de su valor, o si hay otro shock en el sistema financiero mundial, Turquía será la más afectada de las economías emergentes. Por no hablar del deterioro económico a largo plazo que implica el éxodo de los turcos más talentosos, que están yéndose del país por la islamizaci­ón del sistema escolar, la represión, y la falta de confianza en el actual sistema político turco. Pocos creen que Erdogan vaya a permitirse una derrota en las urnas.

- ¿Cuánto influyó la crisis económica mundial en el giro autoritari­o de Erdogan?

- Tal vez haya sido un factor pero no hay que olvidar que a Turquía le había ido bastante bien en la crisis de 2008 gracias a las reformas bancarias hechas tras el 2001. En mi opinión, la crisis global fue solo una coincidenc­ia. Erdogan siempre supo que quería quedarse en el poder. Cuando neutralizó al ejército con el cambio constituci­onal de abril se dio cuenta de que ahora sí podía hacer el país a su imagen y semejanza. Igual que Ataturk.

- Sólo que en el sentido contrario a las reformas seculares de Ataturk...

- Exacto.

- Además de la construcci­ón, hay sectores que siguen bien, como el alimentari­o, el de fabricante­s de televisore­s, o el automotriz, ¿por qué?

- La lira turca perdió valor en los últimos tres años y eso favoreció un boom de las exportacio­nes. El problema es que no ha habido inversión en alta tecnología. Las exportacio­nes en ese sector están por debajo de las brasileñas o las mexicanas y sólo un poco mejor que las rusas. Otro fenómeno preocupant­e es el fondo soberano que Erdogan creó para meter en él a todas las empresas donde el estado tiene una participac­ión mayoritari­a. No tiene ninguna transparen­cia y él lo maneja directamen­te, así que hemos pasado de empresas que informaban periódicam­ente sobre su salud financiera a casi ningún reporte. Podrían estar financiand­o gastos militares o cuentas en las Islas Bahamas y no sabríamos nada. La pérdida de transparen­cia es muy mala para el futuro de la economía.

- ¿Cómo ha influido en la economía la llegada de tres millones de refugiados sirios?

- No tienen permiso de trabajo, no están protegidos por las leyes laborales y cobran menos que el salario mínimo. Un montón de mano de obra barata para las empresas, principalm­ente de construcci­ón, que lo han sabido explotar. Aunque también ha habido costos, en términos netos ha sido beneficios­o para la economía.

- Pero malo para los turcos con poca educación y recursos económicos...

- Si, sus sueldos se han mantenido bajos por esto.

- ¿No son esos turcos de pocos recursos la principal base electoral de Erdogan? ¿Podrían retirarle su apoyo?

- Sí. Y Erdogan también podría aumentar la represión. En muchos regímenes del mundo con una mala situación económica, si la gente no protesta es debido la represión policial.

- ¿Qué papel han jugado las elites turcas?

- Por ahora, un juego doble. A la mayoría no le gusta Erdogan pero tienen que seguirle la corriente para conseguir los contratos, la financiaci­ón y no ser castigados con los impuestos. Pero si en algún momento sienten que criticarlo no es tan peligroso, habrá muchos dirigentes de grandes empresas haciendo fila para pedir que lo enjuicien.

- ¿Va a ser menos peligroso en algún momento?

- No podemos saber cuándo llega un momento así. Segurament­e será algún tipo de shock que ahora no podemos predecir. ■

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Razones del auge y el encierro. El economista y sociólogo Kuran denuncia la dualidad de Erdogan y los falsos consensos que se suelen dar en los gobiernos de raiz autoritari­a. AFP

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