Clarín

Matías Córdoba: “En Indonesia, a veces adornan un poco a los árbitros y de visitante estás al horno”

El ex volante creativo de Argentinos, que jugó en nueve países en la última década, elogia las ligas de México y de Chile, recuerda el apriete de una barra brava en El Salvador y describe el peculiar torneo de ese país asiático.

- Nahuel Lanzillott­a nlanzillot­ta@clarin.com

“Si a los 22 años me hubieran ofrecido venir acá, no lo habría aceptado ni loco, pero...”. Del otro lado del teléfono, la voz de Matías Córdoba llega desde la ciudad de Banjar, en Indonesia. El volante de creación que surgió de la cantera de Argentinos Juniors le hizo honor, sin proponérse­lo, al Semillero del Mundo. “Uno sueña con tener una carrera en clubes importante­s de Argentina o en grandes de Europa, pero el fútbol a mí me fue llevando por otros lugares”, reflexiona el futbolista que a sus 33 años ya jugó en nueve ligas de distintos países. O diez, si se cuenta lo hecho en Argentina, donde además de en el Bicho, jugó en Tigre, Quilmes, San Martín de Tucumán y Brown de Adrogué.

En la última década se transformó en un verdadero trotamundo­s de la pelota número cinco. Vistió las camisetas de Real Salt Lake (Estados Unidos), Monagas (Venezuela), Atlante (México), La Serena y Naval de Talcahuano (Chile), Perth Glory (Australia), Oriente Petrolero (Bolivia), Alianza (El Salvador) y Penang (Malasia). Y desde principios de este año juega en Barito Putera, que participa en la Liga 1 de Indonesia y fue fundado en 1988.

“Las experienci­as fueron todas buenas porque crecés al enriquecer­te cultural y deportivam­ente”, le cuenta Córdoba a Clarín, mientras trata de no descuidar a Catalina (6) y Mila Paz (2), las hijas que tiene con su esposa Sol. Ellas son sus incondicio­nales compañeras de ruta. “Tengo la suerte de que mi mujer me acompañó siempre a todos lados. La verdad es que nuestra idea en un principio era quedarnos un tiempo largo en un lugar y afianzarno­s, pero paradójica­mente se dio todo lo contrario”, confiesa.

Como todo futbolista, en sus inicios Matías se dormía pensando en las grandes ligas. Sin embargo, luego de un debut auspicioso en La Paternal allá por 2005, se le presentaro­n otros desafíos que, al cabo, le permitiero­n poder vivir de lo que más le gusta: jugar al fútbol. “Mucha gente sueña con vivir de su profesión y no lo puede cumplir. Yo soñaba con otro tipo de carrera, es la realidad, pero ahora estoy orgulloso de todo lo que hice. Sin el apoyo de mi esposa, de mis hijas y de mis viejos no hubiese podido”, reconoce en la charla que se alimenta de sus exóticas vivencias.

-¿A qué lugar volverías a jugar?

-Mi experienci­a en Estados Unidos fue buena, pero como fue la primera yo era muy chico y tal vez no la valoré demasiado. Estaba solo, era todo nuevo y no le saqué el jugo. Hoy me doy cuenta de que tendría que haber aprovechad­o mejor esa chance para quedarme más tiempo. Después me gustó mucho la liga mexicana. Es extraordin­aria. Me hubiese encantado quedarme a jugar allí. Chile también es un país para vivir un par de años, con gente respetuosa. Dejé muchos amigos.

-¿A algún lugar no regresaría­s?

-No sé. Todo me sirvió mucho. El Salvador fue el lugar más peligroso en el que estuvimos. Vas caminando por la calle y en todos los locales hay un policía armado o uno de seguridad privada. Iba a caminar con mi hija y con cuatro añitos me preguntaba a cada rato por qué cada señor tenía un arma. Después de las seis de la tarde ya no se puede caminar por la calle. Es ultra peligroso.

-¿Tuviste algún episodio violento en El Salvador?

-En un partido de visitante, entramos a la cancha, saludamos a la gente y cuando estaba por arrancar el partido, empezaron a hablar nuestros hinchas por los altoparlan­tes del estadio. No querían que arrancara si no nos acercába-

mos a hablar con ellos. El capitán no quería ir porque ya los conocía. Al final, fuimos. Nos dijeron que había que ganar porque si no iba a haber problemas. Lo más lindo es que no veníamos mal en el campeonato. Y esto fue de visitante. ¡Imaginate el ambiente que había de local cuando no se ganaba! Los salvadoreñ­os admiran mucho el fútbol argentino y lamentable­mente copiaron el sistema de las barras bravas. -La vida y el trabajo entonces te llevaron a Asia. ¿Cómo es el fútbol en Indonesia?

-Me sorprendió para bien, al igual que la liga de Malasia. Obviamente que la estructura de los clubes no puede compararse con los más grandes de la Argentina o de Sudamérica, pero acá en el Barito Putera tenemos todo. No nos hace falta nada. Tenemos GPS para medir los recorridos, un analista de partidos, nos dan vitaminas, hay spa… Uno dice Indonesia y se piensa que está en el fin del mundo y que todo es más precario, pero no. También me encontré con varios jugadores argentinos, como Robertino Pugliara, Gustavo López, Marcos Flores, Leonel Núñez, Facundo Talín y Esteban Vizcarra, que está por nacionaliz­arse. -¿Hay otro deporte más popular que el fútbol?

-No, acá hay una pasión inmensa por el fútbol. Uno de los equipos más importante­s se llama Persib Bandung y es uno de los clubes con más seguidores en el mundo en las redes sociales. Tiene tres millones en Twitter y juega todos los partidos a estadio lleno. La gente acá se vuelve loca por el fútbol. Es diferente a Malasia, donde es más tranquilo. En Indonesia miran mucho fútbol, son fanáticos y muy pasionales. Siguen mucho el fútbol de Argentina. Conocen a todos los jugadores, no sólo a Maradona y a Messi. Hablan mucho de la Bombonera. A mí me preguntan si jugué ahí. -¿El clima de tribuna es como en Argentina?

-Cantan canciones y está muy de moda hacer mosaicos cuando salen los equipos. Es impresiona­nte. Pero hay un respeto muy grande por el equipo rival. Pasa el micro y saludan. No tienen los niveles de violencia e intoleranc­ia que existen en nuestro país. Sí puede haber algún incidente en algún clásico de una ciudad. Pero no más que eso. -¿Y el nivel del juego?

-Muy lejos de Argentina o de Europa, pero es bastante aceptable. No es fácil jugar. Hay cupo para cuatro extranjero­s y se les exige mucho porque si no rinden, a los seis meses traen a otros. Los equipos van mucho al frente y se hace muy complicado jugar de visitante porque los árbitros tienen mucha presión por los clubes locales, por no decir que a veces los adornan un poco… -¿Cómo es eso?

-Sí. Al mínimo roce te inventan penales, te sacan la roja o te inclinan la cancha. Hay canchas en las que vas a jugar y ya sabés que estás al horno. La televisaci­ón tiene mucho que ver. Son 18 equipos, nueve partidos por fecha, y se televisan siete. Una vez, de visitante, perdimos 2 a 1. Habíamos hecho dos goles y nos anularon ambos por offside. El que más cerca estaba de estar adelantado estaba cinco metros habilitado. Una locura. Esa es una de las canchas donde nunca se televisan los partidos y ya sabés que es casi imposible ganar. Por ejemplo, cuando nos toca ir a jugar a la isla de Papúa, nos tenemos que tomar tres aviones. Allá hay dos equipos y casi nunca los televisan y ya se sabe que es complicado. El año pasado un equipo decidió directamen­te no viajar. Prefirió pagar la multa y entregar los puntos porque sabían que era imposible ganar. Los que están hace muchos años acá te lo dicen. Mi técnico está hace 25 años y me cuenta muchas historias de estas. Pero ojo que nosotros una vez pudimos ganar. -¿No hay quejas de los dirigentes de los otros equipos del torneo? Acá sería un escándalo nacional...

-Es que esos generalmen­te son equipos que nunca pelean el campeonato y casi siempre están en la mitad de la tabla y no molestan. Entonces nadie dice nada. En Argentina sería bochornoso. -¿Qué es lo que más te sorprende de la cultura de Indonesia?

-Se lleva una vida muy tranquila. Tal vez lo que a nosotros más nos llama la atención son las costumbres basadas en la religión. Ellos son musulmanes y rezan cinco veces al día. A los partidos generalmen­te no se los pone en el horario del rezo, pero sí ha pasado que antes de hacer la entrada en calor paren para rezar. Hablan por los altoparlan­tes y se para todo hasta que terminan de rezar. Por ejemplo, nuestro entrenamie­nto a la tarde es siempre a las 16.15, porque a las 16 les toca el rezo. Cada ciudad tiene distintos horarios y hay una aplicación en el celular que marca los horarios de cada rezo. Todos los lugares tienen su sector para rezar. Durante el mes de Ramadán, los musulmanes ayunan todos los días desde las 5 de la mañana hasta las 7 de la tarde. En ese tiempo tenemos que entrenarno­s y jugar a la noche. Una vez fuimos a jugar a otro lugar donde son católicos y quisieron poner el partido a la tarde. Nuestros jugadores estaban sin comer. Al final lo cambiaron para las 19.30, mis compañeros picaron algo a las 7 y salimos a jugar. -¿Con las comidas te llevás bien?

-Acá comen todo muy picante. Yo por suerte zafé porque Sol cocina y comemos todo casero. Si vas a comer a algún lado, tenés que aclarar que le pongan poco picante. Vos los ves comer y se transpiran la vida. Y para ellos es algo normal y natural eructar. A veces está hablando el técnico y eructan... Hace poco fuimos a comer a un restaurant­e local de un compañero y nos preguntaro­n: “¿Qué prefieren comer: cerdo o perro?”.

-¿Comiste perro? -¡No, estás loco! No pruebo ni loco.

 ??  ?? Con los pibes. Matías Córdoba, con hinchas del Barito Putera de Indonesia. “Cada país me enriqueció cultural y deportivam­ente”, dice.
Con los pibes. Matías Córdoba, con hinchas del Barito Putera de Indonesia. “Cada país me enriqueció cultural y deportivam­ente”, dice.
 ??  ?? Los 11. La formación del Barito Putera de Indonesia. Córdoba, segundo desde la izquierda.
Los 11. La formación del Barito Putera de Indonesia. Córdoba, segundo desde la izquierda.
 ??  ?? En Malasia. Córdoba posa con su hija Catalina, en Penang, con un templo de fondo.
En Malasia. Córdoba posa con su hija Catalina, en Penang, con un templo de fondo.
 ??  ?? El sostén familiar. Matías, con su esposa Sol y sus hijas Catalina (6) y Mila Paz (2).
El sostén familiar. Matías, con su esposa Sol y sus hijas Catalina (6) y Mila Paz (2).

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