Clarín

Fernando, el marino que no le contaba a su mamá cuando partía mar adentro

Vocación. Creció en Punta Alta y siempre soñó el océano como destino.

- Gabriel Bermúdez gbermudez@clarin.com

Punta Alta, ubicada frente a la base naval de Puerto Belgrano, alojó a varios de los tripulante­s del ARA San Juan, en algún momento de sus vidas militares. Por estudios o asignación a los buques de la flota de Mar, muchos de ellos vivieron en esa ciudad que se mueve al ritmo del apostadero militar. El teniente de navío Fernando Vicente Villarreal (38) creció en Punta Alta. Fue a la escuela 2 Domingo Sarmiento, donde llegó a ser abanderado y luego a la técnica 1, de la que egresó con el mejor promedio en 1998. Lo recuerdan como un excelente alumno y muy buena persona. Es hijo de María Rosa, una querida docente de Punta Alta. La misma que le pedía a Fernando que no le avisara cada vez que salía a navegar. Antes de viajar a La Plata, para estudiar en la escuela naval Río Santiago, Fernando jugó al básquet en Comandante Espora. Sus amigos coincidier­on en definirlo como altruista, solidario y muy respetuoso. Ya egresado, viajó como guardiamar­ina en la fragata Libertad, abordó otros navíos brasileños de superficie y estuvo en Perú. La especialid­ad de submarinis­ta lo llevó finalmente a Mar del Plata, donde se radicó con Martina, quien hace 3 años lo hizo papá.

El destino quiso que antes de salir a la mar por última vez volviera a la ciudad donde nació. “Recordó los lugares donde íbamos cuando vivíamos ahí: el correo, los museos. Nos mandó fotos de cada sitio de Ushuaia”, recordó en la semana su padre Jorge. “Estaba realmente muy bien”, acota su hermana Natalia, quien atesora el recuerdo de su último cumpleaños. “Fue en septiembre y vino a celebrarlo conmigo. Pasamos un hermoso momento”, dice. “El submarino era su vocación, lo amaba”, acota Natalia. No recuerda algún comentario negativo sobre el estado del ARA San Juan al que se haya referido Fernando. “Siempre hablaba bien. Se lo notaba entusiasma­do cuando lo estaban reparando”, añade y rescata de su hermano la gran vocación por servir a la Patria. “Por eso no quiero que sea olvidado. Vamos a luchar toda la vida para que esto se aclare”, avisa.

Lo dice al frente de una concentrac­ión de vecinos, de la que participó el viernes frente al acceso a la base Puerto Belgrano, desde donde se coordina la búsqueda. Allí realizaron un abrazo simbólico y rezaron. “Rezamos por ellos para que estén vivos o que descansen en paz pero que están tranquilos. Lo único que pido es que regresen a casa, con nuestra familia”, implora Natalia.

Reconoce que sus padres, que desde el fin de semana pasado están en Mar del Plata, quedaron shockeados tras la confirmaci­ón de la explosión que habría afectado al submarino. “Están destruidos, muy dolidos”. El más afectado es Jorge, el papá, marino retirado. “Él confió mucho en lo que le decían desde la Armada y ahora siente que lo decepciona­ron”, afirma Natalia y pide, otra vez, que nadie olvide l grandeza de su hermano. ■

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Fernando y su madre. Detrás la Fragata Libertad, con la que navegó.

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