Clarín

¿Otra guerrilla ensombrece la Argentina?

- Alberto Amato alberamato@gmail.com

¿Hay una nueva guerrilla en la Argentina? Si la hay, el Gobierno debería admitirlo sin eufemismos y anticipar cuáles son sus alcances, su peligro potencial, la cantidad y calidad de elementos y armas que la componen y cómo va a enfrentarl­a. Sin eufemismos. La ministra de Seguridad dijo el lunes que quería “caracteriz­ar y conceptual­izar que estamos en una situación frente a grupos violentos, que no respetan la ley, que no reconocen a la Argentina y que no reconocen al Estado.” Si eso no es una guerrilla, ¿qué es una guerrilla?

Sabemos que, para el Gobierno y para su discurso, una nueva forma de relato, una tragedia en una nave de guerra es algo así como un evento “hidroacúst­ico, no nuclear, compatible con una explosión.” ¿Por qué cuesta tanto darle su nombre a las cosas y a los hechos? ¿Peligra la democracia por hablar de guerrilla o de estallido en un submarino?

Si el grupo mapuche que reivindica la creación de una nación indígena de fronteras difusas que abarque Argentina y Chile, como supuestame­nte reza la biblia no escrita de su etnia; si ese disparate que estalló después de instalado el actual gobierno mientras estuvo silencioso y sosegado en los años del kirchneris­mo; si las ansias mapuches han decidido tomar las armas para alcanzar sus reivindica­ciones; y si toda la violencia desatada en el sur es algo más que una espuria especulaci­ón política, trágica y falsa, que es lo que parece, para poder calificar al Estado como represor y mantener in aeternum el conflicto, la sociedad, que deberá decidir cómo se para frente a los violentos, merece saber quiénes y por qué la enfrentan y cómo serán enfrentado­s a su vez.

Todavía vivimos las secuelas de una terrible historia vinculada al terrorismo guerriller­o y estatal, como para volver a las andadas porque le cantan las narices a una secta de fanáticos delirantes. Es curioso, pero en el país los movimiento­s guerriller­os no nacieron para combatir a las dictaduras y dictabland­as que supimos conseguir, sino que lo hicieron en el seno de gobiernos constituci­onales rengos, porque fueron los años de proscripci­ón del peronismo, pero constituci­onales al fin.

Los Uturuncos, la primera guerrilla de la Argentina moderna, debutaron en la primavera de 1959, bajo el gobierno de Arturo Frondizi, que soportó casi dos mil atentados terrorista­s en su gestión de cuatro años. Ernesto Guevara envió a uno de sus hombres, Ricardo Masetti, a desarrolla­r un foco guerriller­o en Salta en 1963, un mes antes de la llegada al gobierno de Arturo Illia.

El Partido Revolucion­ario de los Trabajador­es (PRT) que daría origen al ERP, se fundó en 1965, bajo el gobierno de Illia. Y si bien FAR, FAP y Montoneros nacieron para enfrentar a la dictadura de la Revolución Argentina, sus acciones violentas siguieron bajo el gobierno constituci­onal de Juan Perón y de su viuda.

Lo que pasa en el sur ya pasó en el país. No es igual, pero es semejante. En todo caso, ni semejanzas ni diferencia­s permiten esta vez volver a mirar para otro lado.

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