Clarín

Una barra temible y con una interna feroz

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Es imposible entender el entramado de la historia reciente de la barra brava de Independie­nte sin contar cómo se construyó el imperio de Pablo Bebote Alvarez, preso desde hace más de un mes acusado de extorsiona­r al DT Ariel Holan. Su detención provocó que la primera línea de la facción "oficial" quedara desarticul­ada, al menos por ahora. Pero el grupo disidente, comandado por César Rodríguez, alias Loquillo, tampoco tendrá mucha libertad para ocupar el lugar vacante en la tribuna: Loquillo también figura en las páginas del expediente.

Un hueco. Eso se podía ver en el corazón de la Popular Norte Baja de In- dependient­e el martes. Ese "pulmón" tenía un fin, al igual que las banderas invertidas en los alambrados del sector. Querían exterioriz­ar el malestar de la barra por su ausencia.

Desde la detención de Bebote Alvarez, el Libertador­es es un estadio libre de barras. ¿Cuánto tiempo durará esta paz? Era impensado algo así, teniendo en cuenta que hasta hace un par de años ese escenario era un campo de batalla entre Los Diablos Rojos (Bebote) y Somos Nosotros (Loquillo), los dos bandos de la barra: tanto, que durante los partidos unos se ubicaban en la tribuna Sur y los otros en la Norte, amenazas y escaramuza­s de por medio. Independie­nte era un club tomado por estos violentos que sólo se movían por sus intereses económicos. Al margen, claro, de sus labores fuera del club y con estrechos vínculos en la política: eran contratado­s como fuerzas de choque o presencia en actos. Incluso se sabe el estrecho vínculo de Bebote con la Municipali­dad de Avellaneda en tiempos de Baldomero Alvarez de Oliveira y muchos de sus hombres de confianza empezaron a ocupar puestos municipale­s. Varios fueron beneficiad­os incluso con planes ProCreAr.

Todo ese dinero en negro que les ingresaba debía justificar­se. Ahí es cuando entraría la pata dirigencia­l. Una de las aristas que investiga el juez Gabriel Vitale y los fiscales Viviana Giorgi y José Luis Juárez, del Departamen­to Judicial de Lomas de Zamora, es la figura de Nakis.

La monarquía roja de Bebote fue de menor a mayor. El Gallego Popey era el capo de la barra hacia fines de los '80 y lo adoptó bajo su ala cuando sólo tenía 13 años. Allí, Alvarez aprendió el oficio y fue ganando terreno. Luego de cumplir una condena de cuatro años y medio, no se calmó. Quería tomar el control de la barra, que por 2003 estaba liderada por El Gordo Raúl, asesinado a fines de ese año. Nunca se supo quién lo mató. Bebote, claro, tomó el poder de la tribuna. Poder que encontró su máximo nivel en la era de Julio Comparada.

Tanta influencia tenía Alvarez que en 2010 fue el líder de Hinchadas Unidas Argentinas, organizaci­ón a cargo del dirigente kirchneris­ta Marcelo Mallo que nucleaba a barras de todo el país y por la cual viajaron a Sudáfrica. Con la llegada de Javier Cantero a la presidenci­a, la barra se dividió. Bebote fue denunciado por Cantero, quien lo combatió hasta que debió renunciar. Alvarez le cedió el trono a Loquillo, por ese tiempo su amigo. Pero todo estalló cuando Alvarez quiso regresar y Rodríguez se opuso. Esto desató un duelo personal que otra vez terminó con Bebote triunfador.

Cuando Hugo Moyano ganó las elecciones intentó controlarl­o. Pero Alvarez lo desafió una y otra vez con muestras de poder. Hasta hoy. ■

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