Trump dispara una oleada de críticas al reconocer a Jerusalén capital de Israel
Polémico giro de la política exterior de EE.UU.
En abierto desafío con la posición norteamericana durante décadas, el presidente anunció que reconoce a Jerusalén como capital del Estado de Israel. Hubo condenas en todo el mundo árabe y en Europa y hasta del papa Francisco. Arabia Saudita y Turquía convocaron a reuniones extraordinarias para definir una respuesta. Y las autoridades israelíes se preparan ante posibles brotes de violencia. El Gobierno argentino dijo que “lamenta” la decisión.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, abrió ayer las puertas de un posible infierno en Oriente Medio al reconocer a la disputada Jerusalén como capital de Israel, una decisión histórica que revoca décadas de diplomacia estadounidense y amenaza con desencadenar una escalada de violencia en Medio Oriente.
“Es hora de reconocer oficialmente a Jerusalén como la capital de Israel”, declaró el líder estadounidense desde la Casa Blanca, y consideró este paso como “condición necesaria para lograr la paz”. “Estamos aceptando lo obvio. Israel es una nación soberana y Jerusalén es la sede de su Gobierno, Parlamento y Tribunal Supremo”, sentenció Trump. Sabiendo que su decisión concitaría el rechazo del mundo entero, llamó a que la “calma” y la “tolerancia” prevalezcan.
Para dar peso más que simbólico a su decisión, Trump anunció que trasladará la embajada de EE.UU. desde Tel Aviv a Jerusalén, algo que los países de todo el mundo se niegan a hacer porque eso significa reconocer a la ciudad de piedras blancas como la capital israelí. La mudanza no será efectiva ahora, dijo, por problemas logísticos, sino que podrá concretarse en seis meses. Pero la decisión está tomada. “Esto no es más ni menos que un reconocimiento de la realidad. También es lo correcto”, afirmó.
El anuncio -que trascendió el martes cuando Trump se comunicó con los líderes palestino y de Arabia Saudita, Jordania y Egipto- pone fin a siete décadas de ambigüedad diplomática sobre el estatuto de una ciudad que alberga los lugares sagrados de las tres grandes religiones monoteístas, y es reclamada por igual por israelíes y palestinos como su capital.
Jerusalén ha sido siempre el mayor escollo en las negociaciones de paz. Cuando había avances, la decisión sobre el estatus final de ese territorio trascendental para los judíos, los musulmanes y los cristianos empantanaba todo progreso.
Trump dijo que EE.UU. no se pronunciaba sobre ningún “problema de estatuto final, incluidos los límites de la soberanía israelí en Jerusalén, o la resolución de las fronteras impugnadas”. Y aclaró que “Estados Unidos apoyaría una solución de dos Estados si las dos partes accedieran.”
Como era de esperar, el premier israelí, Benjamín Netanyahu, calificó de “valiente y justa”, la medida pero previsiblemente también desató el repudio de buena parte del planeta, que entiende que solo beneficia a una parte del conflicto y agrega un escollo para cualquier iniciativa de paz.
Para el presidente palestino, Mahmoud Abbas, EE.UU. perdió su papel histórico de mediador entre palestinos e israelíes, mientras que Hamas, el movimiento radical que controla Gaza, dijo que la decisión de Trump “abrió las puertas del infierno”.
La mayoría de los líderes del mundo, desde la británica Theresa May, al francés Emmanuel Macron, Federica Mogherini de la Unión Europea, Antonio Guterres de la ONU y Tayiip Erdogan de Turquía manifestaron su preocupación por la decisión y las consecuencias en las perspectivas de paz en la región. Convocado por el rey saudita Salman bin Abdulaziz, la Liga Arabe se reunirá para analizar la situación. Hasta el Papa Francisco intentó, a último momento, frenar la decisión de Trump antes de su anuncio y pidió que se respetara el estatus de Jerusalén. No tuvo éxito.
Consultada por Clarín, Emily Gottreich, directora del departamento de Estudios de Oriente Medio de la Universidad de Berkeley, dijo que “la decisión del Trump es un gesto simbólico que sirve para incitar al mundo musulmán sin ningún beneficio para nadie. Los aliados de Estados Unidos en la región (Turquía, Egipto, Jordania) se ofenderán y será menos probable que ayuden a los EE. UU a impulsar las negociaciones de paz. Es otro paso en falso a nivel estratégico de parte de un presidente que no conoce nada sobre Oriente Medio Oriente, pero sólo busca complacer a su base”.
La experta agregó que “como de costumbre, es imposible saber por qué este líder errático hace lo que hace, pero esta decisión es particularmente peligrosa y podría llevar a protestas masivas e inestabilidad en todo el mundo árabe y musulmán, lo que no es bueno para nadie.”
A Trump no le importa demasiado
la opinión del mundo ni los acuerdos multilaterales y busca colocar a “Estados Unidos Primero”, como fue su slogan de campaña. Ya lo demostró cuando se retiró del acuerdo climático de París hace pocos meses, una decisión que concitó el repudio mundial pero que liberaba a la industria estadounidense de los límites de las regulaciones ambientales. Con las enormes repercusiones de su anuncio –y las posibles y explosivas consecuencias-- el presidente busca desviar la atención de ciertas controversias domésticas, como el escándalo del “Rusiagate” que ya salpica a varios de sus allegados.
Pero, sobre todo, Trump cumple así una promesa de campaña en la que los cristianos evangélicos –el 26% del electorado estadounidense— votó masivamente por el magnate con la esperanza de que alguien en la Casa Blanca defendiera los derechos que consideraban arrasados durante la presidencia de Barack Obama. Ese sector –vital en el triunfo de Trump— considera que los sitios sagrados del cristianismo de Jerusalén, como el Santo Sepulcro, deben estar asegurados en el mundo “Occidental” y bien lejos de las manos palestinas.
El panorama que se abre ahora amenaza con ser explosivo. Cientos de palestinos quemaron banderas estadounidenses e israelíes y también fotos de Trump en la Franja de Gaza, mientras que estallaron algunos enfrentamientos cerca de la ciudad de Hebrón en Cisjordania. Los palestinos convocaron a tres días de protestas, o “días de furia”.
Determiné que es hora de reconocer oficialmente a Jerusalén como capital de Israel”
Esta decisión no busca de ningún modo reflejar que nos apartamos de nuestro fuerte compromiso para facilitar la paz duradera”.
Estados Unidos apoyaría una solución de dos Estados si las dos partes accedieran”
He ordenado trasladar la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén”