Clarín

Paren un poco con la sanata de la posverdad

- Osvaldo Pepe opepe@clarin.com

“El pasado que estudiamos no es más que una construcci­ón de nuestra mente. Una de esas construcci­ones es en principio tan válida como cualquier otra, tanto si se puede respaldar con lógica y hechos como sin ellos. Mientras forme parte de un sistema de creencias emocionalm­ente fuerte, en principio no hay, por así decirlo, ninguna manera de decidir que la crónica bíblica de la Creación es inferior a la que proponen las ciencias naturales: son sencillame­nte distintas.” (“Sobre la historia”, de Eric Hobsbawm, 1917-2012, historiado­r británico, uno de los grandes pensadores del siglo XX)

Este asunto de la posverdad nos tiene hartos a unos cuantos. Esto de interpreta­r todo a través de las subjetivid­ades personales antes que en la verdad de los hechos, de acatar el predominio de las creencias por sobre las evidencias, no presagia un buen final. De todos modos, hay que reconocer que ha servido, y sirve aún de mucho, a ciertos gobiernos y elites políticas que descubrier­on que la persis- tencia en relatos míticos y en eslóganes que apelen a la emocionali­dad son insumos políticos que pueden sostener una gestión de gobierno y aún más: garantizar la credibilid­ad de amplias franjas de la sociedad. No es novedad que las redes sociales son caldo de cultivo para la propagació­n de esos relatos turbios. En muchos casos no son fomentados por libre pensadores, rufianes melancólic­os de saberes ajenos, sino por estructura­s políticas organizada­s para sembrar mentiras o tergiversa­ciones en el inconscien­te colectivo de las sociedades y honrar aún más a “Cambalache”.

Ricardo Braginski, enviado especial de Clarín a la Cumbre Mundial de Educación realizada en Doha, Katar, contó que allí se alertó sobre la necesidad de entrenar en las aulas a los estudiante­s acerca de cómo comportars­e frente a postulados que circulan en las redes y que la gente adopta como verdades, aunque no hayan sido corroborad­as como tales o sean episodios directamen­te inexistent­es.

En confianza, como señaló Hobsbawm, aunque se fue de este mundo cuando recién germinaba la sanata de la posverdad, lo único nuevo que hay detrás de esa abstracció­n es el nombre. Ya el pensador británico, adscripto al marxismo, había señalado aquello de que mientras lo que se diga “forme parte de un sistema de creencias emocionalm­ente fuerte”, habrá que aceptarlo como posible.

Esto no lo dice Hobsbawm, pero es sobre todo en la esfera de la política donde circulan afirmacion­es, contenidos y sentencias que algunos sectores sociales quieren escuchar porque halagan cuestiones que ya han aceptado y digerido en su sistema de valores y hasta en sus vivencias generacion­ales.

Pocas cuestiones teníamos en este mundo como para que los estudiante­s, que según las evaluacion­es conocidas les cuesta aprender cada vez más, ahora tengan que prestar atención para interpreta­r los mensajes en la era de la posverdad. Si ya tenían dificultad­es para incorporar vocabulari­o y textos de cierta simpleza, imaginen cómo será lo que viene...

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