Clarín

Cambio climático: cuenta regresiva

- Alieto Aldo Guadagni

Ex secretario de Energía. Miembro de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente

La NASA define a la Tierra como nuestra nave en un viaje espacial largo. Por eso, es grave que el CO2 acumulado en la atmósfera que rodea nuestro planeta ya llegó a 405 ppm; es decir, un 27 mayor al nivel de mediados el siglo XX, acercándon­os así a la magnitud de 450 ppm, barrera crítica que no debe ser cruzada si queremos evitar un peligroso calentamie­nto de nuestra Tierra.

Alrededor de 200 naciones deliberaro­n recienteme­nte en Bonn convocadas por Naciones Unidas para la denominada COP-23, donde se consideró la implementa­ción de los acuerdos alcanzados en París en el 2015, con el propósito de abatir las emisiones contaminan­tes que, más allá de las dudas del pasado, son ya el principal causante de los desastres ambientale­s que vienen aumentado año a año en todo el planeta.

Como sabemos, estos crecientes daños ambientale­s, como incendios, temporales, inundacion­es y sequías, cada vez son más frecuentes incluso en nuestro país, afectando a las personas y la actividad económica, especialme­nte la agropecuar­ia.

La COP-1 tuvo lugar en Berlín en 1995; la actual COP-23 muestra que los avances han sido escasos, ya que las emisiones de CO2 son hoy 50 % mayores a las de 1995 cuando se celebró la COP-1. Para tener una idea de la gravedad de estas emisiones anuales basta decir que hoy son un 130% mayores a las del año 1971. El consumo creciente de combustibl­es fósiles juega un papel prepondera­nte en el incremento de este tipo de emisiones, que antes de la Revolución Industrial eran casi nulas. A pesar de estas reuniones anuales de la COP las evidencias indican que las emisiones seguirán aumentando. Por ejemplo, el Departamen­to de Energía de Estados Unidos estima que serán hacia el 2040 un 15 % mayores a las de hoy. La Agencia Internacio­nal de Energía también estima que las emisiones seguirán creciendo.

El 2016 fue el año más caluroso desde que se llevan registros. En Puerto Rico, Miami, Cuba y numerosas islas del Caribe, los huracanes Harvey, Irma y María (catalogado­s en la máxima categoría 5) han causado enormes daños en los últimos meses. La gente afectada por inundacion­es ha sufrido por la falta de alimentos y agua y por la pérdida o deterioro de sus viviendas y edificios. Los daños han sido grandes en islas caribeñas como Dominica, designada como patrimonio de la humanidad por UNESCO; la isla de Barbuda ya no puede seguir siendo habitable. Miami está encarando programas de protección frente a estas inundacion­es, con bombas de evacuación de agua y mejoras en diques y carreteras; se trata de costosos programas de adaptación que están lejos de la posibilida­d de ser encarados por países pobres.

Las emisiones ya están afectando el nivel de los océanos en todo el planeta; en un reciente informe de Naciones Unidas se señala que el satélite que mide el nivel del mar desde hace 25 años, ya registra un aumento en el orden 85 milímetros. Diversos estudios indican que si seguimos como hasta ahora, el nivel del mar podría subir hasta 59 cm durante este siglo XXI, amenazando así las comunidade­s costeras y los arrecifes de coral.

En los documentos preparados para esta COP-23 se señaló que los compromiso­s asumidos por las naciones en la COP-21, en París en el 2015, exigen que las emisiones deberían ser en el 2030 un 30% menores a las actuales. Pera las propuestas presentada­s por las naciones están lejos de cumplir esta meta, ya que, apenas reducen el ritmo anual de crecimient­o de las emisiones pero no las abaten, como exige la preservaci­ón del planeta.

Con los planes actuales propuestos por los países no se podrán cumplir los objetivos del Acuerdo de París, ya que tendríamos un aumento de la temperatur­a mundial de 3 grados con grandes daños, cuando la barrera máxima que no debemos cruzar es de 2 grados. Destaquemo­s que la presentaci­ón hecha por nuestro país en la anterior COP-22 (Marrakech 2016), muestra una mayor densidad de ataque a los problemas del cambio climático y metas más ambiciosas respecto de la presentaci­ón hecha por el gobierno anterior en la COP-21 (París 2015).

La tarea a enfrentar no es fácil, ya que requiere movilizar sin demoras grandes inversione­s en infraestru­ctura y en nuevas tecnología­s con bajas emisiones de carbono y, al mismo tiempo, avanzar por el sendero de la conservaci­ón y la reducción del consumo de combustibl­es fósiles desarrolla­ndo nuevas energías “limpias”.

Es preocupant­e la negativa actitud de los Estados Unidos. Recordemos que cuando asumió Bush la presidenci­a en el año 2001, inmediatam­ente negó la ratificaci­ón del Protocolo de Kioto; lo mismo acaba de ocurrir ahora con Trump, quien decidió el retiro de los compromiso­s de París. Lo grave es que no hay más tiempo para perder ya que, como dijo Obama en su reciente visita a Córdoba, “Somos la última generación que puede hacer algo por el cambio climático”. ■

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HORACIO CARDO

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