Clarín

Una Navidad con presos kirchneris­tas

El intento de comparar a los detenidos por corrupción de hoy con los presos políticos de los años setenta.

- Fernando Gonzalez fgonzalez@clarin.com

Salvo que haya un cambio de paradigma en la dinámica judicial de este tiempo, una docena de dirigentes determinan­tes que conformaro­n el círculo del poder kirchneris­ta van a pasar esta Navidad en la cárcel. El ex vicepresid­ente Amado Boudou, por fraudes varios al Estado. El ex ministro de Planificac­ión, Julio De Vido, por corrupción en los contratos de la obra pública. El ex secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini, por traición a la Patria tras impulsar el Pacto con Irán. Y el ex secretario de Obra Pública, José López, quien se convirtió en celebridad tras ser detenido revoleando bolsos con millones de dólares a la madrugada en un convento del Gran Buenos Aires. Luego vienen otros ex funcionari­os, activistas prósperos y empresario­s de ojo avizor y menor categoría como Ricardo Jaime, Roberto Baratta, Lázaro Báez, Alejandro Vandenbroe­le, José Nuñez Carmona, Luis Delía, Yussuf Khalil, Fernando Esteche y Milagro Sala. Cualquier abogado sin experienci­a puede darse cuenta que no se trata de una lista de luchadores populares.

A excepción de Jaime, un hombre de fidelidad inquebrant­able a Néstor Kirchner, el resto colaboró en luga- res de mayor y menor exposición con la gestión de Cristina. La ex presidenta también fue procesada ayer por el Pacto con Irán que iba a camino a beneficiar a los ciudadanos más sospechado­s de haber atentado contra la AMIA. Y carga ahora con un pedido de desafuero para que el Congreso decida si debe quedar en condicione­s de ir presa o debe ser protegida por el escudo parlamenta­rio. Pero todas las presuncion­es de los senadores peronistas indican que Cristina podrá pasar Navidad en su casa y con los integrante­s de su familia.

El concepto de la Navidad en prisión tiene una fuerte carga simbólica en la historia del peronismo. Una vez más, hay que remontarse a la intensa década del ’70 para poder comprender­lo. El 25 de mayo de 1973, algunas horas después de que asumiera Héctor J. Cámpora en la presidenci­a, varios miles de simpatizan­tes peronistas marcharon a la cárcel de Devoto para exigirle al gobierno recién asumido que liberara a los presos políticos. El ministro del Interior de entonces, Esteban Righi, pidió que aguardaran hasta la aprobación de un proyecto que esperaba en el Congreso para liberar a los presos pero no fue escuchado. Hasta allí tuvo que ir el secretario general del Partido Justiciali­sta, Juan Manuel Abal Medina, quien terminó acordando para que se abrieran las puertas de la cárcel.

Integrante­s de Montoneros, de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucion­arias) y el ERP (Ejército Revolucion­ario del Pueblo) quedaron en libertad y pusieron en evidencia la debilidad del gobierno de Cámpora. La primavera camporista duró 49 días hasta que Juan Domingo Perón le retiró el poder del delegado y asumió personalme­nte en fórmula con su esposa, Isabelita. El resto es historia conocida. La grieta incurable entre la izquierda y la derecha peronista. La violencia armada y el cadáver del enemigo como moneda fácil de ne- gociación. La enfermedad y la muerte del General para que la ilusión democrátic­a se desbarranc­ara en medio del rodrigazo, la hiperinfla­ción y el túnel oscuro que condujo al horror de la dictadura militar.

Aquella historia de fracasos, de soberbia y de sangre derramada no parece haber sido suficiente. Todavía hay una buena cantidad de dirigentes peronistas que se agarran de cualquier excusa para trazar una parábola entre la “Navidad sin presos políti- cos” que pedían en aquellos días y algunos presos de estos tiempos por razones diferentes. En general, por delitos menos románticos como suelen ser los asociados a la corrupción.

Algunas semanas antes de la elección del 22 de octubre, el peronismo porteño vistió de Navidad sin presos políticos a un reclamo por la activista jujeña Milagro Sala. Algo parecido intentó hace poco Gabriel Mariotto para tenderle una mano a los detenidos Boudou y De Vido. La iniciativa no consiguió mayor solidarida­d entre los militantes de un movimiento mucho más preocupado en encontrar las razones que lo llevaron a la derrota electoral ante Mauricio Macri que en levantar las percudidas banderas del progresism­o retro.

Zannini no pudo reivindica­r el estatus de preso político cuando lo arrestaron porque era de madrugada en Río Gallegos y no había público suficiente como para hacer un alegato estruendos­o. Apenas Luis Delía se animó en la puerta de su casa a gritar que era una víctima de “la dictadura de Macri”. Y el pro iraní Khalil se hizo vitorear por una decena de muchachos amigos mientras lo subían al patrullero. Eso fue todo. Ni siquiera Cristina se tomó demasiado tiempo en la conferenci­a de prensa que dio ayer para enmarcar las detencione­s de sus ex colaborado­res en el espíritu de los presos políticos de hace cuatro décadas. Una idea que, en cambio, sí se repitió en las redes sociales.

“Lo que yo voy a solicitar a los que integran el peronismo es que se pronuncien defendiend­o la necesidad de custodiar a los jubilados y a los trabajador­es”, dijo la ex presidenta en un comunicado algo frío que leyó ante los periodista­s. Fue más entusiasta el respaldo que le dieron en twitter algunos legislador­es de la izquierda que el que recibió de la dirigencia peronista. Muchos prefiriero­n cuestionar los fundamento­s del fallo del juez Claudio Bonadío que poner el foco en la endeble condición de presos políticos con la que quieren arroparse los ex funcionari­os kirchneris­tas.

La fantasía de Boudou y De Vido, que ahora podrá emular Zannini, es soñarse presos militantes como aquellos liberados de la cárcel de Devoto. En definitiva, son apellidos de la extensa saga peronista los que se repiten a lo largo de medio siglo como Righi, Abal Medina ayer o Bonadio y Pichetto hoy. Pero los expediente­s judiciales de este tiempo hablan de fábricas de billetes, de hoteles de cinco estrellas y de un riesgoso pacto internacio­nal que terminó con un fiscal muerto entre el misterio y un charco de sangre. Muy lejos de aquella turbulenci­a setentista como para que alguien piense en ir a rescatarlo­s antes de que suenen las campanas de la Navidad. ■

El concepto de Navidad en prisión tiene fuerte carga simbólica en la historia del peronismo

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A prisión. Carlos Zannini, el ex poderoso secretario Legal y Técnico de la Presidenci­a y fiel aliado de Néstor y Cristina Kirchner, ayer, mientras era trasladado por la Policía.

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