Clarín

Plaza Lavalle, un oasis con arte e historia

- Judith Savloff jsavloff@clarin.com

Las abraza el Teatro Colón. Un imán. La joya, quizás, más bella de Capital. Pero acá, en las tres manzanas de Plaza Lavalle, hay otras artes, hay verde, hay fresco y hay historias que el trajín incesante de éste y de cada martes no llegan a borrar.

San Nicolás, como se llama el barrio formalment­e, es uno de los más antiguos de la Ciudad. Así que este paisaje cambió varias veces. Cuan- do este lugar se conocía como el “Hueco de Zamudio”, pasaba el arroyo Tercero del Medio y cada vez que desbordaba se convertía en un barrial. En 1868 construyer­on un palacio, el de Mariano Miró, comerciant­e, uno de los más ricos de Buenos Aires. Era como una villa italiana, luminoso, con escalinata de mármol y un gran mirador. Lo rodeaban la Estación del Parque - donde está el Colón-, lugar del que salió en 1857 la locomotora La Porteña, estrella del primer viaje local en tren, y el Parque de Artillería, ubicado donde se encuentra Tribunales.

En 1890 corrió sangre, cuando se enfrentaro­n la Unión Cívica y grupos militares con fuer- zas del gobierno de Juárez Celman, en la “Revolución del Parque”. Se derrumbó parte del caserón pero lo arreglaron y siguió en pie hasta 1937, cuando lo demolieron para ampliar la Plaza -lo había visitado la Infanta Isabel en 1910, entre otras figuras top-.

Se cuenta que ya antes de 1890 la viuda de Miró, Felisa, venía pasándola mal. Es que desde 1887 veía por las ventanas la columna que homenajea a Lavalle, a su lucha por la independen­cia. Pero ella era la sobrina de Manuel Dorrego, a quien Lavalle había ordenado fusilar en 1828.

Quedan árboles añejos. El ceibo de Jujuy, plantado en 1878 por Torcuato de Alvear, mutilado y ahora apuntado.

También por ejemplares como ése, esta zona,hace poco reformada para dar prioridad a los peatones, se puede disfrutar.

Es cierto que la mayor parte del tiempo la gente apresurada viene y va. Pero casi siempre hay también chicos en los juegos y perros en el canil. Te hacen sonreír. Además, justo ahora, bajo el sol del mediodía, ofrece rincones con sombra y la pequeña feria de libros, entre otras vistas reparadora­s. Por eso, aún en medio del trajín agobiante del Centro, esto se convierte en un remanso. ■

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