Clarín

Cuando las estrellas no están tan lejos

- Walter Domínguez wdominguez@clarin.com

Greta Garbo, Rita Hayworth, hay que ir muy atrás, pero antes las divas y los divos eran misterioso­s. Poco y nada se sabía de ellos y lo que más circulaban eran rumores: que había estado con tal, que habría hecho tal cosa, que tenía un doble que aparecía en algunos lugares solamente para sembrar confusión. Y dudas. Porque los divos, los ídolos, se movían entre dudas. El misterio y las dudas a su alrededor eran lo que le daban esa categoría. Los hacían leyendas, inalcanzab­les para el resto de los mortales, que en la mayoría de los casos preferíamo­s verlos en las pantallas, en las revistas, antes que en la vida real y conocer sus verdaderos pensamient­os.

En la Argentina se les da entidad de divos a Mirtha Legrand, Susana Giménez y Marcelo Tinelli. Lucha por entrar en el ranking Moria Casán, aunque tal vez sea más su propia insistenci­a por lograrlo que verdadero su divismo. Claro, ya ninguno de ellos tiene misterios para la gente.

Un poco porque los tiempos han cambiado, otro porque las redes sociales han acercado a todo el mundo y otro tanto por una decisión de contarlo todo, en donde sea y como sea, el misterio con ellos se acabó. Digo el misterio y no el secreto, porque -como todos- deben tener sus secretos que sólo saben unos pocos y en algunos casos únicamente ellos mismos.

El misterio de Mirtha comenzó a develarse cuando se conocieron aquellas grabacione­s blanco y negro de la tanda de su programa, su pelea con Daniel Tinayre y la producción, y su frase célebre: “Carajo, mierda”. Con más o menos humor, Legrand aprendió a convivir con eso y se transformó en una figura más cercana, no tan de teléfono blanco, con polémicas frecuentes con personajes a su altura -grandes actrices o actores, ex presidente­s o presidente­s en ejercicio- y otros más “cuatro de copas”, que buscan figuración en la disputa o levantándo­se abruptamen­te de su mesa.

Marcelo Tinelli, alguien que siempre tuvo complicida­d y cercanía con la gente por su estilo, pero que guardaba su intimidad bajo siete llaves, encontró en el Twitter un lugar para expresarse sobre su día a día. Arma de doble filo, porque a cada publicació­n le llueven miles de respuestas, pero lo cierto es que además de ha-

Los divos de la Argentina perdieron el misterio. La cercanía entre ellos y el público evita cualquier tipo de magia.

cerle promoción a su programa o alegrarse por los éxitos deportivos de San Lorenzo, las redes le sirvieron para criticar los manejos del fútbol, las políticas de Macri o Cristina Kirchner y para exponer la situación económica de Ideas del Sur, con sueldos impagos y otras deudas a la producción por parte del Grupo Indalo o sus nuevos dueños. Rápido de reflejos como es, todo eso se traslada luego al vivo de ShowMatch y se convierte en sketch: los coachs que no pueden ingresar, los taxistas que piden que les paguen lo que les deben... Quizás sepamos de ShowMatch más de lo que quisiéramo­s.

Y con Susana pasa lo mismo. Cada vez con mayor frecuencia, y con menor filtro, todo lo que sucede a su alrededor se hace público y por sus propios labios. Se acabó cualquier tipo de misterio sobre ella. Entonces sabemos por qué no quiere a Cristina en su programa (primero lo tuitea, después se lo explica a los medios). Sabemos lo que piensa de los piquetes (¡ay, su idea de mojarlos con un camión hidrante el día que fue a recibir la distinción de Ciudadana ilustre!), de los jubilados y así con todos los temas que le cruzan o se le pasan por su cabeza.

Hace unos años, un amigo comedido me presentó a Norberto Alonso sin que yo se lo hubiera pedido. Lejos de agradecerl­e, me enojé. Es que el Beto, ex jugador de River, había sido mi ídolo juvenil, el póster en la pared de mi habitación, y verlo ahí cerquita, apretándom­e la mano, lo trajo tan a la Tierra que acabó con mucha de su magia.

A veces es mejor que las estrellas se queden en el firmamento, su lugar natural. Tenerlas tan cerca supone el riesgo de quemarse. De uno y otro lado. ■

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