Clarín

Política de alianzas o solidarida­d por el submarino

- Ricardo Kirschbaum

El ministro Oscar Aguad, entusiasma­do o agradecido por la sorprenden­te solidarida­d internacio­nal desplegada en la búsqueda del submarino perdido, consideró esa ayuda como un paso fundamenta­l ya dado por el país en materia de Defensa. Es decir, que haber pasado de Irán, como refirió en público, a esta acción de solidarida­d en el mar, constituye por sí una política de alianzas. La referencia a Irán fue previa al fallo en el que se pidió el desafuero y la detención de Cristina Kirchner por el pacto fallido con Teherán. Finalmente, ambos hechos quedaron enhebrados en una semana de shock.

La masiva y calificada respuesta internacio­nal al drama del ARA San Juan no fue de ninguna política de alianzas, sino de una contingenc­ia determinad­a e inusual. Al Atlántico Sur convergier­on Estados Unidos, Gran Bretaña, Brasil, Chile y otros. Pero también otra potencia, que compite con Washington y Londres, como lo es Rusia, respondió al llamado. Esta gigantesca búsqueda multinacio­nal ha tenido resultados políticos sorprenden­tes. El Gobierno ha reconocido su muy limitada capacidad para dar con la nave siniestrad­a. Y ha convocado con amplitud a aquellas naciones con tecnología capaz de detectar al submarino, sin restriccio­nes ni aprensione­s que, en otro momento histórico, podrían haber surgido por razones políticas o militares. El ejemplo más contundent­e ha sido la participac­ión de marinos británicos en el rastrillaj­e: el permiso para que un avión militar de ese origen haya traído a Ezeiza desde la Base de Monte Agradable, en las Malvinas, a una parte de la tripulació­n del HMS Protector que forma parte del esfuerzo por dar con el San Juan. Actos inéditos desde 1982.

El ministro de Defensa, en su elogio a esta respuesta internacio­nal interpretá­ndola como una consecuenc­ia natural del viraje en la diplomacia, parece entender que están sentadas las bases de una política de alianzas. Cuando se desarrolla­ba el drama del San Juan, Aguad estaba en Canadá y tenía en su agenda un encuentro con su par británico para sentar bases para una cooperació­n militar.

La explicació­n de Aguad por televisión, la primera de un alto cargo del gobierno de Cambiemos, no abundó en detalles ni referencia­s a la disputa por Malvinas ni a la existencia de una base militar en las islas. Está claro que el gobierno encara la relación bilateral con Londres intentando que aquel diferendo no impregne todo el vínculo.

Todas cuestiones delicadas que involucran un fuerte contenido emocional e histórico que debe ser considerad­o en el discurso oficial, como fueron las declaracio­nes de Aguad, así como otros dichos sobre la política de rearme que mostraron -al menos- poca modernidad. Por ejemplo, presentar como novedad la existencia de aviones no tripulados, algo que ya es común en el arsenal militar.

El pasaje de una política exterior reactiva y enfocada ideológica­mente, que derivó en el Pacto con Teherán, a otra diametralm­ente opuesta, requiere objetivos claros, profesiona­lidad y mesura.

La aventurada política con Irán fue planificad­a sin ponderar sus consecuenc­ias para la Argentina. ¿Cuáles fueron los objetivos, si los hubo, además de los declamados? El extenso fallo de Bonadio no permite vislumbrar otros beneficiad­os que los propios perseguido­s por el atentado impune a la AMIA.

Objetivame­nte funcionó en sintonía con las políticas de otros países, básicament­e Venezuela.

Los países se mueven por su interés nacional y su política exterior, vale la pena recordarlo, debe ser estar guiada por ese imperativo que muchas veces en la historia no ha sido tenido en cuenta.

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