La revolución contra el acoso, un movimiento sin fronteras
“Yo también”. “Yo también”. “Yo también”. La frase en inglés “Me too” y con el hashtag delante se propagó por las redes sociales tras las denuncias de violaciones y acoso sexual contra el productor de Hollywood Harvey Weinstein. El caso abrió una caja de Pandora de situaciones de sometimiento de mujeres por parte de hombres poderosos. Tras el escándalo revelado por The New York Times, otras mujeres salieron a contar cómo habían sido acosadas e incluso violadas por el productor de Hollywood. Y la fuerza del “Yo también” fue imparable.
Las denuncias aparecieron desde distintos sectores. El actor Kevin Spacey fue acusado de tratar de abusar de un menor. Lo hizo la propia víctima. El hecho había sucedido hacía más de 30 años, pero su salida a la luz hizo que más víctimas se animaran a hablar. Otro acusado fue el cómico Louis C.K, que admitió haberse masturbado delante de varias mujeres.
Desde la primera denuncia y, a lo largo de dos meses, por los menos 40 hombres poderosos de EE.UU. fueron denunciados. En la lista aparece el ex presidente George H.W. Bush padre. Al menos siete mujeres aseguraron que el republicano de 93 años las manoseó mientras se sacaban fotos con él. El vocero de Bush pidió disculpas y dijo que en muchos casos sucedió sin querer porque el ex presidente está en sillas de ruedas y su mano queda a la altura de las colas de las mujeres. El archivo demostró que en la mayoría de los casos estaba de pie. Una “excusa” que recuerda a la del conductor argentino Ari Paluch, que explicó que no había sido su intención tocar a una microfonista.
La revolución contra el acoso sexual saltó las fronteras. El movimiento es tan poderoso que la revista Time lo nombró “personaje del año” y le dedicó su última tapa. Desde la revista explicaron que fue el movimiento social más rápido que se vio en décadas que empezó con actos individuales de coraje de mujeres y hombres. ■