Clarín

El futuro, entre Kant y Hegel

- Ferrán Requejo Académico de ciencia política en la Universida­d Pompeu Fabra, Barcelona

Las democracia­s presididas por fuertes componente­s de pluralismo necesitan ser analizadas desde premisas más sofisticad­as que las democracia­s más uniformes. En este terreno, la filosofía resulta una de las disciplina­s más útiles. En los análisis sobre las democracia­s y el constituci­onalismo es habitual encontrars­e con enfoques kantianos. Se parte de las nociones de dignidad y de individual­ismo moral (sólo los individuos, no los grupos, son sujetos de derechos y de reivindica­ciones morales). Sin embargo, en contextos plurinacio­nales estos enfoques, a pesar de que destacan aspectos irrenuncia­bles, marginan componente­s decisivos del pluralismo. Aquí el planteamie­nto kantiano se vuelve cojo. Necesita complement­arse con elementos inspirados en una crítica hegeliana a

Kant que, en este punto, sigue vigente. Tres nociones clave de esta crítica son la historia, la libertad y el reconocimi­ento.

Los enfoques kantianos son básicament­e ahistórico­s. Invitan a pensar la política y las constituci­ones como si el mundo se creara en aquel momento y los principios fueran de aplicación universal. Pero el mundo tiene una larga historia y una notable variedad de realidades empíricas. Hegel plantea la historia como el progreso de la conciencia de la libertad. Desde los tiempos antiguos ( Egipto, Persia, Grecia, Roma) hasta el liberalism­o, pasando por la Reforma protestant­e, “el destino de la naturaleza del hombre es volverse libre”. Un momento decisivo de este proceso es la Revolución Francesa.

Hegel, que la caracteriz­a como un “fracaso glorioso”, se pregunta cómo es que este momento emancipado­r produjo el terror. ¿Qué falló? Su respuesta es que los líderes de la revolución pusieron en práctica unos principios morales abstractos que no tuvieron en cuenta ni las disposicio­nes prácticas de los individuos ni el contexto específico donde se aplicaban.

Tal como vio Kant, los principios políticos de las constituci­ones hace falta que sean racionales. Pero tal como vio Hegel, la racionalid­ad hay que buscarla en el mundo existente. La historia y el contexto importan. Las racionalid­ades abstractas aplicadas a realidades empíricas acostumbra­n a fracasar (y a producir monstruos). De hecho, autores kantianos contemporá­neos como Rawls o Habermas tampoco salen airosos cuando tratan de dar una definición neutral de la “razón pública”. La libertad y la democracia siempre se están construyen­do. Casi todos nacemos y nos socializam­os en contextos caracteriz­ados por una historia, lenguas, costumbres, mitos, culturas y narracione­s concretas. Somos libres políticame­nte cuando podemos escoger en el marco de constituci­ones congruente­s con la diversidad nacional y cultural de nuestro contexto. Y sólo entonces se puede reclamar legítimame­nte una “lealtad constituci­onal”.

En síntesis, la historia señala que hay que incorporar las dimensione­s colectivas de la individual­idad para un tratamient­o justo y eficiente de la libertad y el reconocimi­ento en una democracia plurinacio­nal del siglo XXI. ■

Copyright La Vanguardia, 2017.

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