Clarín

El calvario de un docente secuestrad­o por error: “Comí pasto y llegué a hablar solo”

A Matías Vélez (33) lo capturaron cuando salía de una escuela de Merlo. Al descubrir que se habían equivocado de víctima, lo abandonaro­n en un baldío. Lo rescataron 27 horas después.

- Nahuel Gallotta policiales@clarin.com

Matías Vélez (33) recuerda que iba con la cabeza gacha. Y que calculó, desde la entrada al camino de tierra hasta donde lo obligarían a bajar del auto, unos cinco kilómetros. Allí, a punta de pistola, le pidieron que se arrodillar­a. Luego lo hicieron acos- tarse boca abajo. Sus captores le ataron los pies con los cordones de sus zapatillas y le taparon la cara con un buzo. También estaba atado de manos. “Vamos a usar tu auto para robar. Después lo vamos a prender fuego”, le aclararon al despedirse. Así lo abandonaro­n, sin saber en qué lugar se encontraba. Eran cerca de las 18.30 del jueves 17 de noviembre.

“En teoría me tenía que haber desatado solo. Pero me fue imposible”, le cuenta Matías a Clarín, todavía con vendas en sus muñecas, por las lesiones. En ese estado pasaría 27 horas, en las que se orinaría encima y sería picado por hormigas y otros insectos. “Comí pasto y llegué a hablar solo”, recuerda. A pesar del calvario que atravesó, siempre confió en que lo iban a encontrar. Eso fue lo que finalmente hicieron bomberos y policías, con ayuda del perro “Bruno”, famoso por su hocico rastreador. Para desatarlo tuvieron que usar una tijera.

En esas 27 horas estuvo tirado en el suelo, sin poder ponerse de pie. Estaba en un descampado de Marcos Paz. La historia había comenzado en Mariano Acosta, partido de Merlo, cuando Matías salió de una de las escuelas en la que trabaja como docente de inglés. Luego de comprar una crema para su hija en una farmacia de la zona, subió a su auto. Antes de ponerlo en marcha, un hombre lo apuntó con un arma y lo obligó a pasarse a la parte trasera. A los segundos subieron otros dos cómplices. La madre de una alumna alcanzó a ver el hecho y avisó en la escuela, desde donde rápidament­e llamaron al 911.

Mientras tanto, la víctima comenzaba a sufrir las amenazas de los captores. “Sabemos que cobraste 150 mil pesos, queremos esa plata”, le repetían. Matías no entendía nada, les decía que estaban equivocado­s. “¿Vos querés que te cortemos un dedo? Nosotros tenemos la data de que tenés esa plata en tu casa. No boludeamos, sabemos lo que hacemos”, le respondían. Solo comenzaría­n a creerle cuando revisaron su mochila y encontraro­n una cartuchera, fotocopias, una bolsa con tizas y cartitas de alumnos. Ahí, las preguntas fueron otras: “¿A qué te dedicás?, ¿cómo te llamás?”.

Natalia Cura es la mujer de Matías. También es docente de inglés. Se conocieron en el profesorad­o de Moreno y tienen una hija de tres años. “Yo estaba desesperad­a”, recuerda.

A la angustia se sumaba la incertidum­bre. “Nadie me había llamado para exigirme un rescate. La Policía me preguntaba si mi marido se drogaba, tomaba, si tenía problemas con el juego o si había alguien que le podía hacer algo malo. A todo les respondí que no; no les cerraba nada de lo que esta-

La banda lo confundió con el padre de un alumno de su colegio. Tienen el mismo auto.

ba pasando. Para mí fueron las peores horas de mi vida. Es muy duro no saber qué hacer”, explica Natalia.

Al convencers­e de que se habían equivocado de persona, los secuestrad­ores le preguntaro­n a la víctima qué tenía de valor en su casa. “Vos sos profesor: ¡tenés que tener plata”, le reclamaron. Matías, entre risas, recuerda su respuesta: les contó que sólo tenía seis mil pesos, una computador­a y dos televisore­s. Además, les ofreció retirar ocho mil pesos de un cajero automático. En ese momento, un cuarto cómplice se subió al auto y comenzaron las discusione­s sobre el lugar elegido para abandonarl­o. Ya habían desistido de obtener dinero u objetos de valor. Matías calcula que ha-

brá estado media hora en poder de sus captores. Su esposa tendría novedades recién en la mañana del viernes. “Apareció el auto incendiado”, le informó un comisario, por teléfono. Le pidió que se tranquiliz­ara, que “Bruno”, el “Messi de los perros”, ya estaba en camino. Natalia se puso peor. Sintió que la vida de su marido dependía de un perro. Mientras tanto, Matías se la pasaba gritando. Primero, al aire, en general, soñando con que alguien lo escuchara. Dice haber sentido un camión, a lo lejos. Más tarde a un helicópter­o que recorría la zona. También a dos jóvenes que pasaron por allí y se burlaron de él. “Sí, ya volvemos a buscarte”, le dijeron. Por un lado estaba resignado: después de arrastrars­e, había intentado desatarse con árboles y un alambre de púa, pero terminaría cortado y lastimado. Y por el otro, estaba asustado: creía que los delincuent­es habían ido a su casa y a la de su mamá, ya que se habían llevado sus documentos y en ellos podían leer las direccione­s. Pero a su casa solo habían ido Bruno y su adiestrado­r. Se llevaron una ojota, las sábanas y la ropa que había usado horas antes. Cuando se cumplió un día de su secuestro, la Policía hizo allanamien­tos y detuvo a dos personas. A uno de los sospechoso­s lo encontraro­n mientras trabajaba en un frigorífic­o. “Lo dejamos flojo, como para que se desatara sin problemas”, reconoció. Luego, dio las pistas para que encontrara­n al docente. Así fue como los investigad­ores llegaron a la zona del descampado, a unos 10 kilómetros del lugar del secuestro. El resto fue trabajo de “Bruno”, que fue guiando a policías y bomberos. Cuando lo encontraro­n, Matías estalló de llanto. Ahora está en reposo y en los próximos días será evaluado por un psicólogo. Aún conmociona­do, el profesor cuenta que tiembla cuando piensa en volver a la escuela de Mariano Acosta, donde fue intercepta­do por sus captores. “Desde que salí del hospital que siento como una paranoia. Me calmé un poco cuando me enteré que el padre de un alumno se acercó a hablar con la directora y aclaró que había cobrado 150 mil pesos con los que pensaba comprar un tractor. Dijo que tiene un auto igual al mío, por lo que me convencí de que me confundier­on con él”. Por el hecho hay tres detenidos. Un cuarto integrante de la banda está prófugo. Están acusados de “privación ilegal de la libertad, abandono de persona, robo calificado y en poblado y en banda, y tenencia de arma de fuego”.

Cuando confirmaro­n que era profesor, le preguntaro­n qué objetos de valor tenía en su casa.

 ??  ?? Marcas. Matías Vélez (33) muestra las vendas en sus muñecas. Se lastimó en un desesperad­o intento por desatarse con un alambre de púa.
Marcas. Matías Vélez (33) muestra las vendas en sus muñecas. Se lastimó en un desesperad­o intento por desatarse con un alambre de púa.
 ??  ?? Rescate. El docente fue hallado gracias al trabajo de un perro entrenado para seguir rastros de personas.
Rescate. El docente fue hallado gracias al trabajo de un perro entrenado para seguir rastros de personas.
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FOTOS: MARIO SAYES UNA MODALIDAD QUE SE REPITE

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