Clarín

Sin grieta: Argentina y las Coreas

- Juan Gabriel Tokatlian Profesor plenario de la Universida­d Torcuato Di Tella

La cuestión coreana después de 1945 fue objeto de atención en la política exterior argentina. Un hecho clave fue la guerra de Corea. En ese marco, algunas reflexione­s del presidente Juan D. Perón son relevantes hoy para entender constantes y cambios en torno a lo que hubo y hay en juego en la península coreana.

Su análisis de aquel evento está en los escritos que, con el seudónimo de Descartes, publicó entre 1951-53. Él estaba convencido de que una Tercera Guerra Mundial era inevitable. De hecho, a su entender se había iniciado “pero en un frente secundario: el Asia”. Considerab­a la guerra en Corea como un “objetivo limitado” de Estados Unidos pues no tenía la intención de “extender la guerra a China ni a Rusia (la Unión Soviética)”.

Por ello creía poco probable que el conflicto de Corea degenerara en una confrontac­ión mayor. Para él, la guerra en Corea era “una operación estratégic­amente falsa” porque el centro geopolític­o de la competenci­a entre Washington y Moscú se ubicaba en el continente europeo.

¿Tenemos hoy un diagnóstic­o integral de las tendencias internacio­nales? La importanci­a de tenerlo reside en que por primera vez en siglos, el locus de poder global está mutando de Occidente a Oriente. Además, estamos frente a un asunto que involucra un tipo de armas de destrucció­n distintas a las usadas en el conflicto de los 50’s y el recurso a una guerra preventiva por parte de Estados Unidos tendría implicacio­nes impredecib­les. El estallido de un conflicto en esa zona sería difícilmen­te limitable.

A los efectos de evaluar esta coyuntura el país cuenta hoy con un activo que no tuvo en otros momentos cuando abrió (1973) y después rompió (1977) las relaciones entre Buenos Aires y Pionyang: un acuerdo importante desde el advenimien­to de la democracia respecto a temas como la no proliferac­ión nuclear, la paz internacio­nal y la aproximaci­ón a los asuntos de la península coreana. Paradójica­mente una tesis del internacio­nalista Juan Carlos Puig, quien fuera el Canciller que inició las relaciones diplomátic­as con Corea del Norte, ayude a interpreta­r mejor ese acuerdo.

Puig entendía que en política exterior es natural que haya disenso pues distintas coalicione­s socio-políticas con diferentes modelos de desarrollo llegan al gobierno. Sin embargo, al analizar el comportami­ento externo del país advertía que había simultánea­mente elementos que mostraban “incongruen­cia epidérmica” y “coherencia estructura­l”.

En breve, hubo y hay determinad­a continuida­d y ciertos consensos puntuales. Quizás la Argentina democrátic­a haya logrado eso respecto a Corea del Norte y la cuestión coreana no sea una fuente adicional de la manida “grieta”. Una manera de evaluarlo, en su manifestac­ión reciente, es mediante las votaciones y pronunciam­ientos en foros internacio- nales y los vínculos materiales concretos.

Por ejemplo, después de que Corea del Norte abandonara el Tratado de No Proliferac­ión, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó en 2006 la resolución 1695 que deploró el abandono del TNP por parte de Corea del Norte y la resolución 1718 que impuso sanciones a Pionyang. La Argentina, que ocupaba un asiento no permanente en el Consejo, respaldó esas resolucion­es. En 2013, cuando de vuelta fue miembro del Consejo, apoyó dos resolucion­es (2087 y 2094) que reforzaron las sanciones, después de que Corea lanzara un satélite y realizara una tercera prueba nuclear. En 2014, la Argentina también votó favorablem­ente la primera resolución del Consejo sobre Corea del Norte en materia de derechos humanos.

Si además se analizan las posiciones hasta la fecha en la Organizaci­ón Internacio­nal de Energía Atómica en referencia a Pionyang se observará que siempre acompañó las mayorías lideradas por Occidente. En 2016-17, la Cancillerí­a argentina se pronunció enfáticame­nte contra las pruebas nucleares norcoreana­s y la situación interna respecto a los derechos humanos. Las posturas de los gobierno K y de Mauricio Macri no han diferido en esta cuestión pues en esencia la Argentina es un jugador responsabl­e en materia de no proliferac­ión y entiende los costos y peligros que tendría la deslegitim­ación de ese régimen internacio­nal.

En materia comercial, y de acuerdo con East-West Center de la Universida­d de Hawái, mientras el comercio mundial con Corea del Norte creció entre 2008-2014, el comercio argentino-norcoreano bajó de US$ 15.861.100 a US$ 3.150.000 en ese período. Asimismo, el comercio de la Argentina con Corea del Norte y Corea del Sur en 2016 fue, respectiva­mente, de US$ 4.135.000 y US$ 1.630 millones. Las preferenci­as de socios económicos son contundent­es.

Es preciso que se comprenda que estamos ante una coyuntura crítica que exige que la Argentina tenga una estrategia clara frente a la escalada que día a día alientan Kim Jong-un y Donald Trump. ■

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HORACIO CARDO

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