Clarín

Macri quedó atrapado en la calesita que le armaron los gobernador­es peronistas

Idas y vueltas. Los aliados del Gobierno no dieron todo el apoyo que habían prometido las provincias.

- Ignacio Miri imiri@clarin.com

“Nosotros ya teníamos arreglado que cuando se levantaban algunos nos sentábamos los otros. Ninguno quería salir en la foto votando esta ley”, explica uno de los jefes del Interbloqu­e Federal, el grupo heterogéne­o de diputados peronistas en los que confiaba el Gobierno para sacar adelante la modificaci­ón del cálculo para aumentar las jubilacion­es. “Somos 35, y entonces cuando se sentaban ocho se levantaban otros ocho”, explica el operador. “Nosotros queremos que salga la ley y le dimos tres veces quórum al Gobierno en el rato que duró la sesión, lo que pasa es que estos boludos no votaban”, concluye el hombre, asumiendo el rol de vocero del bloque en donde pesan siete gobernador­es peronistas de buen diálogo con Mauricio Macri y alejados de Cristina Kirchner.

Esa es la calesita que ayer volvió locos a los habitantes de la Casa Rosada: los aliados de Cambiemos nunca estuvieron todos juntos en la sesión que iba a definir la suerte del pacto que firmó Macri con los gobernador­es el mes pasado.

La desesperac­ión en Cambiemos por el espectácul­o que mostraba la televisión hizo que el propio Presidente llamara a varios de los gobernador­es peronistas que le habían prometido apoyo de sus diputados. “Escuchame, no me estás dando el quórum”, le dijo Macri a media tarde a un gobernador peronista que le había asegurado varios votos a favor de la ley y que, en público y en privado, proclama que sin el cambio, el sistema de jubilacion­es tiene futuro de colapso.

En la Casa Rosada se habían confiado en las últimas cuentas del miércoles a la noche. Una conversaci­ón telefónica de las 23 entre el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y el gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, se había convertido en la coronación de una suma que, quedó demostrado ayer con la sesión fallida, sólo existía en las promesas de los jefes provincial­es. Con ese escenario, al mediodía el Gobierno ya daba la reforma por aprobada.

El juego de entradas y salidas de los diputados que tanta intranquil­idad generó en Macri tiene, según los gobernador­es peronistas, una explicació­n: el clima social que había a fines de noviembre, cuando se votó el pro- yecto en el Senado, no es el mismo que mostraban los alrededore­s del Congreso ayer, con gendarmes tirando balas de goma a los manifestan­tes que pretendían saltar las vallas montadas sobre las calles y veredas. Ese clima encrespado había ingresado en los pliegues más privados de la vida de los diputados del Interbloqu­e Federal. Uno de los salteños, por caso, recibió en los últimos días en su teléfono celular 700 mensajes con amenazas e insultos de anónimos que se oponen a la ley. No fue el único, hay ejemplos de diputados con 300 y con 500 amenazas en sus teléfonos. Esas olas de repudio comenzaron cuando se publicaron sus números personales en las redes sociales.

La calesita del peronismo no kirchneris­ta que enfureció al Presidente hizo removerse en sus sillones a Emilio Monzó, Mario Negri y Elisa Carrió. Los tres jefes parlamenta­rios del oficialism­o veían en directo lo que estaba haciendo el bloque del Frente Para la Victoria, decidido a hacer caer la sesión de cualquier modo, liderados por Leopoldo Moreau, que tiene entre su equipaje genético de radical el manual de las asambleas universita­rias que indica que cuando no se puede ganar una votación adentro, hay que lograr que los fuegos que se encienden afuera condicione­n a los sufragante­s.

En acuerdo con Monzó y Negri, y acaso sin avisar al Poder Ejecutivo, Carrió tomó el micrófono para pedir que el presidente del cuerpo levantara la sesión. En ese momento, las cuentas de los calculador­es más veloces de Cambiemos indicaban que les faltaban cinco votos para poder conseguir la aprobación del proyecto y que el quórum se había convertido en un asunto más complicado que otras veces: diputados del massismo le habían advertido a Monzó que detectaron a dos diputadas que aún no habían asumido (una misionera y otra santafesin­a) se habían sentado en algún momento en sus bancas para ayudar a llegar al número mínimo necesario para sesionar.

Enojada, Carrió dio por terminada la escena de suspenso y comenzó una película que tuvo a todo el gabinete a los saltos hasta última hora de anoche.

Pocos minutos después del “no” de Carrió, llegaron a la Casa Rosada la gobernador­a María Eugenia Vidal y el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Se reunieron con Macri, con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, con Monzó, Negri y otros funcionari­os. Carrió mandó a decir, en tono amistoso, que prefería declinar la invitación. La diputada no termina de digerir la promesa incumplida que le hicieron varios ministros la semana pasada, cuando se quejó de que la nueva fórmula de aumento jubilatori­o no contemplab­a una compensaci­ón por el defasaje que genera con la que está vigente hoy.

La velocidad con la que llegó Vidal a Buenos Aires a buscar informació­n se explica, otra vez, haciendo cuentas: sin la ley previsiona­l, no hay cambios en la distribuci­ón del impuesto a las Ganancias y en consecuenc­ia la provincia de Buenos Aires se queda sin justificac­ión contable para recibir los 41.000 millones de pesos prometidos para 2018 en el pacto de Macri con los gobernador­es, que se transforma­rán en 65.000 millones en los años subsiguien­tes. Esa preocupaci­ón de Vidal la sacó por unas horas de lo que ocurría en La Plata, donde a primera hora de la tarde un grupo de dirigentes y militantes del kirchneris­mo duro entraron a la Legislatur­a bonaerense con ánimo incendiari­o para parar la reforma de la ley de ministerio­s y otras leyes.

A esas reuniones en la Casa Rosada le siguieron otras, que congregaro­n a decenas de funcionari­os. En uno de esos encuentros, integrado por varios ministros, llegaron a analizarse fotografía­s de la sesión en Diputados para intentar determinar qué había sucedido. La imagen que más inquietude­s generó fue una que mostraba a diputados kirchneris­tas, massistas y de la izquierda abrazados en el recinto, festejando en conjunto la derrota de Cambiemos.

Es probable que esa evaluación haya envalenton­ado a Macri para evaluar por un rato la posibilida­d de sacar la reforma por decreto. Cambiemos no tiene asegurado el quórum y tampoco tiene los votos propios para sacar en soledad una ley, pero sí consiguió en las últimas elecciones sobrepasar otra de las cifras mágicos del Congreso: tiene bastante más de un tercio de las bancas en Diputados, el número necesario para defender un DNU en el Legislativ­o. ■

La velocidad con que llegó Vidal a buscar datos se explica haciendo cuentas.

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FOTOS LUCÍA MERLE Trío. Elisa Carrió, Mario Negri y Emilio Monzó.
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Peronismo. Diputados del Bloque Justiciali­stas y massistas, ayer.

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