Monte Castro, el remanso “secreto”
Monte Castro será uno de los barrios menos conocidos de Capital (de 2,9 km2, limita con Devoto al norte, Villa del Parque y Villa Santa Rita al este, Floresta, Vélez Sársfield y Villa Luro al sur, y Versalles y Villa Real al oeste). Pero guarda memorias jugosas. Ejemplos: en 1924 vivió el escritor Roberto Arlt y desde ese año hasta fines de los 50 funcionó la colonia para pacien- tes psiquiátricos a puertas abiertas Open Door.
El presente no se queda atrás. El club All Boys y la pizzería El Fortín, de leyenda más allá de sus límites geográficos, son imanes. Suenan fuerte, incluso para los que no somos del lugar.
Sin embargo, ninguno de esos espacios, ni las numerosas escuelas del barrio ni el centro comercial a cielo abierto de Álvarez Jonte -en reforma- trastocan demasiado su ritmo suave, de tarde de domingo.
“Éste es un típico barrio de clase media-media -explica a Clarín Leticia Maronese, fundadora de la Junta de Estudios Históricos local-. Conserva, en su mayor parte, casas bajas. Ya no posee industrias como hace cuatro décadas y más, pero sí tiene una fuerte impronta comercial. Y pasajes, lo cual contribuye a sumarle tranquilidad”.
Antigua zona de chacras y pulperías, heredó el nombre de Pedro Fernández de Castro, quien escrituró las tierras en 1703. A partir de ahí hay, claro, mucho para recordar. Desde que pasó la comitiva del virrey Sobremonte en su huida de las Invasiones Inglesas (1806-7) hasta que “en Jonte y Segurola se dice que habita el espíritu de Carlos Estévez, Petróleo, bailarín que revo- lucionó el tango”, según apunta Maronese.
Los vecinos siempre señalan que como el barrio está en terrenos altos nunca se inunda. Y que la calesita de Don José (1973) parece destinada a la eternidad porque, al estar techada, se puede ir hasta cuando llueve.
Hay gestos que definen espacios, como aquellas persianas bajas, ahora, la hora de la siesta. Y cuestiones que los moldean, como la falta de trenes y subtes.
Como sea, en Monte Castro, no hay postales obligadas si no rincones que seducen por lo auténticos. ■