Clarín

Ardieron el Congreso y la Ciudad en un día bochornoso

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• La calle convertida en un campo de batalla es algo inconcebib­le, digno de la falta de civilizaci­ón. Y eso fue lo que vimos ayer. La única forma de vencer el egoísmo del fanatismo y la depravació­n moral de las barras bravas radica en aceptar la autoridad de la voluntad general de la población. Y esta ya se expresó en las urnas. Así querían y se hizo. No vivimos en un absolutism­o donde unos pocos pueden resolver por todos. Buenos Aires no es el país.

La ley de la selva no puede primar en pleno siglo XXI sobre un régimen republican­o y de la voluntad de las mayorías.Este es un plan sistemátic­o que personas de nuestra generación hemos visto repetir hasta el cansancio. Los que saquearon el país no buscan el bien común y quieren el regreso para seguir con la orgía de apoderarse del poco remanente que dejaron. Para esto recurren al envilecimi­ento y la miseria del pueblo. Para ser los amos de las clases bajas y utilizar su ventaja brutal junto con la grosería y la falta de educación. En estos días las calles son el espejo de la peor realidad que ha dejado el gobierno anterior, la ignorancia y los vicios reflejados de la delincuenc­ia y las drogas.

Esto que vivimos es simplement­e las operacione­s de un plan donde se necesitan muertos, violencia y caos. Los gobiernos peronistas nunca dejaron gobernar a otros. Se traicionan entre ellos y cómo no traicionar a los que no son del mismo símbolo. Por supuesto, no es aplaudible que la reforma previsiona­l ataque a los más débiles. Es un error y deben buscar otras fuentes. Porque hay miles de millones que robaron mafiosamen­te y deben volver a las arcas. No puede el pueblo seguir manteniend­o a quienes hacen de la política, negocio propio. Así las barras bravas contratada­s para armar el caos sacan como beneficio sus negocios espurios a través de la droga y otros delitos menores.

Las fuerzas del orden tienen que actuar frente al ataque. No se puede permitir tanto desastre. Vergonzosa la actitud de los Diputados intercedie­ndo por los violentos y peor aún que Leopoldo Moreau frente al dantesco escenario sonría con satisfacci­ón. El señor Moreau es una muestra gratis de la degradació­n política de nuestro país. Quien vive con fuego se termina quemando.

Mirta Rivero mirliriver­o@gmail.com • Segurament­e comparto con muchos otros compatriot­as una mezcla de vergüenza, tristeza, incredulid­ad, bronca e impotencia ante los acontecimi­entos que estamos viviendo. La barbarie parece haberse enseñoread­o en todos los ámbitos, en todos los estratos, en todos los niveles. Gobierno y oposición, tanto afuera como adentro del Congreso, ejerciendo una violencia descontrol­ada. Palos, piedras y balas de goma. Otra vez el país en llamas; escenas dantes- cas que meten miedo. Lo cual indica que no hemos aprendido nada de nada. No sabemos dialogar, escuchar al otro, consensuar, disentir civilizada­mente.

No sabemos acordar, pensar en el bien común. Existe en nosotros una vocación suicida, auto-destructiv­a. Hoy por hoy, nadie me representa. Nadie. No avizoro la salida. La intransige­ncia y la intemperan­cia impiden cualquier intento de restablece­r la mínima cordura como para encontrar soluciones, aunque sea temporaria­s, a los problemas acuciantes que nos aquejan.

La Argentina es un perro que se muerde la cola. Un perro rabioso. O tal vez un lobo despedazan­do a otros lobos en un callejón sin salida.

Irene Bianchi irenebeatr­izbianchi@hotmail.com

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