Con Google agonizan los buenos debates
Demasiada certeza te termina por aburrir. Si algo estaba bueno, eran las discusiones que se armaban… qué digo discusiones, eran verdaderos debates con argumentos a nivel académico. Y sobre cualquier tema, religión, política, historia, economía, botánica, cómo cebar el mate, el origen de las civilizaciones, el papel del feminismo en la democracia occidental… de todo. Y siempre bien, ¡eh!
Se discutía con mucha altura. A veces, muy de vez en cuando, se caía en “la grieta”, pero se salía con verdadera honestidad intelectual. Todo estaba bien. Para mí: perfecto. Pero Marcos es un pesado y está siempre en busca de “la” verdad y así fue cómo la pudrió. Porque en los debates, no importa quién tiene la razón, sino quién argumenta mejor. Y Marquitos nunca lo entendió.
Una tarde, cuando nos estábamos preparando para un debate frente a la picada, nos dimos cuenta de que la mesa era una pantalla de televisión. “Es la mesa Google”, dijo Marcos y nos contó que el nuevo aparato interpretaba los temas que se están discutiendo alrededor de él, los buscaba en Internet y los convertía en imágenes y textos que aparecían a la vista de todos. El entusiasmo inicial se fue apagando cuando dejamos de jugar con el chiche tecnológico y alguien tiró el primer tema serio de debate. En seguida, la mesa tuvo la respuesta... nadie se animó a desmentirla y alguno que quiso agregar un datito fue corregido lacónicamente por la computadora, que además agregó tanta data que dejó a todos mudos. Fin de las discusiones y de las reuniones en la casa de Marquitos.
Demasiada certeza te termina por aburrir.