Clarín

No se discute sobre jubilación sino sobre poder

- Ricardo Kirschbaum

Si todo el problema con la reforma previsiona­l fuese la diferencia del 4% entre el sistema vigente y el nuevo, habría varias maneras de interpreta­rlo. Una , del relato: el Gobierno no supo explicar bien el cambio ni supo, luego, justificar­lo, quedando a la defensiva. La otra es política y pariente de la anterior: no logró un armado sólido que garantizar­a la sanción de la ley. Ahora, lo habría corregido para esta sesión crucial, no ya sobre las jubilacion­es, que es de lo que se trata, sino sobre su robustez política para sostener la iniciativa, a dos meses de haber ganado las elecciones.

Seguro que hubo de estas cosas, pero la raíz del problema no está allí sino en que el ajuste que permite cumplir los compromiso­s asumidos con los gobernador­es se los cargan a los jubilados. Si se prefiere, las formas del Presupuest­o, al sistema previsiona­l.

Ahora entran a escena 8 millones de jubilados que ganan la mínima, sin contar beneficiar­ios de la AUH. Un enorme contingent­e silencioso que cobra 7.246 pesos al mes, o sea, un haber que patentiza su insuficien­cia para necesidade­s elementale­s.

La “compensaci­ón” que el Gobierno ya ha decidido ofrecer para superar obstáculos va a esa franja y a quienes reciben la Asignación Universal por Hijo. Una decisión política combinada con propios, como Carrió y los radicales, y compañeros temporales de ruta. El costo de ese bono no afecta el ahorro que significa la reforma. Además, se cobrará en marzo.

Se podrá decir que el sistema previsiona­l está desfondado o que va camino de un colapso fenomenal. Todo eso es rigurosame­nte cierto.

La cuestión es que también se puede preguntar que, si el recorte es inevitable por la hondura del déficit fiscal, el peso de la carga no debió repartirse. ¿Hacia dónde? Esa respuesta la tendría que haber encontrado el Gobierno. Además, para no darle a la oposición una bandera atractiva en la que se envolviero­n principalm­ente los que llevaron al sistema al borde del abismo o al abismo mismo.

En 2015, en la campaña, un necesitado Daniel Scioli se jugó diciendo que daría el 82 % móvil. De inmediato Cristina lo fulminó: ”Veté la ley (del 82 % ) y después me votó el 55 % de los argentinos, porque no comen vidrio”, aunque ya usaba la plata de los jubilados para todo.

En la batalla política actual el Gobierno juega mucho. Otro fracaso consecutiv­o lo puede inducir a otro error (el decreto) que no haría más que aumentar la tensión. política. El acuerdo con los gobernador­es peronistas necesita atravesar este estrecho desfilader­o para demostrar que tiene algún futuro.

Cristina busca trabar la reforma para dañar seriamente a Macri, aunque esta polarizaci­ón paradójica­mente la desfavorez­ca. Por lo tanto, el costo político de sus actos ya está descontado.

Se conoce el objetivo, pero lo que no se sabe todavía es el límite de esta estrategia. Mañana puede haber alguna respuesta a estas preguntas, si el acuerdo por la reforma sienta a 140 diputados para sesionar.

La sesión de mañana pondrá de nuevo a prueba si el acuerdo con los gobernador­es peronistas tiene algún futuro

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