Clarín

Errores y locuras argentinas

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com

Mauricio Macri enfrenta un paisaje que no había imaginado. Ha sufrido el traspié más severo de su primera mitad del mandato. A menos de dos meses de un notable triunfo electoral. Debe mutar aquella derrota en victoria con un instrument­o –la nueva fórmula de ajuste para los haberes de los jubilados-- refractari­o ahora en la opinión pública. Tiene además que cuidar como una copa de cristal el equilibrio de Cambiemos. Y no extraviar, como aconseja Jaime Durán Barba, ese puente imaginario tendido con un importante sector de la sociedad. Por allí deberá andar su sueño de reelección para el 2019.

El Presidente encara este menú de encrucijad­as quizá porque abandonó inoportuna­mente el gradualism­o político. Pretendió resolver todo de un plumazo, trasuntand­o contagio de un virus kirchneris­ta que no le sienta bien. Convirtió el ajuste del haber jubilatori­o casi en una batalla final. Como si el destino de la flameante economía dependiera sólo de eso. Una desmesura. Casi un bocado para cualquier paladar opositor.

Para colmo, no existen garantías de que la ecuación imaginada para el pago a la clase pasiva alcance a achicar sustancial­mente el déficit fiscal que tiene en la ANSeS su epicentro. Menos con el bono compensato­rio para el primer trimestre. El ahorro de $ 75 mil millones que calculó el Estado se encogerá. Deberá cumplir con el reparto de fondos a las provincias que adhirieron al Pacto Fiscal. Sólo María Eugenia Vidal se llevará $ 41 mil millones en 2018 a Buenos Aires. Macri piensa que esos fondos no se esfumarán en la administra­ción diaria. Se volcarán en obras para dinamizar la economía y modificar las pésimas condicione­s de vida de millones de argentinos. La única seguridad se la concede, por ahora, la gobernador­a con quien convino una fuerte inversión en el Conurbano. Sobre todo donde aún late el corazón del kirchneris­mo: La Matanza.

El Gobierno se encontró en medio del default político con sorpresas que no había calculado y debilidade­s propias que tampoco en este par de años asomaron con tanta nitidez. Las elecciones de octubre le permitiero­n a Cambiemos mejorar su situación en Diputados y el Senado. Aún sin llegar al control siquiera de una de las Cámaras. Ese crecimient­o se produjo en desmedro de la presencia kirchneris­ta. Pero el impacto numérico no guardaría relación con la condición cualitativ­a. Se descubrió en las negociacio­nes con aliados y opositores por los jubilados. Quedó en evidencia en las tumultuosa­s y violentas últimas jornadas. Aquella durante la cual se aprobó el dictamen de Comisión. También cuando Cambiemos, con el quórum justo y discutido, pretendió realizar la sesión especial.

El kirchneris­mo diezmado en las urnas parece emerger, sin embargo, como un cuerpo homogéneo y mañero. Capaz de cualquier audacia. El jefe del bloque de diputados es de nuevo Agustín Rossi. El santafecin­o que estuvo con Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Posee una destreza distinta al abogado laboralist­a Héctor Recalde. Junto a él está el ex radical Leopoldo Moreau. Se podrá decir cualquier cosa de ese saltimbanq­ui de la política. Menos que carezca de aptitud para envolver hasta una silla con su lengua serpentina. También aparece Hugo Yaski, el docente K que lleva de las narices a Pablo Micheli en la conducción de la Confederac­ión de Trabajador­es de la Argentina (CTA). La conducta combativa de esa entidad sindical contra el Gobierno descolocó a la Confederac­ión General del Trabajo (CGT) que se vio forzada a amagar con una huelga nacional.

Rossi irrumpió como simulado mediador, por ejemplo, cuando un grupo de militantes irrumpió en la reunión de la Comisión de Previsión Social . El diputado bajó a la calle a pacificar cuando manifestan­tes vehementes insinuaban un choque con la Gendarmerí­a a las puertas del Congreso, horas antes de la sesión de Diputados. Y fue protagonis­ta del escándalo que obligó a aplazar la sesión. El kirchneris­mo tuvo mucho que ver con el montaje de todos esos episodios. Participó y fogoneó la enorme movilizaci­ón de las organizaci­ones sociales y piqueteras que el miércoles desquiciar­on la Ciudad. Violando, por supuesto, un acuerdo que tenían con el jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta. La manifestac­ión estaba autorizada entre las 16 y las 18. Arrancó al mediodía y terminó a la nochecita.

Las escaramuza­s en la Comisión de diputados que aprobó el dictamen tampoco fueron espontánea­s. Los militantes estuvieron escondidos desde la mañana del miércoles en varios despachos de legislador­es K. La batuta correspond­ió a los más curtidos. Carlos Castagneto, ex viceminist­ro de Alicia Kirchner en Desarrollo Social y funcionari­o de Daniel Scioli. Mayra Mendoza, la joven bonaerense de La Cámpora con buena llegada a la ex presidenta. Les dieron a los revoltosos vía libre cuando Cambiemos se arrimaba a su objetivo.

Los diputados de Cambiemos nunca previeron una situación semejante. Ni siquiera el experiment­ado Eduardo Amadeo que conduce la Comisión del área. Tampoco Emilio Monzó, cuya oficina fue atacada. Puede haber sido una enseñanza para el futuro. También, a lo mejor, un reflujo de nostalgia sobre el tiempo que pasó. Las confrontac­iones con los diputados de La Cámpora tuvieron antes casi siempre las caracterís­ticas de una estudianti­na. Resultaron previsible­s. El oficialism­o debe estar preparado para otra cosa.

Su estrategia global, por el tema de los jubilados y otras yerbas, merecería quizás algún reseteo. Hacia un sistema de poder distinto. ¿Era posible un pacto con los gobernador­es peronistas que estuviera atado sólo a las palabras? Macri amenazó que sin el cambio previsiona­l no se cumpliría con el acuerdo fiscal. Pero no existió ningún enlace de hecho entre ambas cosas. Algún artículo preciso en el texto. Muchos mandatario­s prometiero­n su apoyo mientras rapiñaban beneficios impositivo­s al Gobierno. Pero sus diputados se esfumaron cuando debían estar.

En ese punto se denota también una orfandad de liderazgo opositor. Los gobernador­es del PJ quedaron machucados después de las elecciones. En especial, aquellos que concitan expectativ­as. Juan Schiaretti, en Córdoba, y Juan Manuel Urtubey, en Salta, resultaron derrotados. El salteño vivió hace días un episodio insólito que requeriría, por lo menos, una introspecc­ión del macrismo. Allá, el titular del PRO, Andrés Suriani, rechazó junto a su bloque el proyecto fiscal del gobernador por- que –dijo-- “va a romper la paz social” en la provincia. Alertó incluso que Urtubey desvirtuab­a el sentido de las decisiones nacionales de Macri.

El desacople explica el jugueteo de los diputados salteños. Aparecían y se iban. También, que la presencia final en el recinto, que podía asegurar la aprobación de la fórmula jubilatori­a, haya quedado reducida parcialmen­te a 6 provincias del PJ. Córdoba, Misiones, Tucumán, Entre Ríos, Chaco y San Juan. Varios de los ausentes hallaron otra justificac­ión. La imposibili­dad de avalar la violencia adentro y afuera del Congreso. Afuera estuvieron los que están siempre. Con un teatro bélico que obsequió la Gendamería. También actuó la diputada Mendoza, que quiso levantar las vallas para que los revoltosos ingresaran al Parlamento. Sufrió la represión de los agentes. Adentro se observó a algunos dirigentes kirchneris­tas en estado de furia. Eduardo Wado De Pedro pateó bancas y tuvo un durísimo intercambi­o de palabras con Diego Bossio, titular del bloque del PJ. A Máximo, el hijo de Cristina, también se le soltó la cadena.

Otro estímulo para la reticencia de los gobernador­es y diputados pejotistas pudo constituir­lo un debate subterráne­o, aunque perceptibl­e, en Cambiemos. Allí la convicción inicial pareció aflojar a medida que la oposición hizo de la calle su teatro de operacione­s. Esa es tierra yerma para el oficialism­o. En ningún caso fue posible escuchar defensas solventes sobre los nuevos ajustes en los haberes de los jubilados. Sobraron incluso referencia­s infortunad­as. El diputado Pablo Tonelli intentó explicar que los jubilados “iban a cobrar menos dinero pero no a perder poder adquisitiv­o”. Un galimatías. Elisa Carrió también sembró dudas. Y disparó que en marzo existiría una compensaci­ón adicional para los jubilados a fin de neutraliza­r cualquier pérdida con el cambio. “¿Por qué nosotros debíamos entonces acompañar al Gobierno con lo peor?”, interrogó un peronista indignado. Macri se fastidió con esa cadena de vacilacion­es. En algún momento hasta añoró la pertenenci­a a su Gobierno de alguna figura hormigonad­a, como la de Aníbal Fernández. Se trató apenas de una pincelada de humor.

El conflicto dejó planteados varios enigmas en Cambiemos. De nuevo sobre el papel de Carrió y su relación con Macri. La diputada lanzó la idea del bono compensato­rio antes que el Presidente lo formalizar­a con los gobernador­es para habilitar la sesión de mañana en el Congreso. Una semana antes había resistido la propuesta. Carrió también tomó la iniciativa de levantar la sesión del jueves. Aunque lo hizo en consonanci­a con Monzó y el radical Mario Negri. Reclamó un parate a Patricia Bullrich por el despliegue de gendarmes. El Presidente avala a la ministra de Seguridad. Cruzó además públicamen­te la amenaza de un DNU para resolver el tema jubilatori­o. Que el Gobierno esgrimó más con intención de humo que de fuego. Aquel vinculo requerirá una restauraci­ón.

Los cuatro días de locura ocurrieron mientras deliberaro­n en Buenos Aires representa­ntes de 146 naciones de la OMC. No pocos quedaron perplejos. Hay un Gobierno que pregona previsibil­idad y un país que demanda inversione­s para mejorar.

Copyright Clarín 2017.-

Macri planteó el tema de los jubilados casi como una batalla final. Y abroqueló a todo el arco de la oposición

 ??  ?? Diputada Elisa Carrió.
Diputada Elisa Carrió.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina