Unos y otros no piensan en serio en los jubilados
“En una sociedad donde todo se compra y se vende, también la vejez puede convertirse en una mercancía como las demás.” (Norberto Bobbio, jurista, filósofo, historiador y senador vitalicio de Italia, 1909-2004, en su libro “De senectute”, escrito cuando tenía 85 años)
No convirtieron la ciudad y el Congreso en un ruinoso campo de combate para proteger a los jubilados. Pelearon en nombre de ellos, pero no por ellos. Se diría que de ambos lados hubo guerreros truchos que tomaron sus nombres en vano: “nuestros viejitos”, “nuestros queridos abuelos”. En cualquier tiempo, un político de cualquier partido, seguro que los llamó de ese modo, con estilo compasivo y protector. Pero si el destino y los votos llevaron a ese político a la Casa Rosada o a algún ministerio, ya funcionario empezó a ver a “viejitos y abuelos” como un número, una carga presupuestaria más que una persona en el otoño de la vida: un incordio para las cuentas públicas de todo pragmatismo gubernamen- tal. Desde luego, también un estandarte de lucha para los opositores que antes, teniendo todo el poder, repartieron migajas a cambio de votos. Ni el Gobierno ni los violentos de la izquierda y los coroneles de un kirchnerismo que ahora sólo visten harapos, piensan en los jubilados. En el macrismo nunca ocultaron que el objetivo de la nueva ley previsional era un ahorro anual de $ 60 mil millones a $ 100 mil millones, si se consideran también prestaciones sociales como la AUH. Y el kirchnerismo, después de sus tropelías con los jubilados, no podría sostener sin sonrojo la defensa que ahora dice ejercer de ellos. En los restos de esa fuerza argumentan que incorporaron a dos millones de no aportantes al sistema, lo que extendió la cobertura previsional a estándares positivos. Eso sí: los aqueja la amnesia política con la orden de Cristina Kirchner a la ANSeS para congelar el pago de los juicios con sentencia firme, desoír a la mismísima Corte Suprema y vetar el 82% móvil a los jubilados porque hubiese “significado la ruina del sistema”. Si se hubiesen usado recursos de la generosa pauta oficial para la prensa adicta o desviado algunos fondos del “Fútbol para Todos”, quizá otro gallo cantaría. Pero cantó siempre el mismo, que anunciaba malos pregones para el jubilado. Menem les entregó sus ahorros al negocio privado, De la Rúa les recortó el 13% de sus haberes de miseria.
En confianza, todos los ningunearon. Cristina habló de un “abuelito amarrete” y Macri de los “viejitos porno”. Bobbio, el intelectual italiano, advirtió que la vejez podía convertirse en una mercancía como cualquier otra. Definición a medida para el escándalo político y legislativo que hoy encontraría la solución con un bono adicional que allanaría el voto de la nueva ley. Cabe una pregunta: ¿la casta política se meterá alguna vez en serio con las jubilaciones de privilegio, sin amagar con continuos anuncios nunca concretados, como uno muy reciente o seguirá metiendo la mano en el bolsillo de los que no hicieron otra cosa en su vida más que laburar?