Los coletazos de la reforma, el PJ bilardista y una puja con la Corte
Cimbronazo. Lo provocó en el Gobierno la sesión caída. Causas y juicios políticos que van y vienen.
El Gobierno va al Congreso a la primera batalla de la guerra 2019
La sesión llamada este lunes para tratar la trajinada reforma previsional es la primera batalla de la guerra de 2019. EL sindicalismo opositor lanza un paro que tiene un solo objetivo: impedir que se reúna el Congreso. ¿Lo hará cada vez que se trata este asunto u otro que toque la médula de la memoria criolla, que se eriza cada vez que oye hablar de cambios en las jubilaciones? El manual indica que es un camino de ida: impedir la sesión es abrirles el camino a los pretorianos del Gobierno que intentaron el jueves la firma de un disparatado DNU. Que lo avalase Mauricio Macri sería un triunfo de la oposición. También indica el manual que, si hay sesión, mejor que cumplan los gobernadores y el bloque del peronismo no cristinista en aprobar el proyecto. Si el proyecto es rechazado, el Gobierno habrá perdido lo ganado en las elecciones del 22 de octubre, que es la certidumbre de que habrá gobernabilidad en los próximos dos años.
Imagínate qué hará un inversor, de esos que se dice están esperando en el mostrador de Ezeiza para traer una moneda por este lado del mapa, si el Gobierno fracasa en este intento. Este cuadro hace pertinente una revisión del cuadro de situación. Primero, que ha sido un error del Gobierno apartar a la políti- ca y sus aliados políticos de este debate. Hubo una orden al Gabinete de no hablar del tema. También se rechazó la idea del bono de empalme que habían llevado al gabinete Elisa Carrió y Mario Negri. No es un tema importante en los medios, decían los grupos que miden el centimetraje de la atención pública. Ahora que salió, admiten desde la Rosada: “Pudimos hasta darles más a los jubilados en ese bono”. Si digo quién lo dijo hay lío, y ya hay bastante lío. Si lo desmienten, cuento qué ministro lo confesó en la intimidad de un salón VIP.
Macri y la tentación pretoriana
En las últimas 48 horas pareció funcionar la experiencia ganada en los dos años de aprendizaje presidencial: 1) Mauricio Macri reprimió la tentación pretoriana y se peleó con todo el Gabinete que le había tendido, con inocencia pampa, la trampa del DNU. 2) Privilegió los techincals de su gobierno, es decir la relación con los radicales y Elisa Carrió. 3) Revisará las relaciones con el peronismo. Y vamos por partes. La batalla más dura del jueves para Olivos no fue la batahola en el recinto de los Diputados. Se libró adentro, entre los ministros y Macri, y entre éstos y los radicales, para buscar cumplir con el dictamen más sabio de Felipe González: lo malo no es meter la pata, es no sacarla rápido.
La mesa de “ojos” y entornistas presidenciales se cebó para echarles la responsabilidad del fracaso de la sesión a los jefes legislativos, a quienes habían desairado toda la semana con el rechazo del bono de empalme. De ahí nace la idea del DNU que encabritó a los normales del Gobierno. Faltaba, claro, la opinión del principal asesor de las medidas pretorianas, pero estaba demorado en la reu- nión de directorio de YPF. Apenas escuchó lo del DNU, Fabián Rodríguez Simón corrió desde la sede de la petrolera al despacho presidencial. Le costó convencer al otro lado del gabinete, que empujaba por un DNU: “Así van a aprender los gobernadores”. El asesor en tema complejos los convenció de lo mismo que decía desde el Congreso Carrió: que era ilegal, que tendría un altísimo costo político, y que desencadenaría una catarata de juicios contra el Estado.
Nueva rama: el PJ bilardista
Macri se convenció después del rechazo de Carrió (en público, a través de un tuit) y de Rodríguez Simón, dos a quienes escucha cuando hay tormenta. Cedió también la plaza de local para la reunión del viernes con gobernadores y bloques amistosos. No podía recibirlos en Olivos, como cuando hace un año le prometieron apoyar la reforma política, y que después lo dejaran pagando. Porque acá hay que admitir que hay un golpe a la autoridad presidencial. Hay gobernadores que le mienten al presidente, como se ventiló el viernes en la reunión del Congreso, con Mario Quintana, su planilla de Excel, un puñado de gobernadores peronistas (Juan Manuel Urtubey, Domingo Peppo, Gustavo Bordet), radicales (Alfredo Cornejo, Gerardo Morales), el vecinal Omar Gutiérrez, de Neuquén, y los jefes de bloque bloques justicialista (Kosiner), UCR (Negri) y PRO, (Massot).
El debate fue ácido y puso al desnudo la tarea principal de un Gobierno de minorías: enfrentarse con un peronismo disperso, sin jefatura, sin agenda y debilitado, cuyos caciques buscan imponerse sobre los demás para enfrentar el futuro político de la formación. En este tipo de pulseada se imponen siempre los liderazgos maximalistas, que defienden posiciones más drásticas. En esa crisis del peronismo participan gobernadores moderados, que prometieron ayuda para el proyecto porque necesitaban la plata, pero que ven ahora que ser acuerdistas los perjudicó en las elecciones de octubre. Disputan poder, espacio y agenda con el otro peronismo, el que sacó 36% de los votos en Buenos Aires y que encarna lo que Negri llamó el “peronismo bilardista”.
“Están dispuestos a romper el debate, te saltan en un córner con un alfiler o te dan el agua con purgante”, chicaneó. Para el oficialismo, la novedad es que el peronismo rompedor no tiene jefe, pero tiene sensibilidad de la debilidad del otro lado. “Esto no es una conspiración dentro una pieza, acá huelen debilidad”, dice el diagnóstico más crudo del oficialismo. Ven, además, que esa patrulla perdida que era el cristinismo camporista de la Cámara, ha pasado a tener un comando organizado y con experiencia.
“Acá está Espinoza -dicen en Cambiemos que es el jefe de La Matanza, ése sabe”. Negri agrega con humor entrerriano. “Y Yasky, que tiene más horas de corte de calles que horas de clase dictadas en su vida”. Esta dureza expresa el interés político esperable de la oposición maximalista, pero arrastra por gravitación al peronismo moderado, que tiene ya el dato que, en las urnas, el 22 de octubre hubo mejores elecciones para los duros que para los moderados.
Llorar por los destituyentes
En un proceso así, el Gobierno tiene que asumir la función de ordenador de la oposición, para no ser víctima de la crisis ajena. Quien organizó al peronismo de los ‘80 fue Antonio Troccoli como ministro del Interior de Alfonsín. Le dio la intervención del PJ Buenos Aires a Julio Mera, ordenaron a la oposición y le dieron un rumbo a la transición, aunque le costase el poder al radicalismo. Así son las transformaciones de fondo: quien las emprende entrega poder, como entregó poder Roque Sáenz Peña con una ley electoral que cambió el país, pero que condenó a su partido a no ganar nunca más una elección.
Para el peronismo bilardista la reforma previsional es un casus belli para fines políticos, es un instrumento como podría ser cualquier otro proyecto. La acusación de destituyentes es también una trivialidad: siempre la oposición quiere la destrucción del oficialismo. Para eso existe. Los republicanos quisieron la caída de Clinton y usaron el caso Lewinsky; también la de Obama, con fotos truchas disfrazado de musulmán. Como buscan algunos ahora la caída de Trump. Enojarse por las intenciones destituyentes es una ingenuidad para la risa, en un país donde los gobiernos caen (a Kirchner se le cayeron cinco gobernadores en cuatro años: Sergio Acevedo, Carlos Sancho, Aníbal Ibarra, Mario Colazo y Ángel Maza). Es
Macri se tentó con sacar un DNU para los cambios jubilatorios. Lo frenó el ala política parlamentaria de Cambiemos.
Rodríguez Simón, abogado del oficialismo, advirtió sobre juicios previsionales si salía el decreto.
El matancero Espinoza es una de las espadas del nuevo peronismo opositor. En el oficialismo lo miran con recelo.