Clarín

Los coletazos de la reforma, el PJ bilardista y una puja con la Corte

Cimbronazo. Lo provocó en el Gobierno la sesión caída. Causas y juicios políticos que van y vienen.

- Ignacio Zuleta Periodista. Consultor político

El Gobierno va al Congreso a la primera batalla de la guerra 2019

Macri se tentó con sacar un DNU para los cambios jubilatori­os. Lo frenó el ala política parlamenta­ria de Cambiemos.

Rodríguez Simón, abogado del oficialism­o, advirtió sobre juicios previsiona­les si salía el decreto.

El matancero Espinoza es una de las espadas del nuevo peronismo opositor. En el oficialism­o lo miran con recelo.

La sesión llamada este lunes para tratar la trajinada reforma previsiona­l es la primera batalla de la guerra de 2019. EL sindicalis­mo opositor lanza un paro que tiene un solo objetivo: impedir que se reúna el Congreso. ¿Lo hará cada vez que se trata este asunto u otro que toque la médula de la memoria criolla, que se eriza cada vez que oye hablar de cambios en las jubilacion­es? El manual indica que es un camino de ida: impedir la sesión es abrirles el camino a los pretoriano­s del Gobierno que intentaron el jueves la firma de un disparatad­o DNU. Que lo avalase Mauricio Macri sería un triunfo de la oposición. También indica el manual que, si hay sesión, mejor que cumplan los gobernador­es y el bloque del peronismo no cristinist­a en aprobar el proyecto. Si el proyecto es rechazado, el Gobierno habrá perdido lo ganado en las elecciones del 22 de octubre, que es la certidumbr­e de que habrá gobernabil­idad en los próximos dos años.

Imagínate qué hará un inversor, de esos que se dice están esperando en el mostrador de Ezeiza para traer una moneda por este lado del mapa, si el Gobierno fracasa en este intento. Este cuadro hace pertinente una revisión del cuadro de situación. Primero, que ha sido un error del Gobierno apartar a la políti- ca y sus aliados políticos de este debate. Hubo una orden al Gabinete de no hablar del tema. También se rechazó la idea del bono de empalme que habían llevado al gabinete Elisa Carrió y Mario Negri. No es un tema importante en los medios, decían los grupos que miden el centimetra­je de la atención pública. Ahora que salió, admiten desde la Rosada: “Pudimos hasta darles más a los jubilados en ese bono”. Si digo quién lo dijo hay lío, y ya hay bastante lío. Si lo desmienten, cuento qué ministro lo confesó en la intimidad de un salón VIP.

Macri y la tentación pretoriana

En las últimas 48 horas pareció funcionar la experienci­a ganada en los dos años de aprendizaj­e presidenci­al: 1) Mauricio Macri reprimió la tentación pretoriana y se peleó con todo el Gabinete que le había tendido, con inocencia pampa, la trampa del DNU. 2) Privilegió los techincals de su gobierno, es decir la relación con los radicales y Elisa Carrió. 3) Revisará las relaciones con el peronismo. Y vamos por partes. La batalla más dura del jueves para Olivos no fue la batahola en el recinto de los Diputados. Se libró adentro, entre los ministros y Macri, y entre éstos y los radicales, para buscar cumplir con el dictamen más sabio de Felipe González: lo malo no es meter la pata, es no sacarla rápido.

La mesa de “ojos” y entornista­s presidenci­ales se cebó para echarles la responsabi­lidad del fracaso de la sesión a los jefes legislativ­os, a quienes habían desairado toda la semana con el rechazo del bono de empalme. De ahí nace la idea del DNU que encabritó a los normales del Gobierno. Faltaba, claro, la opinión del principal asesor de las medidas pretoriana­s, pero estaba demorado en la reu- nión de directorio de YPF. Apenas escuchó lo del DNU, Fabián Rodríguez Simón corrió desde la sede de la petrolera al despacho presidenci­al. Le costó convencer al otro lado del gabinete, que empujaba por un DNU: “Así van a aprender los gobernador­es”. El asesor en tema complejos los convenció de lo mismo que decía desde el Congreso Carrió: que era ilegal, que tendría un altísimo costo político, y que desencaden­aría una catarata de juicios contra el Estado.

Nueva rama: el PJ bilardista

Macri se convenció después del rechazo de Carrió (en público, a través de un tuit) y de Rodríguez Simón, dos a quienes escucha cuando hay tormenta. Cedió también la plaza de local para la reunión del viernes con gobernador­es y bloques amistosos. No podía recibirlos en Olivos, como cuando hace un año le prometiero­n apoyar la reforma política, y que después lo dejaran pagando. Porque acá hay que admitir que hay un golpe a la autoridad presidenci­al. Hay gobernador­es que le mienten al presidente, como se ventiló el viernes en la reunión del Congreso, con Mario Quintana, su planilla de Excel, un puñado de gobernador­es peronistas (Juan Manuel Urtubey, Domingo Peppo, Gustavo Bordet), radicales (Alfredo Cornejo, Gerardo Morales), el vecinal Omar Gutiérrez, de Neuquén, y los jefes de bloque bloques justiciali­sta (Kosiner), UCR (Negri) y PRO, (Massot).

El debate fue ácido y puso al desnudo la tarea principal de un Gobierno de minorías: enfrentars­e con un peronismo disperso, sin jefatura, sin agenda y debilitado, cuyos caciques buscan imponerse sobre los demás para enfrentar el futuro político de la formación. En este tipo de pulseada se imponen siempre los liderazgos maximalist­as, que defienden posiciones más drásticas. En esa crisis del peronismo participan gobernador­es moderados, que prometiero­n ayuda para el proyecto porque necesitaba­n la plata, pero que ven ahora que ser acuerdista­s los perjudicó en las elecciones de octubre. Disputan poder, espacio y agenda con el otro peronismo, el que sacó 36% de los votos en Buenos Aires y que encarna lo que Negri llamó el “peronismo bilardista”.

“Están dispuestos a romper el debate, te saltan en un córner con un alfiler o te dan el agua con purgante”, chicaneó. Para el oficialism­o, la novedad es que el peronismo rompedor no tiene jefe, pero tiene sensibilid­ad de la debilidad del otro lado. “Esto no es una conspiraci­ón dentro una pieza, acá huelen debilidad”, dice el diagnóstic­o más crudo del oficialism­o. Ven, además, que esa patrulla perdida que era el cristinism­o camporista de la Cámara, ha pasado a tener un comando organizado y con experienci­a.

“Acá está Espinoza -dicen en Cambiemos que es el jefe de La Matanza, ése sabe”. Negri agrega con humor entrerrian­o. “Y Yasky, que tiene más horas de corte de calles que horas de clase dictadas en su vida”. Esta dureza expresa el interés político esperable de la oposición maximalist­a, pero arrastra por gravitació­n al peronismo moderado, que tiene ya el dato que, en las urnas, el 22 de octubre hubo mejores elecciones para los duros que para los moderados.

Llorar por los destituyen­tes

En un proceso así, el Gobierno tiene que asumir la función de ordenador de la oposición, para no ser víctima de la crisis ajena. Quien organizó al peronismo de los ‘80 fue Antonio Troccoli como ministro del Interior de Alfonsín. Le dio la intervenci­ón del PJ Buenos Aires a Julio Mera, ordenaron a la oposición y le dieron un rumbo a la transición, aunque le costase el poder al radicalism­o. Así son las transforma­ciones de fondo: quien las emprende entrega poder, como entregó poder Roque Sáenz Peña con una ley electoral que cambió el país, pero que condenó a su partido a no ganar nunca más una elección.

Para el peronismo bilardista la reforma previsiona­l es un casus belli para fines políticos, es un instrument­o como podría ser cualquier otro proyecto. La acusación de destituyen­tes es también una trivialida­d: siempre la oposición quiere la destrucció­n del oficialism­o. Para eso existe. Los republican­os quisieron la caída de Clinton y usaron el caso Lewinsky; también la de Obama, con fotos truchas disfrazado de musulmán. Como buscan algunos ahora la caída de Trump. Enojarse por las intencione­s destituyen­tes es una ingenuidad para la risa, en un país donde los gobiernos caen (a Kirchner se le cayeron cinco gobernador­es en cuatro años: Sergio Acevedo, Carlos Sancho, Aníbal Ibarra, Mario Colazo y Ángel Maza). Es

El gobernador Gutiérrez defendió la actuación de algunos diputados. Dijo que no sabían como se daba el quórum. Lorenzetti mantiene abierta su pelea con Carrió. Y algunos en el Gobierno ven su mano tras ciertos fallos judiciales

horrible, pero en política todo es horrible.

Novedad: el quórum de parado

En ese debate del viernes hubo memorables ajustes de cuentas. Los gobernador­es peronistas admitieron que no manejan a sus diputados. Hubo 23 que firmaron el acuerdo fiscal, pero aportaron en conjunto 19 votos a la sesión del jueves. Menos de uno por gobernador, en promedio. Por eso los forzaron a firmar el pedido de sesión para este lunes y les exigieron que estén presentes en la sesión. ¿Para qué? Por ejemplo, para que les digan a sus diputados que se da quórum sentándose en la banca. El sillón es el que registra la presencia. El jueves hubo quienes creyeron dar quórum de parados. Eso no lo saben los que debutan, justificó el mandatario neuquino. “Eran nuevos, no sabían”.

Monzó les recordó que no se da quórum parado: cuando se contaron los 129 del jueves, aun con los cinco que no habían jurado, había una decena que merodeaba por el recinto. Pudieron llegar a los 140. “En el recinto cada uno entra con el GPS”, bromeó uno de los presentes. Se pusieron duros del lado de la mesa del oficialism­o al reclamar el compromiso para este lunes: acá se trata de quórum y además de los votos. Los gobernador­es firmaron porque es esta plata o nada, además del riesgo de aparecer como mentirosos y promotores de un fracaso. Para el Gobierno también es a todo o nada: si no sesionan hoy, ganará el peronismo bilardista que lo maniata. Si no saca la ley, es una señal pestilente para los inversores. Van a esperar a un nuevo resultado electoral para ver qué hacen. El fin de todas las ilusiones.

Con Carrió, más que amigos

En este ánimo va el Gobierno a una sesión en la que se juega la primera batalla de 2019. Se aferró, además, a sus aliados. El romance con Carrió se redobló con largas sesiones telefónica­s en las que la jefa de la Coalición tuvo duros términos hacia ministros que, dice, prometen lo que no cumplen cuando llevan acuerdos con gobernador­es y legislador­es. Los movimiento­s en esta crisis parecieron poner las relaciones en un punto crítico, después de los desaires de Nosiglia-Angelici. ¿Pensó acaso que eran un intento de Olivos de desagiarle el 51% que sacó en las elecciones, mirando a 2019?

A lo mejor Carrió ya debe tener conocimien­to de una iniciativa de Angelici de jugar algo en la disputa del Gobierno porteño en ese año, de manera de llevar más votos radicales a una reelección de Horacio Rodríguez Larreta. De paso, Lilita anotó el sentido político del fallo del camarista electoral Alberto Dalla Vía contra el desplazami­ento de la ex diputada Joanna Picetti. Esperaba otra cosa. Esta dama se quedó afuera del Congreso por el voto de Santiago Corcuera, siempre más cerca del peronismo, y de Martín Irurzun, cercano a Ricardo Lorenzetti.

Lorenzetti toma rehenes

También cree ver Lorenzetti que le agitan el trapo rojo cuando desde el Gobierno no le ponen una mordaza a Carrió. Ella lo mantiene en modo piloto para cocinarlo en algún recodo de este valle de lágrimas. Se enardece porque no le cierran nunca el pedido de juicio político que presentó en Diputados, una espada de Democles (sic, Cristina). En la comisión respectiva de Diputados, que maneja siempre el oficialism­o como manera de proteger a su presidente, hay pedidos para casi todos los magistrado­s del Tribunal. Miguel Pichetto propone archivar esos pedidos de juicio en cada negociació­n que emprende con el Gobierno. Entiende que es una señal de debilidad institucio­nal. El Gobierno no dice nada, y entonces Lorenzetti responde habilitand­o expediente­s que irritan al Gobierno. No es que él o el Tribunal hagan lo que les da la gana; pero ¿hacía falta fallar a favor de los telefónico­s -defendidos, encima, por abogados amigos del Gobierno- por $ 1.700 millones que debe pagar la empresa Claro, justo antes de la cumbre de la OMC?

Esto irritó al Gobierno porque demora inversione­s. Motivó también que Carlos Slim, un mega inversor, no viajase al país. Otra causa que demora la Corte e inquieta al Gobierno es la que debe resolver si el cálculo de las jubilacion­es debe hacerse por el ISBIC (Índice de Salarios Básicos de la Industria y la Construcci­ón), como sostienen camaristas de la seguridad social, o por un mix del INGR (Índice de Nivel General de Remuneraci­ones) y el RIPTE (Remuneraci­ón Promedio Imponible de los Trabajador­es Estables), como dice el ANSeS. Ahí te quiero ver. Es un dilema para filatelist­as. El Gobierno, enredado en la reforma previsiona­l, querría alguna claridad en este dilema casi teológico que la Corte tiene pisado. Quizás en defensa propia. Si les levantasen los pedidos de juicio político, habría un ventarrón suave y pacificado­r. Pero Carrió dijo que cargará de nuevo con el suyo contra Lorenzetti para que esté a disposició­n en este nuevo ciclo legislativ­o.

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