Clarín

Beauty pools: coquetería grupal y a domicilio

Alguna vez fue el tupperware: ahora el asunto temático que convoca a un grupo de amigas es la belleza.

- Especial para Clarín María Paula Bandera

Las canas piden a gritos una visita al peluquero, pero el estado de ánimo exige una charla entre amigas, ¿teñirse o tomar un café con las chicas? Ya no es necesario tirar la moneda, es que, gracias a los beauty pools las dos cosas se pueden hacer al mismo tiempo. Bajo esta modalidad, un grupo de mujeres contrata a uno o varios profesiona­les de la estética para que las atienda a todas en la misma reunión; así ahorran tiempo y, muchas veces, dinero. “Un corte en peluquería ronda los $500, si vas a domicilio a atender a una sola persona lo cobras $400, y si se suman cinco o más mujeres ya bajas el precio a $300 o $250 por cabeza”, indica el peluquero Federico Arrieta, quien suele trabajar de esta forma en countries y barrios como Belgrano, Caballito y San Isidro. Pero la mayor virtud de estos encuentros es que son divertidos. “Tanto las clientas como yo la pasamos super bien, charlamos de todo, se arma la típica reunión de muchas mujeres juntas”, cuenta la cosmiatra Vanesa Ruas; por supuesto, la temática estética no queda afuera “me preguntan cómo cuidar la piel y se interesan por saber qué productos les estoy aplicando”, agrega. El living también se transforma­n en aula, ya que, en la lista de servicios, varios profesiona­les incluyen los seminarios o cursos; como la cosmiatra y maquillado­ra Vanesa Forte, quien dicta talleres de automaquil­laje a domicilio. “Un taller grupal es más enriqueced­or porque, por ejemplo, cuando vemos tipos de rostros o de ojos podemos comparar y ver las diferencia­s entre unas y otras”, explica. Claro que las reuniones femeninas son sinónimo de charlas eternas, por eso un servicio que demanda media hora puede requerir el doble de tiempo, “en general, se juntan cuatro o cinco amigas y estoy una hora con cada una. Si charlan mucho no importa porque yo sigo trabajando, pero si me hicieron demasiadas consultas y me demoré, tengo recursos; quizás mientras dejo actuar la mascarilla de una atiendo a otra y cosas así”, indica Ruas. “Y sí, te dispersas”, cuanta Forte, “eso también es parte de la propuesta; igual, cuando veo que ya estamos charlando demasiado o que nos fuimos de tema totalmente, vuelvo a traerlas al eje de la reunión”, cuenta la maquillado­ra. Los beauty pools, además, pueden incluir a más de un profesiona­l de la estética; como si fuera un salón de belleza o spa, en el living de la casa también convienen la cosmetólog­a y el peluquero, “me tocó trabajar con manicuras, por ejemplo, y te vas rotando, yo trabajaba con una, ella le hacia las manos a otra... A mí me gusta, me parece que hasta es más divertido”, dice Ruas. Forte compartió espacio con una masajista, “ella llevó su silla de masajes, del estilo de las que se ven en los shoppings, y una recibía los masajes mientras que las demás se maquillaba­n”. Pero la propuesta no termina con los servicios, también suele incluir la venta de productos, “me encantó comprar en un beauty pool porque no tiene nada que ver con ir a una perfumería, pudimos probar todo y Vanesa nos explicaba para qué servía cada cosa, nos asesoró según el tipo de piel de cada una y nos entregó una especie de guía con indicacion­es de los productos”, explica Cecilia Gerez, de 35 años, clienta de Ruas. Y si las niñas imitan a sus madres y ahora festejan cumpleaños con días de spa, las adultas quieren volver a ser chicas por un rato y cambian los vibradores del tuppersex por labiales y brochas, “me llaman mucho para cumpleaños y despedidas de solteras; en esos casos generalmen­te se animan mucho más, se ponen plumas en las pestañas, glitter, quieren maquillaje­s bien arriba”, cuenta Forte. En cuanto al target de edad, los profesiona­les coinciden en señalar que la franja que va de los 30 a los 35 años es la que más busca este tipo de servicios. “Nunca me llamó un grupo de más de 45. Sí, en cambio, me pasó que me contraten chicas de menos de 25, porque las mujeres empiezan a cuidarse cada vez de más jóvenes”, indica Ruas.

Arrieta, en cambio, trabaja más que nada con familias, por eso la disparidad de edades es más común; “atiendo a la abuela, a la madre, a la tía y a la hija, pueden tener de 15 años en adelante. Lo que más piden es corte y baños de keratina y eso va para todas las edades”. En los 70 y 80 fueron las reuniones de Tupperware, en los 90 y 2000 las de tuppersex y en 2017 le llegó el turno a la belleza; todo cambia, excepto una cosa: la necesidad de juntarse con amigas y compartir un buen momento. ■

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DAVID FERNÁNDEZ. A domicilio. La onda es socializar entre amigas mientras expertos te tiran tips y aplican métodos en el momento, a mejor precio que yendo a buscar el tratamient­o.

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