Clarín

Lo que deja el día de las piedras

- Héctor Gambini

¿De dónde salen tantas piedras? De los mazazos a veredas, cordones de calles, fuentes de plazas, bancos de cemento. Todo se hace piedras. Armas para el ataque. En colectivos con militantes que van hacia el Congreso desde Merlo y desde Avellaneda se encuentran bolitas de metal, hondas, hierros afilados y cruzados para pinchar neumáticos y gruesos palos de hasta un metro y medio. También mazas. Más armas para el ataque.

El ataque, entonces, sucede. No es casual, no es improvisad­o, no es espontáneo. Un hombre avanza con una gruesa rama de árbol transforma­da en escopeta tumbera. Tira de un gatillo en la base y un caño fino en la punta despide perdigones. El pistolero se llama Sebastián Romero y fue candidato a diputado nacional por Santa Fe, pero perdió y entonces ahora dispara en la calle.

La Plaza del Congreso es un campo de batalla y, más tarde, la Avenida de Mayo es el corredor por donde avanzan y retroceden manifestan­tes violentos. Un corredor de guerreros que los drones de la televisión hacen lucir como escenas de Games of Thrones o de Vikings. Las piedras vuelan contra la Policía de la Ciudad, que sólo tiene la directiva de aguantar. Una jueza porteña, Patricia López Vergara, les ordenó no tirar gases a los manifestan­tes y el Gobierno porteño jura que lo hace cumplir.

Es así durante tres horas, hasta que entra la Infantería de la Federal y 20 motos que desbandan a los atacantes por Avenida de Mayo. En la Ciudad festejan el operativo. "Fue impecable, prolijo", sintetizab­a un dirigente porteño. Desde la Nación lo vieron con más impacienci­a: "La Ciudad fue un caos durante más de 6 horas y al final ¿qué pasó? Terminamos con 70 policías heridos. Una locura...". Este modo de pararse como halcón o como paloma ante los disturbios en la calle continuará.

En Corrientes y Montevideo quedaron cua- tro filas de gendarmes "en apresto". Listos para actuar. "Nos parecía que era provocar sin sentido", opinan los porteños. Halcones y palomas admiten por lo bajo que fue Lilita Carrió la que sacó de la cancha a Patricia Bullrich tras los choques del jueves pasado. Ahora Bullrich vio todo por TV como el jueves lo había hecho Horacio Rodríguez Larreta, desde una pizzería de la avenida Cabildo.

El Gobierno cambia la marca en la calle para un grupo violento que es considerab­le - ayer eran unos 500- y responde a la única consigna de generar caos en diciembre, un objetivo que hace apenas 10 días hubiera sonado descabella­do. ¿Cómo lo consiguier­on? "No lo vimos venir... quizá subestimam­os un poco el debate por la reforma previsiona­l, que parecía más una cuestión de acuerdo con los gobernador­es que de impacto directo en la calle", reflexiona­ba un dirigente de Cambiemos.

Convocados por las redes, anoche sonaron cacerolazo­s en algunas esquinas porteñas.

Tampoco lo vio venir la CGT, que no movió un dedo cuando el proyecto fue aprobado por el Senado, amenazó con un paro el jueves para el viernes, lo levantó y lo decretó ayer sobre la marcha. Mientras algunos hacían notar que gremios fuertes como el de Camioneros ni pestañeaba­n ante la convocator­ia, la UTA aclaraba que ellos no se adherían y que hoy habría transporte.

El caleidosco­pio del día de las piedras dejó cuatro imágenes nítidas: halcones nacionales o palomas porteñas para resolver la agresivida­d en la calle; una CGT titubeante, indecisa y partida; un alerta para La Plata -donde hoy se debaten reformas bonaerense­s- y pintadas de aerosol en las vallas policiales de Avenida de Mayo: Cristina-Kicillof 2019, decían. ■

Los ataques en la calle no fueron improvisad­os ni espontáneo­s: tuvieron logística y organizaci­ón.

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