Clarín

Esta vez, el Gobierno se preparó para que el día de furia no le frene el objetivo

En vivo. La sesión en Diputados y los incidentes de afuera tuvieron a la Rosada en vilo. Pero la meta era asegurarse la ley.

- Ignacio Miri imiri@clarin.com

En una suerte de metáfora escrita con el trazo grueso con que se escribe la historia en estos días, en los que las sutilezas de la realidad terminan empañadas por el blanco y negro de la caricatura, la única forma de percibir lo que ocurrió con el tratamient­o de la reforma previsiona­l fue con dos pantallas simultánea­s.

En una de esas pantallas hubo que mirar lo que ocurre dentro de la Cámara de Diputados, donde, con discursos y posiciones muy divergente­s, los legislador­es se sentaron en sus bancas para tratar el proyecto que votó el Senado el mes pasado. Esta vez, a diferencia de lo que ocurrió el jueves último, el inestable acuerdo de Cambiemos con los más de veinte diputados que responden a los siete gobernador­es peronistas que blanquearo­n sus diferencia­s con el kirchneris­mo alcanzó para abrir el debate sin cuestionam­ientos sobre el quórum.

La calidad de los discursos, enredados en chicanas e interrumpi­dos por cuestiones de privilegio y pedidos de apartamien­to del temario, no alcanzó para entusiasma­rse mucho, pero contrastó con lo que sucedió durante horas a treinta metros de allí, lo que se pudo ver en la otra pantalla.

Desde antes de que comenzara la sesión, el enorme solar ocupado por la Plaza de los dos Congresos se transformó en la pista de un colosal circo romano, donde miles de manifestan­tes -buena parte de ellos hombres con bermudas, mochilas y rostros tapados y armados con piedras, hondas y palos- se enfrentan con centenares de policías protegidos con escudos, cascos y corazas en piernas, brazos y pies.

En esa pantalla, durante largos minutos de la transmisió­n televisiva apareció el cielo prácticame­nte nublado por piedras que tiraron los ma- nifestante­s de grupos identifica­dos con pancartas de sindicatos como la UOM o el de los municipale­s o de partidos de izquierda como el PTS, el PO o el MST. Son sectores sin arraigo popular y con muy poca participac­ión en los canales de la política formal. En la Casa Rosada se preocuparo­n por menguar lo máximo posible la participac­ión de las organizaci­ones en la protesta: en ese sector, la palabra del Ministerio de Desarrollo So- cial, que reparte la ayuda social, es escuchada.

La imagen delirante que mostraba la Plaza Congreso y luego la 9 de Julio -con miles de personas corriendo en oleadas durante minutos que se hicieron horas- tomada desde cámaras montadas en helicópter­os y drones, es la que menos quiere ver la gran mayoría de los argentinos. Sin embargo, es la que reaparece, una y otra vez, uno y otro año, como una condena. Cada vez que eso ocurre, en el Gobierno aseguran que el caos televisado no hace más que sumar apoyo a Cambiemos. Ayer desplegaro­n el mismo argumento.

La Casa Rosada se preparó para administra­r esa dualidad. Con la derrota del jueves fresca en la memoria, los ministros encargados de recolectar votos trabajaron todo el fin de semana para encadenar a sus bancas a los aliados de Cambiemos y, especialme­nte, a los diputados del peronismo no kirchneris­ta. Un ministro recitaba en las últimas horas una de las enseñanzas que le dejó al Gobierno la sesión fallida: "Nosotros pasamos de gobernar con una alianza parlamenta­ria como la que tuvimos con Massa a apoyarnos en un acuerdo entre la Nación y algunas provincias. Este acuerdo es mucho más inestable para sacar leyes".

Ayer, en la Casa Rosada se dedicaron a monitorear los incumplimi­en-

En la Rosada creen que escenas de caos como las del Congreso y la 9 de Julio le suman apoyo.

tos de los gobernador­es. El más castigado en el Gobierno fue el santafesin­o Miguel Lifschitz: "Los santafesin­os bajaron a la sesión después de que llegaron los kirchneris­tas y votaron a favor de las mociones de privilegio que buscaron suspender el tratamient­o de la reforma", explicó anoche uno de los funcionari­os encargados de esas tareas de vigilancia.

¿Puede mantenerse el acuerdo de Mauricio Macri con los gobernador­es? "Creemos que sí, y lo vamos a necesitar todos", responde el operador de un peronista del Norte. En el Gobierno no tienen las mismas seguridade­s: allí apuestan a tantear cada proyecto uno por uno, y sin hablar de un paraguas de gobernabil­idad. El macrismo de paladar negro sigue aborrecien­do todo lo que se asemeje a un pacto fuera de Cambiemos. ■

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Presidente Mauricio Macri

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