Clarín

Una renuncia que abre las puertas para el fin del triunvirat­o

Urgente reunión de la mesa chica cegetista. Buscan cómo preservar la unidad. Crecen los palos.

- Carlos Galván cgalvan@clarín.com

A Francisco “Barba” Gutiérrez lo trataron ayer de “zurdo” y de “kirchneris­ta”. Se trenzó con el triunviro Héctor Daer en la reunión de Consejo Directivo de la CGT y, en un momento, reaccionó a los gritos: dijo que renunciaba a su cargo en la conducción de la central sindical y le revoleó a Daer las llaves del que hasta ayer fue su despacho en el edificio de Azopardo.

¿El metalúrgic­o se dejó llevar por el clima de la discusión? Sería raro. En la CGT hay una frase que siempre se repite en estos casos y que se le atribuye al taxista Omar Viviani: “Esta tierra no es para calientes”. Así, a lo de Gutiérrez habría que leerlo como una decisión premeditad­a.

De la CGT, el dirigente se fue a la UOM, donde lo esperaban el resto de los miembros del Secretaria­do Nacional de los metalúrgic­os. Su renuncia, decían en la UOM, fue avalada por el sindicato. Hubo versiones ayer de que el gremio anunciaría de manera inminente su alejamient­o de la central sindical, aunque fueron desmentida­s desde su conducción, que hoy tiene previsto volver a reunirse.

Otro enojado ayer fue el estacioner­o Carlos Acuña, que amenazó con renunciar a su cargo en el triunviro cegetista y con llevarse con él a los 8 gremios que responden al sector de Luis Barrionuev­o. Al igual que a la UOM, le pidieron que esperara.

La bronca y los pases de facturas en el interior de la CGT responden al paro que la central convocó entre el lunes y ayer contra la reforma previsiona­l. Clarín oyó ayer de tres referentes de diferentes sectores de la central la misma calificaci­ón para la medida de fuerza: “bochorno”.

Es que quedó al desnudo que en la CGT cada uno hace su juego y que no hay conducción. En medio del paro, la UTA lanzó un comunicado informando que los colectiver­os no adherían. “Es como jactarse de ser un carnero. Perfectame­nte podrían haber no adherido quedándose callados”, criticó un dirigente.

Otro sinsentido, también en medio del paro: el sindicalis­ta de Obras Sanitarias José Luis Lingeri dijo a la agencia estatal Télam que estaba en contra de la huelga.

Y muchos de los gremios supuestame­nte orgánicos de la CGT no jugaron a fondo en el paro. ¿ Acaso Camioneros acató la huelga? Entre paréntesis, ayer también hubo rumores de que el sindicato de Moyano podría irse de la CGT.

Aunque partida en los hechos, al menos en lo formal la CGT se mantiene aún unida. Con la intención de preservar esa unión, ayer se convocó a una cumbre de urgencia -podría ser esta semana o a más tardar la próxima- de la que en la central llaman “mesa de unidad” y que está integrada por la mesa más chiquitita de todas: Luis Barrionuev­o, Gerardo Martínez, Hugo Moyano, Andrés Rodríguez, Antonio Caló, Armando Cavalieri, Carlos West Ocampo, Héctor Daer y José Luis Lingeri.

Por lo que se hablaba ayer, esa “mesa de unidad” deberá definir cómo hacer para que todos puedan seguir juntos. La lectura de varios dirigentes ayer era que el esquema de una conducción colegiada bajo el formato de un triunvurat­o terminó de demostrar con el paro que no es más funcional.

“No hay nadie que mande”, apun- taba ayer un histórico dirigente. “Falta conducción”, coincidían desde otro sector. “La CGT necesita un jefe que pueda garantizar que no haya ni halcones ni palomas, que unifique una postura, que impida que a la CGT la estén llevando de allá para acá como si fuera un barrilete”, agregaba un tercer referente.

Por lo que se vislumbra, si logra mantenerse unida formalment­e en medio de esta crisis la central obrera peronista podría tratar de avanzar antes del final del verano en un nuevo formato de conducción. Específica­mente la vuelta de un unicato.

De los que aparecen anotados para el cargo, no todos pasarían el filtro de los gremios más importante­s (y del Gobierno). Es el caso del bancario Sergio Palazzo. Otro aspirante es el maquinista Omar Maturano, pero habrá que ver sus chances. ■

Mientras le gritaban “zurdo”, Gutiérrez le revoleó las llaves de su oficina en la CGT a Daer.

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