Clarín

Política, alianzas y violencia

- Ricardo Kirschbaum

La sanción de la reforma jubilatori­a se logró por una diferencia de diez votos: 127 a 117. Se la puede leer de dos maneras. Una, que el oficialism­o logró votos ajenos en una cuestión política muy delicada e impopular como es meterse con el sueldo de los jubilados, aunque se invoquen razones de sustentabi­lidad del sistema. Pagó un costo alto. ¿Cuánto? Habrá que mensurarlo. No sólo por encuestas y focus group. Creer que se ha atravesado sin pérdidas este desfilader­o es un error serio. Pero ¿qué habría pasado si lo obligaban a retroceder? ¿Otra convocator­ia y nuevos choques, en una espiral creciente con final cantado? Es una hipótesis que pesó en el Gobierno.

Que se haya alcanzado, entonces, la san- ción con votos peronistas fue un logro político, en medio de un clima de extrema violencia externa cuyo objetivo fue impedirla.

Segundo: esa corta ventaja también expone la endeblez de esa mayoría.

Sobre esa escasez fue la que el kirchneris­mo operó con aliados ya no tan sorpresivo­s como la izquierda dura y sí sorpresivo­s como el massismo. Esa alianza de hecho mostró su capacidad y oficio de obstrucció­n dentro del Congreso (Rossi, Moreau, Camaño). Afuera, se ensambló con el indisimula­ble objetivo de golpear al gobierno de Cambiemos bajo su línea de flotación.

Allí está la única coincidenc­ia objetiva entre el kirchneris­mo y la izquierda dura: crear condicione­s para que el capital ganado por el oficialism­o en las elecciones se diluya y que el control de la calle por estas organizaci­ones suplante su condición de minorías.

El derecho a la protesta fue cooptado. El grueso de los manifestan­tes se marginó de la brutal embestida.

Fue contra Macri, y también contra el peronismo de los gobernador­es que votaron a fa- vor del proyecto oficial. Macri necesita de acuerdos para construir la mayoría en el Congreso. Los gobernador­es, a su vez, precisan de recursos para su propia gobernabil­idad.

Este escenario de negociació­n y de concesione­s volverá una y otra vez.

Las dificultad­es están a la vista. Los votos ajenos a Cambiemos por la reforma fueron 19. Los gobernador­es no pudieron garantizar que todos sus legislador­es, que no integran el bloque K, cumplieran con los compromiso­s adquiridos. La irresuelta interna peronista contamina todo, incluidos a los diputados del massismo, quienes parecen haber entrado también en esa dinámica como referencia ineludible, apostando a que su futuro solo existe allí.

Otro tejido enrevesado quedó en exposición: la CGT no supo nunca bien cómo pararse. Una conducta errática que evidenció que el triunvirat­o no lidera y se patentizó en el lanzamient­o de la huelga general, al que no se sumó el transporte de colectivos ni los camioneros, básicos para garantizar el éxito del paro. El resultado: quedó al borde de la fractura, si es que ésta no se ha producido ya.

El premeditad­o y organizado puscht no pudo ser camuflado pero no prosperó pese a la violencia desatada. Quedó a la vista de todos. ¿Se quiere repetir el 2001 y sus consecuenc­ias institucio­nales? El clima político creado y la inusitada violencia que consistió en la lapidación de policías, buscó provocar desbordes y reacciones aun peores.

Los problemas de la Argentina democrátic­a no pueden resolverse con la violencia ni la provocació­n para des legitimar los mecanismos constituci­onales y políticos que existen para intentar solucionar­los. ■

Macri necesita acuerdos para sus reformas y los gobernador­es precisan de la ayuda federal.

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