Clarín

Lito Cruz y el adiós a un gran maestro del teatro

Murió ayer a los 76 años. Su hija lo encontró en su casa.

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“Fue muy divertido, nos vemos pronto”. Con su permanente sentido del humor, Lito Cruz contaba que ya tenía listo su epitafio y su lugar en el cementerio de Berisso, la ciudad en la que había nacido hace 76 años. “A partir de los 70 -decía-, la idea de la muerte ya no se borra del pensamient­o. Cualquier enfermedad puede ser la última. La muerte está presente como lo está la vida”. Ayer, su hija Micaela encontró su cuerpo sin vida. Fue una sorpresa: el domingo había hablado con él y estaba “en buen estado” de salud. Todavía no se conocen las causas de la muerte.

Oscar Alberto Cruz trabajó toda su vida: fue mozo en el bar de su padre, en Berisso, desde los 8 a los 20 años, cuando se mudó a la Capital. Había empezado a actuar a los 15 en grupos independie­ntes de la ciudad, y luego estudió teatro en paralelo a Arquitectu­ra. Las tablas prevalecie­ron, y en 1965 viajó a Chile para perfeccion­arse en el Instituto de Teatro Universita­rio de Chile, escuela importante en esa época, donde tuvo como profesor, entre otros, a Víctor Jara.

Al regreso fundó, con Augusto Fernandes, el Grupo ETEBA (Equipo de Teatro Experiment­al de Buenos Aires): su primer protagónic­o llegó con la obra La Leyenda de Pedro, basada en Peer Gynt, de Ibsen. A partir de entonces desarrolló una frondosa carrera teatral (ver De las comedias...), no sólo como actor, sino también como director y formador de actores. “El teatro es mi casa”, afirmaba. Protagoniz­ó obras como Ha llegado un inspector, El pupilo quiere ser tutor, El tiempo y los Conway, Juan Moreira, Hughie o Todos eran mis hijos. Entre los títulos que dirigió, figuran Chau, Misterix, Pedir demasiado o Queridas mías .

Nunca abandonó su trabajo docente, ya fuera en el Conservato­rio Na- cional de Arte Dramático o en su propio estudio, donde trabajaba junto a sus hijas, Micaela y Alejandra. También tuvo cargos ejecutivos: fue director del Teatro de La Ribera, Director Nacional de Teatro e integró el Consejo Provincial de Teatro Independie­nte de Buenos Aires.

En cine también tuvo una intensa actividad: actuó en más de cuarenta largometra­jes. Debutó en el mediometra­je Los taitas, en 1968, y algunos de sus papeles más relevantes fueron en Don Segundo Sombra (1969), de Manuel Antín; la mítica Invasión, de Hugo Santiago (1969), La isla (1979), Sur (1987), Sotto voce (1996), El sueño de los héroes (1997), La revolución es un sueño eterno (2012) y Betibú (2014).

Su fuerte presencia escénica hizo que interpreta­ra a personajes históricos como San Martín, Facundo Quiroga o Juan José Castelli. También a los mismísimos Dios y el Diablo: los hizo para TV, donde también dejó su huella, en programas como El garante, La condena de Gabriel Doyle, Malandras, El elegido o La Leona.

Hincha de Racing, amigo de Robert De Niro y Robert Duvall, bailarín de tango, era famoso por su picardía. “Tomo lo más que puedo, fumo lo más que puedo y atorranteo lo más que puedo”: ése era su secreto, juraba, para mantenerse en forma. Pero sus últimos meses quedaron empañados por la acusación de violencia doméstica que hizo en su contra su última pareja, Patricia Perrota. Por ese motivo, el mes pasado se suspendió la gira de la obra Mi querido mentiroso, que protagoniz­aba junto a Claribel Medina. ■

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Su secreto. Lito Cruz decía: “Tomo lo más que puedo, fumo lo más que puedo y atorranteo lo más que puedo”.

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