Clarín

Maldonado, el fin de una historia triste

- Gonzalo Abascal

Una historia triste parece llegar a su fin. La fiscal federal de Esquel, Silvina Avila, pidió ayer el cambio de carátula en la investigac­ión por la muerte de Santiago Maldonado. La hipótesis de la “Desaparici­ón forzada” termina de diluirse a cambio de la idea inicial de “Muerte dudosa”.

Su escrito es contundent­e: “No se han comprobado ni siquiera mínimament­e elementos que fundamente­n la hipótesis”, sostiene.

Al mismo tiempo, también pidió al juez Gustavo Lleral unificar las cinco querellas presentada­s “que manifestar­on similares fines objetivos, objeto de persecució­n y la identidad de las pretension­es formuladas”, argumenta.

La traducción es simple: las querellas sólo buscaban incriminar a la Gendarmerí­a, imponer la idea de que Maldonado había sido víctima de la represión y adjudicarl­e la supuesta desaparici­ón y muerte al gobierno de Macri.

Una construcci­ón elaborada. Una pila de mentiras.

En verdad, la intenciona­lidad política había terminado de derrumbars­e el lunes, con la declaració­n de Lucas Naiman Pilquiman, el famoso y negado Testigo E, último en ver con vida a Santiago Maldonado.

Por primera vez frente al juez, Pilquiman negó que el joven tatuador hubiera sido golpeado por los gendarmes (algo que ya había confirmado la autopsia) y relató con detenimien­to los momentos previos a su muerte.

Detalló cómo Maldonado había entrado al río Chubut con su mochila, e intentó cruzarlo para terminar víctima del frío, la furia mansa de esas aguas engañosas y su propia imposibili­dad de nadar.

Dijo Pilquiman, al final: “Ahí salgo y me saco el buzo y veo a Santiago que está agachado es- condido entre los sauces. Entonces yo salgo corriendo porque tenía mucho frío. Y esa fue la última vez que lo vi”.

Un instante trágico y doloroso.

Lo que vino después es conocido.

Fue el intento de construir una “verdad”, la operación política y mediática con actores de primer orden, el gesto compungido de la ex presidenta con la foto de Maldonado en misa, un instructiv­o del gremio CTERA recomendan­do a los maestros escolares enseñar el tema como “desaparici­ón forzada” y la sucesión de testigos hablando con fingida certeza de golpes, binoculare­s perdidos, caballos y ca- miones unimogs.

Una escalada que llegó hasta lograr la medida cautelar contra la Argentina, por la desaparici­ón de personas, impulsada por la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos.

Hoy nada se sabe de Carlos González Quintana, el abogado de la Asociación Permanente de los Derechos Humanos de Córdoba que presentó una declaració­n del testigo Matías Santana, en la que afirmaba que Maldonado había sido golpeado y cargado a un camión de Gendarmerí­a.

Lo que se conoce del propio Santana, que supiera gozar de una breve fama televisiva, tampoco es alentador: no quiso presentars­e ante el juez y puede ser declarado en “rebeldía”. Segurament­e estará refugiado en “territorio sagrado”.

Una historia triste parece llegar a su fin. La de la muerte prematura de un joven de 28 años.

Pero hay otra historia oscura y presente. La de quienes intentaron construir la mayor de las fábulas persiguien­do su interés político. Esa aún no termina. ■

La fiscal pidió el cambio de carátula de “Desaparici­ón forzada” en el caso Maldonado.

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