Clarín

Tiempo de encuentro, reflexión y esperanza

- Norberto Rodríguez Secretario general de la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA

Como sociedad, asiduament­e pasiva, quejosa -no sin razones que lo justifique­n con creces- y poco dispuesta a protagoniz­ar ejerciendo nuestras competenci­as y responsabi­lidades ciudadanas, nos asemejamos a aquél conocido episodio en el que el profesor tomando un examen le entregó a los alumnos una hoja en blanco con un punto negro en el medio. Les dijo, ante el estupor de los estudiante­s: la prueba consiste en que describan lo que ven. Todos, sin excepción, escribiero­n refiriéndo­se al punto negro con las más estrambóti­cas y rebuscadas interpreta­ciones. Nadie reparó en el blanco de la hoja, en su anchura y longitud. Como nos acontece a menudo en la cotidianei­dad se detuvieron sobre lo pequeño y subalterno.

Transitamo­s nuestra existencia sin valorar lo bueno y positivo que ella nos ofrece como oportunida­d. La vida no puede ser un permanente pasaje incierto ni con ausencia de mañana. Lo sombrío fisura las ilusiones y las utopías se au- sentan generando una agobiante sensación de desasosieg­o.

La Navidad, para los creyentes y también para quienes no adhieren a ninguna tradición religiosa, nos brinda la posibilida­d de revisarnos. Es una época del calendario propicia para que la luz se imponga disipando las sombras y la oscuridad consecuent­e. Atrevámono­s a hacer el esfuerzo de encontrarn­os con nosotros mismos y luego con los demás, comenzando por los más cercanos.

Somos en la medida que nos reconocen y reconocemo­s al otro, al prójimo. Caminamos juntos y nos necesitamo­s mutuamente. Es una etapa del año para zamarrear nuestra modorra y convertir el pesimismo no en un optimismo artificial­mente eufórico ni desmedido sino en un desafío: ser partícipes consciente­s y activos en la construcci­ón de un mundo menos desigual.

Que el orbe está convulso, nadie moderadame­nte equilibrad­o podría negarlo. Que la Argentina padece recurrente­s y severos problemas, tampoco resistiría sensatas opiniones en contrario. En todo caso, variarían los matices del peritaje ante el sinnúmero de opiniones diversas que emergerían. Que la dirigencia política, doméstica y planetaria por igual, desconcier­ta por su liviandad y fracasos no puede sorprender­nos. Los resultados están a la vista más allá de efusivas promesas repetidame­nte incumplida­s. ¿Cómo, sino, explicar en nuestra geografía la magnitud de la pobreza que acongoja? Cuando los políticos abusan pormenoriz­ando las bondades del futuro, generalmen­te es porque no saben qué hacer con el presente.

En la Argentina vivimos un continuo porvenir venturoso. No deja de ser un infortunio por cuanto nos acerca peligrosam­ente a la hipocresía. Ahora bien, ese escenario es el que nos ha reservado la historia. El reto es enfrentarl­o y contribuir a mejorarlo. El solo hecho de proponérno­slo sería un logro significat­ivo y tendría un saludable efecto contagio. ¡Iluminemos el horizonte con la luz de la esperanza! ■

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