El año en el que el deporte se vio obligado a vivir a la sombra del flagelo del dóping
El informe McLaren destapó la olla en 2017 del plan sistemático de dopaje consentido por el gobierno de Putin.
Los casos de dóping fueron una constante en un 2017 que se va terminando. Basta con revisar el archivo de los comunicados del Comité Olímpico Internacional (COI) para ver que, casi semanalmente, “X” deportista dio un “resultado analítico adverso” (forma oficial de llamar al positivo) en una prueba antidopaje, no necesariamente de esta temporada.
El punto cúlmine de la situación fue la sanción del COI a Rusia, desterrada de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2018 por el plan sistemático que se llevó adelante para tergiversar resultados. Y el año se cierra con un velocista top -Justin Gatlin- envuelto otra vez en una polémica.
A fines de 2016 empezaron a conocerse las sanciones para los atletas dopados en los Juegos de Beijing 2008 y Londres 2012. Coincidió, el momento, con el lanzamiento del informe McLaren que confirmó lo que se ha- bía difundido en forma de denuncia periodística: que en Rusia funcionó un plan sistemático de dopaje con el consentimiento del Estado.
El 12 de enero llegaron las primeras sanciones del año. De acuerdo a los comunicados emitidos por el COI hubo otra en enero, una en febrero, dos en marzo, dos en abril, siete en noviembre y cuatro en diciembre, mes en cuyos primeros días se hizo pública la decisión de suspender a Rusia. En cada caso el número de atletas castigados (algunos, suspendidos de por vida) osciló entre uno y ocho. Y ello sólo tiene que ver con pruebas olímpicas, por lo que apenas es un botón que sirve de muestra.
Pero no sólo Rusia estuvo envuelta en la polémica del doping sistemático. A fines de octubre la Agencia Mundial Antidopaje abrió una investigación por una supuesta situación similar en China en los 80 y 90. Un programa de la cadena de televisión alemana ARD -la misma que destapó el doping ruso- recogió testimonios que justificaron la denuncia.
Si bien no hay deporte ajeno al doping, hay disciplinas en las que es más habitual encontrar atletas que cruzan los límites de la legalidad en la puesta a punto de sus cuerpos para la alta competencia, como las pesas y el ciclismo, que pican en punta.
En ese sentido, la Federación Inter- nacional de Pesas suspendió a las asociaciones nacionales de Rusia, China, Ucrania, Turquía, Bielorrusia, Kazajistán, Moldavia, Armenia y Azerbaiján por violar las normas antidoping y tener al menos tres deportistas que dieron positivo en los reanálisis de las pruebas de los Juegos Olímpícos de 2008 y 2012.
El ciclismo se vio conmocionado con el reciente positivo de Christopher Froome, ganador de cuatro Tours de Francia (los últimos tres, incluyendo el de este año, al hilo) y una Vuelta a España. Fue la mancha en el trinomio de las Grandes Vueltas.
El atletismo, una de las disciplinas que -con las pruebas de velocidad a la cabeza- mayor interés despierta en el mundo, tampoco estuvo exento este año. Al ya triste record que indica que, de los siete mejores tiempos en la historia de los 100 metros sólo uno (Usain Bolt) estuvo siempre limpio, se le sumaron tres casos de doping del Mundial de Londres.
En ese sentido el nombre de Justin Gatlin (campeón mundial de 100 metros) volvió a verse salpicado luego de que el diario inglés The Daily Telegraph afirmó que el equipo del esta- dounidense traficaba sustancias prohibidas. También fue rozado por las violaciones a las leyes antidoping el cuádruple campeón olímpico Mo Farah, que despidió a su entrenador, Alberto Salazar, investigado por supuestas prácticas de dopaje.
Jemimah Sumgong, la keniata campeona olímpica de maratón en Río de Janeiro 2016, fue suspendida por cuatro años en noviembre al dar positivo de EPO en febrero.
El británico Daniel Evans (cocaína) y la italiana Sara Errani (letrozol) fueron los casos más impactantes del año en el circuito profesional de tenis, que tuvo el retorno de la rusa Maria Sharapova luego de cumplir una sanción de 15 meses.
La lucha contra el doping es una constante para el deporte, cuyo espectro no puede quedarse quieto si pretende limpiarse para siempre. ■