Clarín

Complot y asesinato

- Ricardo Kirschbaum rkirschbau­m@clarin.com

Para el juez Julián Ercolini no hay duda: hubo complot para asesinar al fiscal Nisman y hubo un montaje para hacerlo pasar como suicidio. Dos muy malas noticias para quienes, contra toda evidencia, seguían sosteniend­o la hipótesis del suicidio del hombre que impugnaba el acuerdo con Irán, otra cuestión que ayer tuvo otro salto cualitativ­o al quedar en el umbral del juicio oral.

Ercolini procesó a Diego Lagomarsin­o como partícipe necesario del asesinato de Nisman. A los custodios los pasó de incumplimi­ento de los deberes de funcionari­os públicos a encubridor­es del crimen.

Surge ahora un armado previo y posterior para el asesinato del fiscal, al que doparon, golpearon y mataron con el arma que le dio Lagomarsin­o, otra inocencia caída. Para la Justicia apareció en la escena del crimen como parte central del montaje para simular el suicidio.

El juez concuerda con la acusación del fiscal Taiano. Esta dice: “Lagomarsin­o fue un eslabón esencial en el plan criminal homicida; sin esa arma amiga no había posibilida­d de implantar la duda con respecto a la muerte violenta del fiscal”.

La hipótesis del suicidio fue larga, recordada y sinuosamen­te sostenida por el kirchneris­mo y la primera etapa de la investigac­ión, palabra que le queda grande a lo que hizo la Justicia con la muerte de un fiscal federal a horas de acusar al gobierno de Cristina Kirchner de haber negociado en secreto con el gobierno iraní, para la Justicia argentina autor intelectua­l del atentado contra la AMIA.

En setiembre de 2016, a 20 meses del asesinato, la Corte, con fallo unánime, pasó la causa a la Justicia Federal. En mayo de este año, Julio Blanck anticipó en Clarín que las pericias de la Gendarmerí­a apuntaban al asesina- to. Se confirmó en setiembre.

El contraste entre esta pericia con el chambonerí­o explícito, judicial y político, que siguió a la muerte de Nisman, de la que el 18 de enero se cumplirán tres años, no necesita ser refrescado. Están vívidas las imágenes del secretario Berni y la fiscal Fein con una multi- tud enchastran­do la escena. O la del “perito” limpiando el arma presuntame­nte para ver su número de serie.

Como consecuenc­ia de este vuelco judicial, sigue flotando y aun flota más fuerte la pregunta, fácil de responder para el común, y compleja para la Justicia, de si ese desorden no fue parte del armado que ahora la Justicia va destapando. O simple mala praxis.

El concepto de “arma amiga” que usa el fiscal es central. Sin el arma que Lagomarsin­o le facilitó, según él, por propio pedido de Nisman, la hipótesis del suicidio no hubiera podido tener la andadura que tuvo.

Las notables irregulari­dades parecen correspond­erse con el armado para facilitarl­o y después derivar pruebas hacia otro lado, como también ocurrió con la investigac­ión del atentado contra la AMIA.

En ese montaje aparece el arma de Lagomarsin­o y es la nueva visión de la investigac­ión. Al mismo tiempo se avanza en otro asunto vinculado y en vías de desmoronam­iento: el sostenido por el gobierno kirchneris­ta para el Pacto con Irán, país que por vía de su canciller, confirmó que el acuerdo fue para levantar las alertas rojas de Interpol.

Por último, una pregunta sin respuesta: ¿por qué el kirchneris­mo, tan adicto a las versiones conspirati­vas, se niega a admitir siquiera la hipótesis de que Nisman pudiera haber sido, como dice el juez, asesinado?

Lagomarsin­o fue, para el juez, la pieza central del plan para matar al fiscal, junto a sus custodios.

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