Un Mundial de ajedrez teñido por la polémica en varios frentes
Un top ten del ranking y la campeona vigente se bajaron del torneo con duras críticas al país organizador.
Cientos de ajedrecistas comenzaron a jugar ayer en Ryad el Mundial de partidas rápidas y “blitz” (relámpago), con un premio de 2 millones de dólares. Pero lo que sería una fiesta más del apasionante duelo de ejércitos blancos y negros está rodeado de polémica porque Arabia Saudita, sede del evento, le negó las visas a último momento a los israelíes, por lo que ese país no tiene representantes en el reino de los petrodólares.
Esta decisión eminentemente política, ya que Arabia Saudita no mantiene relaciones diplomáticas con Israel, desembocó en la decisión de un top ten de no ir a Ryad, críticas hacia Magnus Carlsen, el campeón mundial, por asistir al Mundial e incluso la no participación de la ucraniana Anna Muzychuk -defensora de ambos títulos- para no sentirse “una criatura secundaria” en ese país.
Los 134 ajedrecistas participantes, de los cuales 103 son grandes maestros, representan a 41 países (no hay argentinos), mientras que Ivan Cheparinov y Kiril Georgiev juegan bajo la bandera de la Federación Internacional (FIDE) porque Bulgaria está suspendida por la entidad.
Por el no otorgamiento de visas, Israel no está representado, más allá de que ocupa el 11° lugar en el ranking mundial y tiene a siete grandes maestros de más de 2.600 puntos de ELO, incluidos Maxim Rodhstein (45° del ranking, con 2.699), Boris Gelfand (46° con 2.697), Emil Sutovsky (69° con 2.673) y Tamir Nabaty (90° con 2.657).
Sutovsky alzó fuerte la voz contra Carlsen por competir en el Mundial. “Estoy un poco decepcionado con él y sé que muchos comparten este sentimiento. El mundo del ajedrez carece de solidaridad y el campeón mundial podría liderar el movimiento del que algunos colegas son parte”, le dijo el israelí a www.aftenposten.no.
tovsky, presidente de la Asociación de Ajedrecistas Profesionales.
Espen Agdestein, manager de Carlsen, le contestó: “Es extraño que muchos piensen que los atletas tengan que tomar una responsabilidad completamente diferente, en especial si se considera que el deporte debe ser apolítico y contribuir al entendimiento más allá de la política, la cultura y la religión”.
De todos los estadounidenses que no juegan el Mundial, solamente el gran maestro Hikaru Nakamura dejó en claro por qué no está: “Organizar un torneo de ajedrez en un país donde los derechos humanos básicos no son valorados es horrible. El ajedrez es un juego en el que toda clase de gente se puede reunir, no un juego en el que las personas se dividen por su religión o su país de origen”.
En tanto, Anna Muzychuk, campeona mundial tanto en ritmo rápido como “blitz”, puso sobre el tapete por qué no jugará: “Voy a perder dos títulos de campeona del mundo sólo porque decidí no ir a Arabia Saudita para no sentirme como una criatura secundaria. Estoy dispuesta a apoyar mis principios y a saltarme un evento en el que en cinco días esperaba ganar más de lo que hago en una docena de eventos combinados. Lo más molesto es que casi a nadie le importa. Ese es un sentimiento realmente amargo”.
Estas decisiones golpean el hecho de que Arabia Saudita organiza un torneo dos años después de que el clérigo principal del reino prohibiera el ajedrez por ser “una pérdida de tiempo” y por promover las apuestas.
Ademas, el país relajó el código de vestimenta para las mujeres en el Mundial, porque no las obliga a llevar hiyab sobre su cabeza ni abaya (túnica larga), algo que había desembocado en la ausencia de muchas damas en el Mundial femenino realizado en febrero en Teherán, incluyendo a la argentina Carolina Luján.
En las reglas del Mundial de Ryad, a los varones se les requiere usar “trajes formales negros o azul oscuro, con o sin corbata” y a ellas, “pantalones formales negros o azul oscuro, con blusas blancas de cuello alto”.
Además, la diferencia monetaria en los premios es abismal: mientras que los Mundiales rápido y “blitz” abiertos reparten 750 mil dólares cada uno (250 mil para el campeón, 125 mil para el subcampeón y 75 mil para el tercero), cada versión femenina reparte 250 mil, con 80 mil, 40 mil y 25 mil para cada lugar del podio.
El ajedrez es mucho más que 64 escaques y a veces la batalla se desarrolla también fuera de los tableros. Y de manera exponencial. ■